Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes…
En medio del triunfalismo absurdo de su jefe, el secretario de Desarrollo Social, Ernesto Cordero Arroyo, aceptó que sí hay riesgos de estallido social en el país, tal como lo advirtió incluso la cúpula de la Iglesia Católica. Sin embargo, lejos de aceptar que la causa de esta terrible situación sea la política económica que tercamente sigue defendiendo el gobierno en beneficio de la oligarquía, no tuvo empacho en echar la culpa de la pobreza en que vive ya dos terceras partes de la población nacional, a la recesión internacional. Según el funcionario federal, ampliar el programa Oportunidades en 200 mil familias más, es una prueba de que el gobierno de Felipe Calderón está atendiendo el flagelo de la miseria extrema.
Desde luego, la realidad lo desmiente. No podemos hacer a un lado el hecho de que llevamos casi treinta años de “atender” a los pobres dándoles mendrugos con un fin asistencialista, filantrópico, mientras por otro lado se actúa eficazmente para empobrecer a cada vez más mexicanos. De ahí que tenga razón Cordero Arroyo al afirmar que “no hay ninguna política social que pueda compensar una recesión económica como la que sufre el mundo”. Menos la habrá para poner fin a las causas estructurales del fenómeno, o sea el imperativo de lograr tasas máximas de beneficios para los especuladores, en detrimento del aparato productivo y particularmente de los trabajadores. Tal es la esencia del neoliberalismo.
Felipe Calderón, en su ceguera interesada, no quiere ver que así como vamos, incluso si ampliara a 20 millones de hogares el programa Oportunidades, los riesgos de un estallido social de alcances apocalípticos seguirán latentes. Es así porque en la medida que se atienda filantrópicamente la pobreza, se dejarán intocadas sus causas estructurales. Se estará dejando de crear los empleos productivos que necesita la economía para modificar sus bases, pues a final de cuentas el principal interés de la oligarquía es seguir especulando hasta que la cuerda se reviente, ya sea porque la bolsa de valores no da más o porque las condiciones de extrema pobreza en el país llegaron al límite, lo que está a punto de suceder.
Por otro lado, no podemos olvidar que paliar la pobreza con cataplasmas es también una oportunidad para enriquecer funcionarios de la manera más fácil y rápida. De hecho, el verdadero sentido del programa Oportunidades es ese: brindar oportunidades de lucrar a miles de operadores del mismo, que a lo largo y ancho de la República manejan miles de millones de pesos de manera discrecional. No es casualidad que Cordero esté al frente de la Secretaría de Desarrollo Social, pues su amigo Calderón quiso premiarlo por su lealtad. Además, es una realidad incontrovertible que dicho programa se presta para manipular políticamente los recursos financieros, de ahí lo útil que resulta para el partido en el poder contar con éste.
Vemos así que los pobres son también un buen negocio, tanto para el grupo en el poder como para la oligarquía, por lo que resulta muy difícil que aceptaran corregir las causas estructurales del flagelo, la única y verdadera opción para acabarlo o reducirlo a su mínima expresión. Sin tanta pobretería en la nación no habría oportunidades para seguir medrando como ahora lo hacen los funcionarios de la Sedesol, y ellos están allí para eso, no para acabar con el problema. Este no dejará de serlo hasta que se ponga fin a la política económica neoliberal, se dé prioridad a la economía productiva y se pongan frenos y candados a todo lo que favorece la especulación.
Los gobiernos neoliberales obedecen la máxima que sustenta que sin pobres no hay clientela política. Para ellos es indispensable la existencia de pobreza extrema en cantidad suficiente para manipular a ese importante volumen de población. El problema se presenta cuando se rebasan las posibilidades de manipulación sin riesgos, lo que ya está sucediendo en México. El fenómeno se salió de control por los excesos de una oligarquía deshumanizada a la que no le importa el futuro del país. Por eso no han tenido empacho, sus miembros, en actuar de la forma más pedestre y antidemocrática, con tal de seguirse enriqueciendo a manos llenas. Lo paradójico de tal situación, es que si hubieran tenido un mínimo compromiso con la nación, en estos momentos estarían en mejores condiciones para hacer negocios, pues no habría la inseguridad que se vive, que afecta a toda la sociedad, incluida la oligarquía. Ahora, “en el pecado llevan la penitencia”, al haberse opuesto, desde 1988, a que la democracia verdadera se impulsara en México.
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