El cambio de fecha del informe presidencial no es un ajuste de agenda sino la demostración de que no es igual integrar un gabinete de servidores eficientes que de cuates del alma. Antes de acomodarse en sus curules, los diputados del PRI le avisaron al Jefe del Poder ¿Ejecutivo? quién manda ahora y, de paso, le recetaron una lección de procedimientos reglamentarios.La tragicomedia del informe obliga a fijar una nueva fecha anual de su presentación. Se sugiere el Día de Muertos como la más adecuada, por lo menos en lo que resta del sexenio, habida cuenta de los efectos que el batacazo del 5 de julio produjo en el organismo gubernamental.Oportunidad de revisar otros detalles. El patio central del Palacio Nacional no es el sitio más cómodo del mundo para escuchar un informe presidencial. Si actos similares en ese lugar sirven de antecedentes, quienes asistan habrán de prepararse a una sentada de dos o tres horas en sillas plegadizas, sobre un lugar sin inclinación adecuada para una buena visibilidad, con una fuente central que agrava el problema, y a la intemperie, a menos que surjan un techo clemente y un calentador cercano.La invitación para el 1 de septiembre advertía que todos, incluyendo miembros de los Poderes Ejecutivo y Judicial, debían presentarse “…con identificación oficial”. En estricto respeto a la igualdad de poderes, cuando uno de ellos invite al Presidente podrá exigirle que se identifique al llegar. Lo que es parejo no es chipotudo.No son esos pequeños detalles lo único incómodo en torno a este informe. Dos hechos provocan desconcierto. Uno de ellos es el súbito diluvio en radio y tv de cápsulas de publicidad que parecen adelantos de un documento. Pensamos, ante la abrumante presencia del presidente Felipe Calderón en spots encargados a quien anuncia las galletas Marías, que tal campaña sustituiría al informe. De pronto el miércoles a mediodía me entregan la invitación (no niego que me cayó bien, yo creí que tenía bola negra por algún Bucareli áspero) cuando las columnas de chismes publicaban las más divertidas conjeturas, como decir que un office boy entregaría el voluminoso legajo a los diputados, que habría una especie de minimensaje como cuña entre las apasionantes telenovelas del día clave y cosas por el estilo. Tanta confusión es el otro motivo del desconcierto.Pero vayamos al fondo del asunto: qué queremos escuchar en el informe.Primero lo que no queremos: la palabra unión. En tres años ha sufrido un desgaste absoluto. Seguir usándola es un sarcasmo que ofende el sentido común. No más frases vacías: “la fe mueve montañas, la crisis es un reto, la adversidad es un desafío que podemos aprovechar y revertir”. No ese dibujo de un país distinto al que vivimos más de 100 millones de mexicanos. No al optimismo sin base que aspira a ser contagioso y no lo es: refleja una distancia cada vez mayor entre lo que se dice y la pérdida de empleos, de oportunidades de estudiar, de recortes a las instituciones de cultura superior, de creciente déficit público, de error de cálculo en la dimensión de la epidemia y del desastre económico, de los resultados de la guerra contra los narcos, el crimen organizado y el delito nuestro de cada día. No al triunfalismo con hábito de humildad. Y, a propósito, no a las citas místicas o confesionales.Qué es lo que sí queremos oír: la verdad pelona, señor Calderón. Los resultados de haber involucrado al Ejército en la lucha antidrogas en una guerra declarada cuando no estábamos preparados y que se ha prolongado y tal vez perdido. Tenemos primer lugar mundial de secuestros. Varios gobiernos califican a México de país inseguro y recomiendan no visitarnos. Menos recurrir a tertulias zarzueleras en el salón de la Tesorería y más recortes al gasto público.Impide usted que otro burócrata supere su salario. Antes debió haber bajado el suyo a la mitad y suprimir de cuajo secretarías enciclopédicamente inútiles como la de la Función Pública. No dorarnos la píldora petrolera. Una pizca de autocrítica.Y aliviar cargas en la segunda mitad del camino. Evitar mayores complicaciones porque, ya se sabe: no importa qué tan malo sea lo malo, siempre puede ser peor.Como hacen todos los que van a dejar la casa: darle una limpiadita. Entregarla más a o menos “mona” para que quienes vengan no tengan que barrer.Aunque, de todos modos, les van a faltar escobas.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario