José Agustín Ortiz Pinchetti
A la mañana siguiente de las elecciones resultó evidente que el sexenio terminaba y que se desencadenaba la sucesión presidencial. Calderón, que nunca tuvo legitimidad había perdido su oportunidad, su problema es cómo acabar; mientras tanto, los analistas hacen sus cálculos. Para determinar quién puede ganar las elecciones en 2012, antes habrá que imaginar cómo puede terminar Calderón. Las imágenes que esto suscita son muy angustiosas y probablemente generen una negación colectiva que hacen mucho más difícil los vaticinios.
Calderón y su equipo apuestan a que terminarán sin pena ni gloria, siempre y cuando la economía de Estados Unidos repunte en 2010 y el PRI, a cambio de prebendas, les de oxígeno. Este desenlace mediocre es lo mejor a lo que puede aspirar quien se robó la Presidencia de la República en 2006.
La clase política está corrompida. Las instituciones dañadas hasta lo irreparable. La impunidad convertida en regla. Todo esto podría generar una crisis. La sucesión sería un proceso agónico. La situación de los actores políticos será imprevisible.
¿Un colapso? Hace poco era totalmente improbable, es y seguirá siendo indeseable. Las cosas están empeorando día con día. La población, en particular las clases media y popular, está sufriendo una agresión inédita. Carestía, desempleo, baja de salarios, ruptura de las expectativas y, por supuesto, rabia. Si se concatenan asaltos exitosos de los narcos o vinculación de este poder fáctico con grupos radicales, la violencia se podría extender.
También podría colapsarse el régimen por implosión. La imposibilidad de conseguir recursos del exterior, aumentar los impuestos o reducir el gasto corriente podría llevar a un callejón sin salida, sobre todo si continúa la caída de los precios del petróleo, se reducen las reservas, no se produce la recuperación en EU y se provoca una fuga de capitales.
La clase política y la partidocracia pueden estar entrando en una crisis terminal junto con el sistema económico. Por supuesto que esto parece catastrofista, pero es una visión que no podemos desechar.
Frente a estas alternativas sombrías, el único esfuerzo coherente es el movimiento que encabeza AMLO. Su proyecto tiene bases a nivel municipal y de ahí ascenderá para conformar una estructura completa. Hasta hoy ha estado oculta y poco ha interesado a los analistas, empeñados en desentrañar el escenario formal, pero no hay duda que la iniciativa encuentra fuerte respuesta. No hay una sola población del país donde no se estén organizando grupos. De la resistencia estamos pasando a la esperanza.
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