viernes, julio 24, 2009

Columna Asimetrías¿Hacia la Desintegración?

Por Fausto Fernández Ponte






24 julio 2009

“Los mexicanos sabemos que la solución a la crisis es desechar el actual modelo de desarrollo y crear uno nuevo, pero tenemos miedo de hacerlo y deseamos que otros lo hagan por nosotros”.
José Juan Marín Leonés.

I

La descomposición del poder político del Estado mexicano e incluso de otros de sus elementos constitutivos, como el mismísimo pueblo –el más importante de todos--, la soberanía y el territorio son parte de nuestra realidad cotidiana. El final es previsible.

Podríase decir sin incurrir en hipérbole que todos los mexicanos padecen esa realidad cotidiana en gradación variopinta. Los ricos, por ser ricos. Y los pobres –80 millones de ellos-- precisamente por su carencia de un colchón atenuante del golpeteo.

Éste golpeteo es brutal. Y su brutalidad define su naturaleza, la dialéctica de ésta –las interacciones y contradicciones de sus componentes—, sus desenlaces sincréticos y sus secuelas. La consecuencia mayor de ese golpeteo es la incertidumbre social.

Esa incertidumbre social deviene en erosión de la esperanza. Pero los mexicanos buscamos soluciones que no impliquen transformación de fondo –estructural y superestructural— y, recursivos a ultranza e imaginativo, incurrimos en antiheroísmos.

Bajo esa actitud colectiva, damos paridad a dos valores antipodales –opuestos—como son los de resistir (“el pueblo mexicano es muy aguantador”, presumimos) y buscar alternativas que no impliquen rupturismos. Nos adaptamos. O emigramos.

Tal es nuestra idiosincrasia. Inclusive, la lucha política tiene en esa vena idiosincrasica la noción de “resistencia”. El movimiento de masas que abandera Andrés Manuel López Obrador tiene un pendón denominador: “resistencia civil pacífica”.

Aguantar, pues. Resistir el embate de un virus celular, molecular, protoplásmica, de un Estado --México-- devenida de un falso patriotismo mercantilista y, ergo, traidor, el del hampa de la política cuya ideología no se inspira en el pueblo ni se nutre de éste.

II

La ideología de ese hampa de la política es antisocial. Tiene inspiración conservadora que, según la historia de México, siempre ha sido opuesta al interés del pueblo. Benito Juárez no ha tenido estafetarios veros desde que Porfirio Díaz tomó el poder en 1876.

Esos pseudo-estafetarios del juarismo son virtuosos de la simulación. Se simula el ejercicio social del poder para disfrazar su práctica antisocial. Las simientes de la crisis actual fueron plantadas ha mucho, en 1917, al promulgarse la Carta Magna.

La Constitución no creó una economía pro-social, sino una mixtura con pátinas prosocializantes, para preservar intacta la concepción subcapitalista-mercantilista del Estado que, a contrapelo de la experiencia histórica, deviene en simulación.

Se simula un Estado laico. Se simula un Estado socialque no socialista--. Y se simula un Estado con contrapesos democráticos supuestos, que en realidad no existen. Para disfrazar depredaciones y saqueos oligárquicos y una plutocracia impune y cínica.

Se simula para ocultar la descomposición que, como bien sabríase con certeza, es general, con acentos agudos en ciertos aspectos particulares. A esa descomposición rampante la registramos e identificamos como la crisis, como proceso de destrucción.

Aclárese a fuer de puntillosidad precisoria que al referirnos al Estado mexicano aludimos a sus sinónimos: México, el país, la nación, la totalidad, el todo. El vocablo Estado es epiceno. Es, sin eufemismo, exacto. El Estado mexicano es México.

Así, la crisis --es decir, la descomposición— del Estado mexicano o de México implica su desintegración y su sustitución morfológica a raíz de ese proceso de cambio de más a menos de sus componentes orgánicos. A la vista ya, la desintegración.

III

Hace un par de días, Manlio Fabio Beltrones, un político de lo más avezado en el contexto de las relaciones internas de lo que conocemos y comprendemos como “el sistema”, identificó un peligro real al Estado mexicano, a México: la balcanización.

Y otro político igualmente avezado en ese mismo contexto del “sistema”, Marcelo Ebrard, surgido, como el señor Beltrones, del mismo crisol priísta –el único que conocemos los mexicanos desde 1946-- alertó: México está al borde del precipicio.

Otros políticos menos notorios --legisladores del PRI y PRD— pero también representativos del “sistema”, hablan del imperativo imposponible de que la vertiente ejecutiva, calderonista, del poder político del Estado “dé un golpe de timón”.

Don Marcelo y don Manlio –a quienes seguramente la tentación presidencial llevará a escenarios con más reflectores en 2012-- y los diputados priístas y perredistas de la inútil LX Legislatura trajeron a primer plano de atención vocablos de la ciencia política:

Balcanización, modelo económico y golpe de timón son expresiones que denotan experiencias históricas. Balcanizar es dividir un territorio en pequeños Estados. Golpe de timón, expresión marinera, significa dar a la nave un cambio brusco de dirección.

El señor Ebrard, quien es el jefe de gobierno del Distrito Federal, planteó la exigencia imperativa de crear otro modelo económico, aunque no dio luces acerca de sus características deseables, pues éstas parecen obvias: las de servir al interés colectivo.

Esto nos lleva al tema de cómo enfrentar y superar la debacle –el desastre—que nos estruja y despulpa y, paradójicamente, mantiene paralizados y hasta anestesiados al grueso mayoritario de los mexicanos, a la espera de soluciones providenciales.

Pero la Providencia –cuyos adherentes consideran divina-- no es ni ha sido oidora ni veedora. Los personeros del poder político del Estado citados sienten el peligro. Les preocupa el país, pero sobre todo su suerte personal. No tendrán país qué gobernar.

ffponte@gmail.com

www.faustofernandezponte.com

Glosario:

Balcanizar: expresiòn acuñada por los socialistas alemanes al identificar las consecuencias del Tratado Brest-Litovsk, de 1918, entre la entonces naciente Unión Soviética, Alemania, Bulgaria y los imperios Austrohúngaro y Otomano. Surgieron varios Estados pequeños en los Balcanes.

“El sistema”: se refiere aquí al sistema político mexicano, cuyos promotores y adherentes describen como “democrático” sin serlo en realidad.

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