30 noviembre 2009
“La cédula de identidad tiene ventajas paro no para la sociedad”.
Ernesto Villanueva.
I
A partir de la entrega de hoy, las próximas serán de menor extensión a las usuales, a solicitud de los editores de los medios impresos que la publican, pues los imperativos de la crisis que nos estruja brutalmente los obliga a reducir número de páginas.
Ello implica desde hoy la supresión del glosario al final de cada entrega y, desde luego, del listado de libros cuya lectura se recomendaba para sustentar la comprensión dialéctica de los componentes del contexto de hechos y sucedidos comentados aquí.
Así, avisado el caro leyente de esos medios impresos y los digitales –en donde se localiza (¡signo de los tiempos!) el grueso mayoritario de nuestro lectorado--, abordemos el tema a tratar hoy y que se sincretiza en la “cabeza” o título precedente.
Los allegados de Felipe Calderón del antaño y del hogaño y no pocos de su entorno de seguridad –el Estado Mayor Presidencial— identifican como una de sus mayores y dominantes peculiaridades de carácter la de ejercer siempre control sobre los demás.
Otra de sus peculiaridades es la de tratar de que sus subordinados –don Felipe no parece tener iguales o pares en sus afectos, sino solamente en el modo de ser ideológico y político, idiosincrasias y cultura y cosmovisiones, sino un espejo fiel de él. Ser sus espejos.
II
Por supuesto, esas características son inherentes, si no es que consustanciales, a la naturaleza humana. Dominar en el parecer y el sentir de terceros ha distinguido a los humanos en sus interacciones intraespecie y, desde luego, interespecies.
Ese afán de dominación –el de controlar incluso el pensamiento y la conducta de los demás— ha tenido expresión magnificada en el desempeño del señor Calderón como titular formal, de facto y, ergo, espurio, de la vertiente ejecutiva del poder político del Estado.
La influencia de esas peculiaridades que se perciben en el carácter de don Felipe es predecible: intensas paranoias: delirios de persecución y conspiraciones, temores de ser derrocado por sus adversarios en lo político e incluso hasta por sus propios afines.
Según esos allegados, don Felipe vive en en una crispación tal que busca constantemente espitas por las cuales escapar de ellas. Para desasirse de esas presiones acude a las puertas falsas, v. gr., la ingesta desorbitada, compulsiva, de brebajes espirituosos.
Ese es el retrato que dibujan sus allegados de otrora y ahora, molestos por no satisfacer las expectativas y exigencias de don Felipe. No en vano Carlos Castillo Peraza le reprochó, en epístola al propio señor Calderón, su búsqueda obsesiva de un alter ego.
III
A esas peculiaridades de don Felipe sumaríanse otros vectores concurrentes al desarrollo de la personalidad aquí descrita: ser repudiado por millones de connacionales, cuestionado constantemente en público y privado; ser ridiculizado –caricaturizado— en los periódicos…
Ser objeto de chascarrillos crueles, malquerido, malquisto y mal visto al extremo de que teme por su propia integridad física; estar siempre rodeado de un aparato ostentoso de seguridad… Todo ello impacta la psique de ese individuo. Hace mella en el inconsciente.
Ello es causal de una patología que exhíbese cotidianamente en las pantallas de TV y en fotografías en periódicos, así como en las declaraciones del señor Calderón. Nadie puede salir bien librado de experiencias así. Es probable que don Felipe esté muy enfermo.
Esa enfermedad –que sería de laya psicológica— agudiza las obsesiones por control y las pesadillas y temores y terrores que devienen de esa patología de don Felipe. Ser rebasado por el descontento societal, cada día más hondo, sin haber consolidado su proyecto.
Allí subyacen las premisas de la Cédula de Identidad Ciudadana (CIC), la cual es vista como un instrumento de los medios burocrático-policiacos de control societal que don Felipe considera insuficientes. En ningún otro país se usa ese enser como se pretende aquí.
ffponte@gmail.com
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