Apuntes…
Por Guillermo Fabela Quiñones
Con el reconocimiento de que la pobreza extrema o alimentaria aumentó en seis millones más, cerró la semana discursiva Felipe Calderón, quien no quita el dedo del renglón en cuanto se refiere a la imposición de medidas económicas que van a incrementar aún más el fenómeno.
Aceptó que los mexicanos en tal condición pasaron de 14 a 20 millones durante los tres años de su “gobierno”, por eso solicitó a su auditorio, miembros connotados de la Unión Internacional Cristiana de Dirigentes de Empresas (UNIAPAC por su anterior nombre de Unión Nacional de Asociaciones Patronales Católicas), “verdadera solidaridad con los que menos tienen”.
Es obvio que nadie mejor que él, por estar al frente del Ejecutivo (la forma fraudulenta como llegó no lo exime de responsabilidades), tiene la obligación de poner el ejemplo de lo que entiende por solidaridad. Quizás lo esté haciendo realmente con su criminal paquete fiscal y la política económica que ha seguido en los tres años de su mandato. Se trata de una actitud solidaria para ayudarlos a morir más pronto, a los millones de pobres, que son muchos más de lo que dicen las estadísticas, evitándoles sufrimientos prolongados, como sucede en algunos países africanos. No lo habíamos comprendido.
Tampoco es fácil comprender que la injusticia que prevalece en México nada tiene que ver con la terrible división de clases impuesta por la oligarquía, la cual según Calderón se dedica sobre todo a fomentar “una cultura de la solidaridad, en lugar de una cultura del odio; una cultura de la justicia y de la búsqueda deliberada de la justicia en un mundo terriblemente injusto”. Ahora resulta que el mundo es el injusto, no quienes favorecen políticas deliberadas para incentivar un estado de cosas contrario totalmente a la verdadera justicia social. Fariseísmo en su más pura acepción.
¿Cuándo y dónde los empresarios más reaccionarios de este país se han mostrado solidarios con los mexicanos? Estamos como estamos precisamente por lo contrario, por dedicarse en cuerpo y alma a sacar las mayores ventajas de un sistema económico y político a su servicio cada vez más exclusivo, condición esencial del fascismo. Si tuvieran una pizca de solidaridad hubieran apoyado sin tapujos a López Obrador, quien tenía y tiene un proyecto de nación en el que el combate firme a la pobreza es uno de sus ejes fundamentales.
Ahora resulta que Calderón está “muy preocupado” por la pobreza extrema, y como tantas cosas plagiadas al líder de la izquierda verdadera, afirma que “primero los pobres”. Sólo que en los hechos demuestra todo lo contrario, su real y única preocupación es servir eficazmente a sus patrones, entre los que se encuentran algunos miembros de la UNIAPAC. ¿Se puede culpar a los literalmente muertos de hambre de odiar a quienes los mantienen en un estado tan dramático y lamentable? En un estricto sentido ético claro que no, como tampoco se les puede acusar de estar en tal situación porque son flojos por naturaleza, o por castigo divino, de acuerdo con los puntos de vista de connotados miembros de la elite.
La pobreza más dramática ha crecido exponencialmente en México por culpa de las políticas establecidas para esquilmar a la sociedad en beneficio de unos cuantos privilegiados, quienes desde hace tres décadas tienen el total control del aparato gubernamental. Sobran ejemplos de tal aseveración, pero uno muy reciente es la propuesta de Calderón de echar mano de los fondos para el retiro de los trabajadores, las Afores, lo que de aprobarse, con el apoyo de legisladores del PRI, sería la puntilla para que el futuro del país se pierda entre nubarrones de violencia extrema. Y todo por no querer tocar, ni con el pétalo de una flor, los intereses de la oligarquía.
¿Cuál cultura de la justicia es la que impulsa la oligarquía en una nación donde impera la injusticia en todas sus formas? Sería bueno que lo dijera el propio Calderón, para conocer lo que entiende realmente por justicia. Tal vez así comprendamos porqué su “gobierno” se ha distinguido por concretar acciones que van en sentido contrario a una real justicia social. De ahí el imperativo de oponerse con todo vigor y patriotismo a sus propuestas de política fiscal y económica, las que de aprobarse en el Congreso equivaldrían a una sentencia de muerte para el país que conocimos y disfrutamos los mexicanos que nacimos antes de los años de la crisis permanente. Entonces de nada servirían las costosísimas campañas televisivas de Calderón para engañar a un teleauditorio cautivo, pues sería inútil promocionar un gobierno inexistente convertido en una dictadura para conservar el poder.
gmofavela@hotmail.com
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