El presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, ante prensa el viernes pasado en el palacio de La Moncloa.
Adiferencia del anárquico y malcriado dólar, el euro, divisa respetable y bien portada desde su exitosa gestación hace 10 años, padece el síndrome Prius: el modelo de Toyota de la más alta calidad y tecnología al que no le sirven los frenos ni el acelerador, por lo que será obligado a retirar 8 millones de automóviles en todo el mundo (Bloomberg, 4/2/10).
Al euro no le funcionaron tampoco los frenos del tratado de Maastricht (los criterios restrictivos de “convergencia”) debido a varios factores donde destacan su exagerado endeudamiento en relación con su PIB y su despilfarro fiscal cuando ha sido golpeado de nueva cuenta en sus eslabones más débiles de la eurozona los PIGS (acrónimo despectivo en inglés acuñado por The Financial Times): Portugal, Irlanda, Grecia y España.
El euro representa la segunda divisa global, con 25 por ciento de los intercambios, muy por detrás del dólar que hoy se encuentra en 62 por ciento.
La eurozona, región que adoptó el euro como su divisa indivisa, ostenta a 16 miembros de los 27 países de la Unión Europea (UE), aunque su esfera de influencia es más extensa y llega hasta el Vaticano, mientras entre ocho y nueve países se encuentran en lista de espera para cumplir sus supuestos estrictos criterios de admisión.
La eurozona cuenta con una población de casi 330 millones de habitantes (entre los 500 millones de la UE) y un PIB de 13.5 millones de millones de dólares frente a los 18.3 millones de millones de dólares de la UE (el mayor del mundo).
Se desprende que la eurozona, donde reinan impávidamente Alemania y Francia, constituye el corazón demográfico, económico y financiero de toda Europa, por lo que una mala decisión para defender al euro de los embates de la rapiña especulativa –mediante los ominosos CDS (credit default swaps), instrumentos financieros que apuestan a la quiebra de los países soberanos– susceptibles de provocar una implosión de la misma UE.
Ambrose Evans-Pritchard, portavoz oficioso de la City (The Sunday Telegraph, 17/1/10) –artículo extrañamente retirado menos de dos horas después de su publicación on line, pero que luego fue difundido por otros canales aviesos con el fin de desestabilizar a Francia y Alemania–, sentenció el colapso del sistema euro y el tremendo daño específico que sufren ya los PIGS.
Nadie lo quiere decir, pero existe una guerra financiera que no se atreve a pronunciar su nombre de Gran Bretaña contra Francia y Alemania. Nada menos que el megaespeculador con máscara de filántropo, George Soros –presunto instrumento de los banqueros Rothschild, patriarcas del sionismo financiero global– acusó a Francia y Alemania de desear la destrucción de Gran Bretaña y, en particular, de la plaza financiera de la City.
Mediante las apuestas de los CDS, que maneja pérfidamente como nadie la City con su inigualable fauna de rapiña especulativa, ¿hoy Gran Bretaña se cobra la afrenta imperdonable de lesa majestad financiera y está dispuesta a propinarle el tiro de gracia al euro?
Llama la atención la simultaneidad tanto del ataque de Obama contra el yuan chino como de la prensa británica en su conjunto contra el euro.
¿Asistimos a una guerra global de divisas de parte de la dupla anglosajona (EU y Gran Bretaña) contra sus dos principales rivales geoeconómicos: la eurozona y China?
¿Salvarán Francia y Alemania a los PIGS? ¿Restablecerán Berlín y París la fortaleza del euro que ha servido de modelo para la liberación financiera de la insoportable unipolaridad del dólar estadunidense y que han seguido los nuevos bloques regionales geoeconómicos en el planeta: desde la Unasur/Mercosur, pasando por el ASEAN-10 (por sus siglas en inglés: las 10 naciones del sudeste asiático) hasta el Consejo de Cooperación de los Países Árabes del Golfo?
Con exquisita inmisericordia, el economista Paul Krugman en sus columnas del The New York Times (19/1/09, 14/3/09 y 6/2/10) se ha consagrado a fustigar al gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. A su juicio, España –mucho más que el restante de los PIGS– constituye el punto más vulnerablemente preocupante de la eurozona que tiembla ante la perspectiva de un efecto dominó.
Obama, como antes Baby Bush, ha también desairado a Rodríguez Zapatero: no asistirá a la cumbre de EU y la UE en Madrid a finales de mayo.
EU ya se había mal acostumbrado a la obscena esclavitud de José María Aznar López, el malhadado y malvado antecesor de Rodríguez Zapatero.
Algo muy fuerte, que ignoramos, ha de haber sucedido entre EU y España. ¿Habrá sido el retiro unilateral del ejército español de Irak, que, visto en retrospectiva, fue muy previsor por Rodríguez Zapatero?
Después de regañar a Grecia por sus obscenas “mentiras” sobre la deuda oculta en sus hojas contables gubernamentales, el editorial de Le Monde (“Ataque al euro”, 5/2/10), muy cercano a la cancillería francesa, sostiene que la UE “no puede exonerarse de sus responsabilidades” y admite que la eurozona cometió “el error de no vigilar más cerca las cuentas de sus miembros”, lo cual augura, a nuestro juicio, una inminente transferencia de soberanía económica y financiera griega.
Aduce que si se salvan a los bancos con mayor razón se debe hacer lo mismo con los países, ya que “una ausencia de solidaridad costará muy caro a Europa” con “consecuencias ominosas”. Determina que el euro “presenta un vicio mayúsculo: la única divisa en el mundo de no estar al servicio de un gobierno y de un ministro de Finanzas”. Por lo visto, Le Monde no está enterado que la situación del peso mexicano es mucho peor: controlado absolutamente por la Reserva Federal de EU.
El rotativo galo tampoco especifica quién “ataca al euro”, lo cual señala generosamente el portal alemán Der Spiegel (17/9/09 y 1/2/10): “los capitalistas del casino de Wall Street” y los hedge funds.
A propósito, Peter Bofinger –consejero económico de la canciller Angela Merkel–, en entrevista de corte estratégico a Der Spiegel (5/2/10), expresa ásperamente asuntos muy delicados.
La “quiebra de Grecia” y su “efecto dominó” sobre el euro no le quitan el sueño y, al contrario, aprovecha el viaje para arremeter, con justa razón, contra la “anarquía del intercambio de las principales divisas globales”, por lo que (re)clama “un nuevo orden financiero global” mediante la tripolaridad del dólar, el euro y el yuan (nota: una añeja idea alemana antes con el dólar, el marco y el yen nipón), bajo la supervisión del FMI, hoy supercargado de tareas centrífugas.
Muy crítico de los déficit fiscales de Gran Bretaña y EU (con California), así como del manejo artificialmente devaluatorio del yuan chino, Bofinger expone que “las tasas de cambio de las divisas son bombas económicas de tiempo” que “pueden ser usadas para conducir descaradas guerras comerciales”.
Define a las presentes tasas de cambio como “pérfidas armas (sic) proteccionistas”, que pecan de desviaciones especulativas mediante el amenazante carry trade: artimaña lúdica anglosajona donde se juega con los diferenciales en las tasas de interés de las divisas.
¿No es, acaso, la anarquía global de las divisas lo que ha beneficiado a EU desde su ruptura de los acuerdos de Bretton Woods de paridad fija y apuntalamiento con el oro hace 39 años?
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