miércoles, septiembre 23, 2009

Combatir la corrupción para poner fin a la pobreza



Es de tal tamaño, el tamaño del deterioro que a los mexicanos en todos los ámbitos oprime, que estamos perdiendo, tanto que hemos perdido, también la capacidad de hacer los altos necesarios para pensar y reflexionar en lo que está y en lo que sigue. Aún suponiendo que el dos por ciento de aumento al IVA, sumado al resto de aumentos, hubiera sido pensado para ser regresado a los pobres, como insisten en señalar los a modo en un vano intento por convencer de las bondades del acabado sistema, nada resolvería.

No se trata ya de dar limosna a los pobres. Y en cambio, salta a la vista, que lo que México demanda pasa por el combate a la pobreza para poner fin a la pobreza.Pobreza que además de ser un crimen cometido por los ladrones que mandan contra los que los eligen. Es el más grave de los pecados —para los creyentes— como se reivindican, aunque no sean, los que hoy usurpando desgobiernan. Crimen con el que se afecta de la peor de las maneras al hombre creado a imagen y semejanza de Dios. Pecado contra el hombre por el que Dios envió a su hijo a morir en la Cruz. No se trata de paliar la pobreza de los que nada tienen, porque se les han cancelado todos los derechos a base de dar una limosna que significa un pelo de gato para los ricos. Se trata de abatir, de una vez por todas, los abismos productores de ricos a costilla de millones de mexicanos mantenidos como los parias del planeta. Y esto pasa por el combate a la corrupción en todos los rubros. ¡Nunca más un pobre! tendría que convertirse en consigna de los mexicanos.Y para ello hay que entender las trampas de gobernantes criminales que coleccionamos aquí sexenio tras sexenio. Entender para revertir. En el imaginario indígena no estaba la idea del suicidio. Sin embargo en una sola familia náhuatl se han dado en los últimos años el de un jovencito de 16 años, hijo de la mujer que llorando me lo cuenta, el del hijo de su hermana de 9 años, un intento de suicidio por parte de su hermano de 30 años e inmerso en la misma depresión se encuentra otro hijo de 19 años. El padre y la madre trabajan, no son ni borrachos ni golpeadores. Padre e hijos estuvieron involucrados en la defensa de los derechos humanos en talleres impartidos por mí. Les pegó —a niños que soñaban que estábamos construyendo otro mundo incluyente para todos— la realidad en contrario que para ellos se ha ido convirtiendo en la cuerda salvadora con la que se puede poner fin a una vida que ha dejado de valer la pena, tan grande y lacerante es la pobreza, cancelada que ha sido la esperanza incluso mínima. Recobrar la capacidad de hacer los altos necesarios para pensar y reflexionar en lo que está y en lo que sigue es la materia pendiente de aprobar por la sociedad en México. Si aspiramos, claro está, a paliar, aunque sea, lo que viene de la mano del neoliberalismo criminal, que a toda costa quieren seguirnos imponiendo, las mafiosas familias apátridas adueñadas del poder en México, de la mano de la CIA que hasta pretende que sus agentes no sean juzgados por sus excesos brutales para los que el infierno, si existiera, sería poco castigo.

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