23 marzo 2010
ffponte@gmail.com
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“El gerente local, mexicano del imperialismo de Estados Unidos, Felipe Calderón, ya no goza de la confianza de su empleador”.
Federico de la Peña.
I
Son de insoslayable verosimilitud los temores que se anidan en los personeros del poder político del Estado estadunidense acerca de la situación que prevalece en México, pues ésta lesiona los intereses de aquél y podría afectarlo exponencialmente aun más.
¿Cuál es esa situación? Todos la sabemos. ¿La pérdida, acaso, de soberanía real del Estado mexicano en su propio territorio a manos de organizaciones delictivas que ya lo han derrotado en los campos de batalla urbanos? Ello es obvio.
Por supuesto que los temores de Barack Obama –quien es el personero de mayor jerarquía entre los que representan los intereses creados de los grandes consorcios trasnacionales— son muy reales, tangibles y de consecuencias impredecibles.
Epítome de esos temores es el discernimiento del Departamento de Estado de EU, la Agencia Central de Inteligencia y los análisis de seguridad nacional con información privilegiada en los que abreva el mandatario estadunidense.
Esos análisis de inteligencia comprenden apreciaciones sustentadas sobre hechos y sucedidos recientes y los registrados desde hace 18 meses, así como el contexto dentro del cual han ocurrido episodios como el asesinato de diplomáticos de EU en Juárez.
II
El señor Obama teme que los muy dramáticos y hasta espectaculares episodios sangrientos que ocurren día con día en todo el país y se le atribuyen a los cárteles del tráfico ilícito de estupefacientes y psicotrópicos sea algo más que saldos de una guerra.
¿Y cuál es ese algo más? El temor de don Barack es el significado de la violencia incontrolada por el gobierno. Esos sucedidos violentos indican que el poder político del Estado mexicano (y el Estado mismo) se están desintegrando a ojos vistas.
Para EU la desintegración de un Estado vecino es de preocupación por las potenciales consecuencias de esa situación en el tejido social y, desde luego, de los intereses de los grandes consorcios trasnacionales. Washington ya discernió significados.
Ello explicaría la súbita presencia de los secretarios de Estado, Defensa y Seguridad Interioir, Hillary Clinton, Robert Gates y Janet Napolitano respectivamente, quienes se afanan ya por rescatar al poder político de su propia desintegración.
Pero esa desintegración no es percibida por los personeros panistas a rescatar, aunque las vertientes priísta y, en menor grado, la perredista, han diseñado ya estrategias para detener la desintegración y controlar los daños causados por ésta.
III
Dicho con otras palabras que para el señor Obama, el poder político del Estado mexicano ya se halla en una vorágine de desintegración, por lo que se espera la caída del gobierno calderonista en cualquier momento. EU se apresta a apuntalarlo.
Para detener esa desintegración y la eventual caída del poder político panista del Estado, los funcionarios estadunidenses tienen ante sí la dificilísima tarea de persuadir al señor Calderón de que, en efecto, se registra la desintegración. Don Felipe no lo acepta.
Ello nos indicaría, por añadidura, que el poder político obamista del Estado estadunidense apoyará al señor Calderón hasta las últimas consecuencias; quizá le levanten el apoyo si el mandatario mexicano continúa sin aceptar la realidad.
Así, la propuesta estadunidense sería la de ampliar y a la vez ahondar la actividad de la inteligencia mexicana y, si se diere la ocasión, que la CIA y el Pentágono organizaren la colección de información privilegiada acerca de los cárteles.
A EU le resulta más barato en lo financiero, político, militar, etc., detener la caída del gobierno calderonista y controlar los daños causados por éste que promover la salida de don Felipe de Los Pinos. En éste empeño, Washington también está atrapado.
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