Una vez más inicia la barbarie. Los golpistas hondureños, envalentonados porque saben que el discurso de la afroamericana Casa Blanca, no es más que eso: un discurso que nada tiene que ver con los hechos. Los golpistas se saben seguros porque se saben apoyados por los intereses económicos del imperialismo yanqui. Se saben seguros dado que la base militar gringa es parte directa o indirecta del golpe militar. Lo sabe el mundo y lo saben los golpistas.
La escalada represiva contra los cientos de miles de simpatizantes de Zelaya e integrantes del Frente Nacional de Resistencia contra el golpe, por la presencia del presidente electo Manuel Zelaya en la embajada de Brasil, en Tegucigalpa, es la señal inequívoca de la frustración por la incapacidad de convencer a nadie de “su razón”: la de la imposición de la voluntad siniestra de una minoría ladrona que pretende seguir viviendo de sus parásitos privilegios a las costillas del trabajo y la explotación del pueblo hondureño.
Los hondureños intentan por primera vez en su moderna historia decidir su futuro. Crear una ley de convivencia que les permita, como no se les permite ahora, participar de las decisiones políticas y sociales que están relacionadas con su vida. Hacerse responsables y participativos de su destino. Es todo lo que piden ahora y es todo lo que pedían antes del golpe militar. Una minoría empresarial aliada de los yanquis es la que se opone a consultar al pueblo de Honduras, para darse la posibilidad de otorgarse, o no, una nueva Constitución, que le permita al pueblo participar en la toma de decisiones hasta hoy canceladas por las normas “constitucionales” avaladas por las “leyes” dictadas desde la Casa Blanca en los años ochenta.Pero detrás del golpe militar contra Manuel Zelaya, en Honduras, hay un plan más siniestro, se trata de una apuesta de los capitalistas del continente para mantener al costo que sea el control económico de los gobiernos locales, se trata de oligarquías corruptas y antidemocráticas en la práctica que no están dispuestas a perder los privilegios que gracias a la IMPUNIDAD han amasado, al tiempo que someten a millones de latinoamericanos a la enajenante basura de las cadenas televisivas comerciales convertidas en auténticos poderes. En las regidoras y ejecutantes de la “nueva cultura” del consumo, traducida como “progreso” por el diccionario del sistema neoliberal que desde hace dos décadas se nos ha impuesto en el continente y que ha arrastrado al continente a la peor de las miserias. El triunfo de los gorilas golpistas será el respiro de las oligarquías continentales para imponer su voluntad por la fuerza, contra la voluntad popular; será así el que grupos monopolistas como el Clarín de Argentina sigan imponiendo una única visión del mundo. Será la señal para que los golpistas empresarios de Bolivia y Ecuador se envalentonen en su “santa cruzada militar” contra la voluntad de los pueblos. Será la señal para que desgobiernos como el mexicano nombre como procurador a represores personajes cómplices de los asesinatos de mujeres que azotan al país desde la imposición del “liberalismo social” como definió el usurpador, chupacabras Salinas, al neoliberalismo en México. La derrota de los golpistas hondureños será en cambio la esperanza de que, tal vez, ahora sí, el destino de muchos de los pueblos de América Latina será el que ellos decidan, será el que la voluntad popular elija, le guste a quien le guste y le moleste a quien le moleste, será la posibilidad de que los ciudadanos latinoamericanos hagamos de la democracia un ejercicio de debate y participación que no sea exclusivo de una clase política y sus compinches. Es por ello que repudiar el golpe y luchar por la pronta caída de Goriletti y sus monitos es una tarea urgente de todas las fuerzas sociales y civiles, verdaderamente democráticas del continente.
Los hondureños intentan por primera vez en su moderna historia decidir su futuro. Crear una ley de convivencia que les permita, como no se les permite ahora, participar de las decisiones políticas y sociales que están relacionadas con su vida. Hacerse responsables y participativos de su destino. Es todo lo que piden ahora y es todo lo que pedían antes del golpe militar. Una minoría empresarial aliada de los yanquis es la que se opone a consultar al pueblo de Honduras, para darse la posibilidad de otorgarse, o no, una nueva Constitución, que le permita al pueblo participar en la toma de decisiones hasta hoy canceladas por las normas “constitucionales” avaladas por las “leyes” dictadas desde la Casa Blanca en los años ochenta.Pero detrás del golpe militar contra Manuel Zelaya, en Honduras, hay un plan más siniestro, se trata de una apuesta de los capitalistas del continente para mantener al costo que sea el control económico de los gobiernos locales, se trata de oligarquías corruptas y antidemocráticas en la práctica que no están dispuestas a perder los privilegios que gracias a la IMPUNIDAD han amasado, al tiempo que someten a millones de latinoamericanos a la enajenante basura de las cadenas televisivas comerciales convertidas en auténticos poderes. En las regidoras y ejecutantes de la “nueva cultura” del consumo, traducida como “progreso” por el diccionario del sistema neoliberal que desde hace dos décadas se nos ha impuesto en el continente y que ha arrastrado al continente a la peor de las miserias. El triunfo de los gorilas golpistas será el respiro de las oligarquías continentales para imponer su voluntad por la fuerza, contra la voluntad popular; será así el que grupos monopolistas como el Clarín de Argentina sigan imponiendo una única visión del mundo. Será la señal para que los golpistas empresarios de Bolivia y Ecuador se envalentonen en su “santa cruzada militar” contra la voluntad de los pueblos. Será la señal para que desgobiernos como el mexicano nombre como procurador a represores personajes cómplices de los asesinatos de mujeres que azotan al país desde la imposición del “liberalismo social” como definió el usurpador, chupacabras Salinas, al neoliberalismo en México. La derrota de los golpistas hondureños será en cambio la esperanza de que, tal vez, ahora sí, el destino de muchos de los pueblos de América Latina será el que ellos decidan, será el que la voluntad popular elija, le guste a quien le guste y le moleste a quien le moleste, será la posibilidad de que los ciudadanos latinoamericanos hagamos de la democracia un ejercicio de debate y participación que no sea exclusivo de una clase política y sus compinches. Es por ello que repudiar el golpe y luchar por la pronta caída de Goriletti y sus monitos es una tarea urgente de todas las fuerzas sociales y civiles, verdaderamente democráticas del continente.
¡Repudio total al golpe militar en Honduras!
¡Honduras somos todos!
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