*Los de Fox y Calderón, los peores gobiernos en 80 años
*Segunda década perdida para el país
Delirante, el calderonato hace hasta lo impensable por hundir en la miseria al mayor número posible de mexicanos (6 millones adicionales sólo en su primer bienio de estancia en Los Pinos), y con el panismo clerical se aferra a no dejar ir el galardón como el peor gobierno, junto con el de Fox, en 80 años, incluido el de Miguel de la Madrid. Es la segunda década perdida para el país (la del arranque del siglo XXI), mucho más profunda que la primera (la de los 80, en plena crisis de la deuda externa y el arribo del neoliberalismo).
El panismo llega a su décimo año consecutivo en la residencia oficial, y más allá de rosarios, crucifijos y “buenas conciencias” nada ha procurado en favor de los mexicanos. El peor resultado, producto de los peores gobiernos, entre los peores. A punto de montarse en el Ipiranga, Porfirio Díaz dejó tras de sí una década, la primera del siglo XX, con una tasa anual promedio de crecimiento económico de 3.31 por ciento. Cómo estará la cosa, que la dupla Fox-Calderón apenas si libra uno por ciento anualizado.
El “cambio” (Fox) con “continuidad” (Calderón), presumido por el panismo, ha sido un estrepitoso fracaso en lo político, lo económico y lo social. Por abajo del infausto resultado blanquiazul, sólo se registran los resultados históricos en la segunda y tercera décadas del siglo XX, con el país convulsionado por el movimiento revolucionario, la guerra cristera –de la que se ufana ser heredero el actual inquilino de Los Pinos– y la hecatombe económica de 1929, lo que ni de lejos sucedió en la bonanza petrolera del foxiato ni el “navío de gran calado” del calderonato.
En el periodo 1911-1920 la tasa anual promedio de crecimiento económico a duras penas alcanzó 0.21 por ciento, mientras en 1921-1930 el indicador se redujo a 0.20 por ciento, lo que resume 20 años de convulsión política, económica y social, de reacomodos, de guerra y crisis “externa” (Calderón dixit), carentes de bonanza petrolera, “histórica” inversión extranjera, “boyante” planta productiva, “exportaciones sin límite”, finanzas públicas “sanas” y demás bellezas presumidas por los neoliberales. En resumen, nada con qué responder en las citadas dos décadas del siglo pasado, es decir, todo lo contrario a lo registrado en la primera del siglo XXI, los tiempos de “cambio” con “continuidad”.
La dupla Fox-Calderón, el panismo institucionalizado, prometió todo e incumplió todo, y decididamente va por más. En el periodo 2001-2009 el resultado económico es desastroso: el “crecimiento” anual promedio va de 1.03 a 1.13 por ciento (depende de si la economía mexicana se hunde 7 u 8 por ciento en 2009), algo no registrado en 80 años. Ahora que si el balance se limita al primer trienio calderonista en Los Pinos, entonces el desplome va de 0.83 a 1.17 (ambas, obviamente, cifras negativas).
En la primera década perdida –los años 80– la tasa anual promedio de “crecimiento” fue de 1.9 por ciento, el peor resultado –hasta la llegada del panismo a Los Pinos– de la dictadura neoliberal mexicana. En la segunda, la de la dupla Fox-Calderón, el balance es infame: de 1.03 a 1.13 por ciento, en el mejor de los casos. Pero aún en el supuesto, y sólo eso, de que en 2009 la economía mexicana hubiera registrado un incremento de 3 por ciento (como originalmente estimó el doctor “catarrito”, hoy en funciones de “gobernador” del Banco de México), la tasa anual promedio en el “cambio” con “continuidad” aún resultaría menor (2.3 por ciento) a la registrada en los años 90, la cual tampoco fue para presumir.
