jueves, febrero 11, 2010

La lealtad es al Estado

Apuntes
Guillermo Fabela Quiñones

En el discurso del general secretario Guillermo Galván Galván, único orador en la ceremonia conmemorativa del 97 aniversario de la “Marcha de la Lealtad”, se advierte una interpretación facciosa del papel que le corresponde al Ejército Mexicano dentro del Estado. Las Fuerzas Armadas conforman la institución cuyo apoliticismo debe estar por encima de cualquier consideración, lo que no se advierte en las palabras del titular de la Defensa Nacional (Sedena), al asumirse como defensor de una propuesta del partido en el poder, orientada sobre todo a profundizar la hegemonía del Ejecutivo sobre los demás poderes. De ahí el rechazo inmediato al discurso del alto mando militar por parte de legisladores de partidos de oposición.
En las actuales circunstancias que vive la nación, es fundamental que las Fuerzas Armadas conserven su institucionalidad, pero también su autoridad moral ante la sociedad. Bajo ningún punto de vista conviene que las tropas se conviertan en un factor que influya en el rumbo del sistema político, porque los riesgos de un serio descrédito correrían al parejo del desgaste que sufra el Ejecutivo, tanto por sus desaciertos como por el debilitamiento propio del ejercicio del poder. La lealtad que debe el Ejército Mexicano es al Estado en su conjunto, no al gobierno en turno. Así fue siempre y así conviene que siga siendo, particularmente en una coyuntura tan compleja como la que estamos viviendo actualmente, llena de malos presagios.
No es por tanto un buen momento para que el Instituto Armado le entre al juego partidista, ni a favor ni en contra de tal o cual tema, por trascendental que sea. Bajo esta perspectiva, es un paso inaceptable el que dio el general Galván, al puntualizar su preferencia por la reforma política de Felipe Calderón. La fuerza del Estado depositada en las fuerzas armadas debe ser utilizada con una finalidad apolítica, por encima de las circunstancias que privan en la lucha partidista, con el fin de mantener incólume su institucionalidad y así garantizar, como lo señaló el propio general Galván, “un sistema político que dé cauce a la resolución de conflictos”.
Es claro que un sistema así no se va a garantizar con reformas como la que propone Calderón en materia política, orientada sobre todo a fortalecer al Ejecutivo y minimizar el papel de la sociedad. Es cierto, como afirmó el general secretario, que las prioridades del México contemporáneo son “la cohesión social y el acuerdo político”, mismas que no se vislumbra cómo podrían alcanzarse en una reforma tan limitada como la que propone el inquilino de Los Pinos. Es impensable que puedan lograrse una y otro cuando en los hechos las acciones de gobierno están dirigidas básicamente a profundizar el divorcio entre gobernantes y gobernados, como lo patentiza la dramática realidad que vivimos los mexicanos en la actualidad.
En ningún momento histórico se ha visto que puedan lograrse acuerdos sin cohesión social, que es una forma de explicar la existencia de equilibrios fundamentales sin los cuales es imposible toda forma de negociación exitosa. Lo que hemos visto, a lo largo de los últimos treinta años, es una marcha sin descanso hacia el precipicio de los desacuerdos, por la irrefrenable pérdida de cohesión social ante la magnitud de los desequilibrios que caracterizan a nuestro país en ese periodo. En la presente administración federal, los desacuerdos se agravaron como nunca antes, con resultados muy desfavorables a las grandes mayorías. Lo más dramático de toda esta realidad ha sido la acelerada descomposición del tejido social, sin que se vislumbren soluciones de fondo.
Los graves problemas nacionales se quieren atacar en sus efectos, no en sus causas, con acciones mediáticas que se quedan en la superficie, como las que anunciará el día de hoy Calderón en Ciudad Juárez, la urbe más sangrienta del mundo, según el líder del PAN en Chihuahua, Cruz Pérez Cuéllar. Es válido augurar que la estrategia anticrimen que presentará a la nación no tendrá ningún resultado efectivo, por una razón muy simple: las causas del gravísimo problema seguirán intocadas. La descomposición social, motor del crimen organizado, no podrá ser frenada con demagogia ni recursos mediáticos, por poderosos que sean, sino con firmes medidas que vayan al fondo de las causas del flagelo, mismas que no tiene contempladas el actual jefe del Ejecutivo, porque su concepción del ejercicio del poder es particularmente clasista, sin una visión social de largo alcance.

gmofavela@hotmail.com

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