Ricardo Andrade Jardí
No es la primera vez que el usurpador se equivoca de Constitución cuando quiere justificar alguna más de sus atrocidades. El señor del “haiga sido como haiga sido” parece ignorar que México, cuando menos en teoría, no es aún un Estado anexado al imperio yanqui. Es posible que no se lo enseñaran en la escuela y es evidente que “la maestra” tampoco se lo enseñará.
Lo que el usurpador no sabe, es que no todos lo mexicanos, afortunadamente, son producto educativo de “la maestra” o se educaron en las mediocres escuelas en las que al parecer se adiestró Fecal.
Y, mientras el usurpador, al igual que su antecesor, hace gala internacional de su ignorancia. Otra vez Ciudad Juárez se convierte en tristemente célebre luego de darse a conocer que un grupo de sicarios ejecutara sin piedad, y sin problema alguno, pese a ser una ciudad sitiada por el Ejército y por la Policía Federal, a 16 personas, en su mayoría jóvenes e incluso menores de edad.
No tardó la “autoridad” en “suponer”, públicamente, que se trataba de pandilleros, en un intento igual de fallido que el desgobierno usurpador. Para distraer la atención, para ver si era posible ocultar la atrocidad del hecho, abriendo la posibilidad, además, de que así se haga, por los a modo, cada vez que el desgobierno afirme que se trata de ajuste de cuentas.
Hace rato que las denuncias en Ciudad Juárez afirman que estudiantes y académicos universitarios son víctimas sistémicas de la violencia que azota esa ciudad. Lo que además se confirma con las recientes ejecuciones de los “jóvenes pandilleros”, según la clasificación de la “autoridad”, pues entre los ejecutados destacan estudiantes de excelencia académica, galardonados por el propio gobierno de Chihuahua.
Lo acontecido recientemente en Ciudad Juárez, que ha causado una gran indignación nacional, equivale a lo de la guardería ABC de Hermosillo o al exterminio de género que desde hace rato se vive, también en Ciudad Juárez y, el hecho, además de revelar la profunda incapacidad del desgobierno federal y de los gobiernos estatal y municipal, para garantizar y otorgar seguridad, revela también el profundo daño que la corrupción institucional y la IMPUNIDAD le han hecho a este país y muy particularmente a Chihuahua. Y el asunto no se queda ahí, sino en lo que significa para el país que los jóvenes asesinados recientemente fueron asesinados por otros jóvenes, producto inequívoco de lo que significa para México el neoliberalismo y las alianzas corruptas entre líderes sindicales charros como “la maestra” y la clase política tan responsable, con la siglas PRI como con las siglas PAN, la falta de oportunidades que fomenta el rumbo económico y la vida de “éxito”, inalcanzable, que oferta la competitividad a través de sus medios basura, como la telecracia, tan responsable del asunto como la incompetente “autoridad” y su dichosa “guerra contra el crimen organizado”; guerra perdida, guerra que no puede tener éxito incluso porque para combatir el crimen organizado hay que combatir la corrupción y la IMPUNIDAD que permite la existencia y organización de los cárteles del tráfico de drogas, lo que además no exenta de una gran responsabilidad al vecino imperial, destino final de un alto porcentaje de la droga que se consume en el mundo y que entra, convenientemente, por nuestra compartida frontera.
Al imperio le conviene tener un vecino de tercera, para justificar el porqué el mercado de la droga no deja de tener oferta en el corazón del imperio, que además se dedica, curiosamente, a calificar la lucha antidrogas de los neoliberales gobiernos que se le someten.
Y más allá de las responsabilidades obvias, la masacre reciente en Ciudad Juárez, como ya lo anuncian varios medios de comunicación en el mundo, es la confirmación de la guerra que vive México y el lamentable anuncio de que apenas es el principio de lo que veremos, si no morimos ejecutados en el intento de sobrevivir al impuesto neoliberalismo; guerra que encuentra a sus principales víctimas, como en todo Estado autoritario y decadente, en los luchadores sociales, en los librepensadores, en los ciudadanos críticos, en los estudiantes, en los sindicalistas independientes, en los periodistas no a modo… etc., etc.
Es probable que el usurpador Fecal no sepa cuál es la diferencia entre el legítimo derecho a la protesta y el crimen organizado, como tampoco sabe cuál es la Constitución ni las leyes que nos rigen... “Haiga sido como haiga sido”, pues.
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