Ya con el México “moderno” encarrilado e integrante del “primer mundo” (Salinas de Gortari dixit, y de pilón la perorata zedillista), la pujante cuan envidiable economía mexicana apenas si promedió anualmente 3.51 por ciento de “crecimiento” económico (con todo y crisis de 1995), una proporción a todas luces insuficiente para atender las urgencias nacionales (no así los intereses oligárquicos, porque es al principio de este periodo cuando por primera vez los orondos magnates nacionales aparecen en Forbes y son presumidos como “muestra inequívoca” de los bien que marcha el país), equiparable a la reportada en el México de los años 40 y prácticamente la mitad con respecto al avance anual registrado de 1951 a 1980. El raquítico “logro” de los años 90 se dio a pesar del desmantelamiento del aparato productivo del Estado (léase privatización) y, se supone, el río de dinero que implicó –también es suposición– para el erario.
En el repaso histórico, y superada la convulsión 1911-1930 (con su 0.2 por ciento de “avance”), la tasa anual promedio de crecimiento económico mexicano se registró de la siguiente forma: 1931-1940, 3.36 por ciento; 1941-1950, 5.98 por ciento; 1951-1960, 6.14 por ciento; 1961-1970, 6.48 por ciento, y 1971-1980, 6.71 por ciento. A partir de ese año todo ha sido escalera para abajo, con un creciente costo social.
Así, el periodo 1951-1980 se ubica como el mejor en términos económicos para México, con una tasa anual promedio de 6.45 por ciento, un sueño a estas alturas, porque con el arribo del neoliberalismo (Miguel de la Madrid-Felipe Calderón) tal indicador cayó a 2.17 por ciento, apenas una tercera parte del avance logrado en el lapso citado. Lo peor del caso es que nada apunta a una mejoría. Por el contrario, los resultados de la dictadura neoliberal han ido de mal en peor, por mucho que el actual cuenta cuentos de Los Pinos suponga que en el año 2050 “seremos la cuarta economía mundial”.
Ahora que vienen las fiestas por el bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución, para el registro queda el comparativo entre la última década de Porfirio Díaz (con un crecimiento anual promedio de 3.31 por ciento) y la primera del siglo XXI, con la dupla Fox-Calderón y el panismo institucionalizado en Los Pinos (1.03 a 1.13 por ciento). Entonces, si alguien sabe dónde quedó el crecimiento y el desarrollo de México, favor de notificarlo a la brevedad. Ciento siete millones de personas y el futuro nacional lo agradecerán profundamente.
Las rebanadas del pastel
Bienvenidos a 2010, el año de la “recuperación de la crisis externa”. Sigue la feria de precios en bienes y servicios del sector público. Agreguen el incremento en tarifas eléctricas al ya de por sí voluminoso inventario. Como van las cosas y para “vivir mejor”, el gobierno calderonista insiste en que los mexicanos se alumbren con velas y guisen con leña, recurran al trueque, recolecten frutos de la madre natura y cacen con piedras, porque el arco y las flechas también subieron de precio.
cfvmexico_sa@hotmail.com • mexicosa@infinitum.com.mx
La peor década, el peor trienio
Antonio Gershenson
Se empiezan a hacer estimaciones de la década que habría terminado. Si la anterior fue la década de los noventa y habría terminado en 1999, con ese criterio estaría terminando la primera década del siglo XXI, ahora que acabó 2009. Aún si se da por válido el supuesto optimista en el sentido de que el cuarto trimestre del año ya bajaría el producto interno bruto (PIB) sólo 2 por ciento frente al mismo trimestre del año anterior, pese a que el trimestre inmediato anterior tuvo 6.2 por ciento abajo del análogo del año anterior, el resultado es pésimo.
Para el año, el PIB habría caído 7 por ciento. Para la década, el crecimiento del mismo habría sido 1.8 por ciento anual. El peor en muchas décadas. Para el trienio, el efecto total sería de crecimiento cero. Los modestos aumentos del PIB de los dos primeros años, habrían sido anulados por la reducción del tercero.
Varios organismos han mencionado que el país latinoamericano más afectado por la crisis es México. Hay varias razones para que así suceda. El dinero anunciado para estímulos fiscales equivale aproximadamente al 1.1 por ciento del PIB. El de Chile fue el doble de ese porcentaje. Las inversiones de Brasil no sólo fueron más que las anunciadas aquí, sino que incluyeron áreas productivas y tuvieron medidas de protección del empleo.
Los problemas de fondo que explican la vulnerabilidad de nuestra economía incluyen los siguientes:
1. La dependencia de las exportaciones de un solo país, 80 por ciento van (o iban) a Estados Unidos. Con ello, es evidente que cuando en este país se dieron los síntomas de la crisis financiera, y luego económica, redujeron mucho, por ejemplo, la importación de coches y componentes, y México fue más afectado.
2. La política económica y financiera y sus consecuencias. Grandes cantidades de dinero están amarradas al rescate de los banqueros, el Fobaproa. El aceptar que las mayores empresas no paguen impuestos, o los paguen mínimos, también afecta los fondos públicos. El aumento desmedido del gasto corriente del sector público, con un gran aumento del número y del pago de funcionarios. Todo esto limita las posibilidades de inversión pública para contrarrestar la crisis.
3. El peso de los ingresos por la exportación de petróleo crudo en las entradas del sector público. Esto se traduce en que la baja en el precio del crudo y la baja en su producción afecten más a la economía pública.
4. Un elemento aparentemente circunstancial fue la epidemia de una nueva especie de influenza. Pero no sólo fue la influenza, no sólo fue la reducción del gasto público en salud, sino la forma como se manejó. Por ejemplo, en Estados Unidos hubo cifras comparables a las nuestras en cuanto a afectados por la misma. Pero el manejo fue muy diferente. Las medidas afectaron sólo a sitios en los cuales se comprobó la presencia de la influenza, y no fueron, como aquí, de carácter general. No se hizo la gran escandalera. Esto permitió que, por ejemplo, parte del turismo que dejó de llegar al noroeste mexicano, se fuera a centros vacacionales de California, cuyos ingresos crecieron. Otros elementos, aparentemente circunstanciales pero que contaron en la pérdida de credibilidad de los altos funcionarios, fueron el incendio de una guardería en Sonora, con un saldo de decenas de niños muertos y la secuela de estos hechos.
5. La reducción progresiva de la inversión en ciencia y tecnología, y en consecuencia el freno de los nuevos medios para la producción y en general para impulsar más eficientemente la economía.
Todo esto, a su vez, contribuyó a que México dejara de ser el segundo exportador a Estados Unidos, lugar que fue ocupado por China, quedando nuestro país en tercer lugar.
China ocupó ese lugar, primero, por su política económica de impulso a la economía, y porque fue de los que más a fondo se fueron contra la crisis. Inversiones en gran escala, subsidio al consumo interno y otras medidas. El aumento del PIB de China en 2009 frente al del año anterior, es ahora estimado oficialmente en un 9.6 por ciento. En esta recuperación contó mucho el sector de servicios, por ser el menos afectado por las exportaciones, las cuales a su vez fueron las más dañadas por la crisis en ese país.
Habíamos señalado que uno de los elementos de las grandes inversiones en ese país fueron varias nuevas líneas de ferrocarril de alta velocidad. Pues hace unos días, el 26 de diciembre, se inició la operación de una de estas líneas. Va entre Wuhan (en el centro del país) y Guangzhow (en el sur).
La mayor velocidad durante las pruebas fue de 394 kilómetros por hora. La distancia entre esas dos ciudades es de mil 68 kilómetros, y el tiempo del recorrido, tres horas. Esto implica una velocidad promedio de unos 350 kilómetros por hora, que rebasa la de las otras líneas de traslado de pasajeros en gran escala, en otros países. Y esto es una muestra de la importancia de la ciencia y la tecnología.
Entonces, no es casual que México haya sido más afectado. De por sí nos dañaba la dependencia. La actual política económica y financiera creó las principales condiciones para que nos fuera como nos está yendo. Más, para 2010, los aumentos a los impuestos y precios oficiales, mientras otros países están rebajando estos precios y montos como medio contra la crisis.
gershen@servidor.unam.mx
Fuente: La jornada
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