Jean-Guy Allard
Rebelión
Las agencias internacionales que observen con tanta parsimonia al campo de concentración de Guantánamo, ignoran la cifra record de presos en las cárceles de Estados Unidos ni ven las "ciudades de carpas" donde se refugian las víctimas de la crisis en este mismo país, se han descubierto una nueva misión que pretenden humanitaria.
Con una absoluta falta de ética, encabezan con un ardor que se acerca al fanatismo, una difusión global de calumnias y de mentiras calcadas sobre las campañas de difamación organizada de la llamada diplomacia publica del régimen de Ronald Reagan.
Los cables sucios llegan a las salas de redacción por grandes olas que ahogan por antelación cualquier intento de restablecer la verdad. Las mismas agencias que anuncian con una perfecta frialdad o con una suerte de aburrimiento que misiles teleguiados norteamericanos mataron por error a cien personas en Afganistán o que las tropas israelí acabaron con un barrio entero, de repente se emocionan ante un acontecimiento mucho menor pero que sí puede hacer graves daños a un país de orientación progresista.
A la pregunta "¿Quién está detrás de estas manifestaciones espontaneas de humanismo interesado?" se puede contestar con otra pregunta, esa clásica, la que siempre se hace el investigador: "Quien se beneficia del crimen?" Y contestar con esta máxima, irónica por cierto, de un amigo experto de estos mismos temas: "Piensa mal y acertarás".
La operación de desinformación que rellena en estos días con una sistematicidad que la desenmascara los grandes medios de la información comercializada, tiene la particularidad de estar alineada a la perfección sobre la retorica del Departamento de Estado, orientada por sus órganos de inteligencia y manejada por las llamadas "grandes agencias internacionales" de prensa.
Las agencias de prensa tienen la particularidad de saturar la prensa internacional a partir de unos muy pocos corresponsales que, la mayor parte del tiempo, entre dos cocteles en los salones de determinadas embajadas, escriben desde un anonimato absoluto y seguro.
Incrustados por la CIA o simplemente seleccionados por su inclinación derechista – el ex agente Philip Agee durante años explicó como se capta a un colaborador – los corresponsales tienen una capacidad monstruosa de influir en la opinión pública sin tener el menor riesgo de responsabilizarse por sus distorsiones y omisiones.
Asesinos de la verdad
En América Latina, la AFP y la EFE por cierto se esmeren en materia de colaboración servil con quién en Washington maneja la desinformación imperial luego difundida por las redes mediáticas de las oligarquías.
Cuando la misión de la AFP se define oficialmente como "investigar tanto en Francia como en el extranjero los elementos de información completa y objetiva", la agencia gala sigue hoy una orientación política que traiciona un pasado prestigioso y demuestra una colaboración servil con quienes en Washington manejan la desinformación imperial.
La española EFE, fundada por el abuelo falangista del político ultraderechista José María Aznar, pertenece "como miembro de pleno derecho" a la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).
Esta misma SIP que para hablar de Honduras en su asamblea anual de septiembre pasado, escogió al editor multimillonario de dos diarios golpistas, Jorge Canahuati Larach, el también dueño en su país de las franquicias norteamericanas Pepsi, Pizza Hut, Kentucky Fried Chicken y Seven Up.
En este mismo evento-performance del cartel de empresarios con el cual EFE se identifica, el presidente boliviano Evo Morales fue denunciado por "mantener inalterables sus ataques" a los medios de comunicación de su país, el presidente venezolano Hugo Chávez fue acusado de "amenazar a la prensa", mientras al mandatario ecuatoriano Rafael Correa, se lo responsabilizó con "la situación de la prensa cada vez más preocupante" en su país.
En este mundo globalizado, la cobertura periodística de América Latina se encuentra contralada por un puñado de individuos indiferentes a la suerte de los pueblos y cómplices de los órganos de inteligencia del Norte.
Impunemente. Con un desprecio absoluto de su profesión y de quienes pretenden informar.
Hasta que, de una manera u otra, se toque la puerta de su anonimato, y que se pide cuenta a estos asesinos de la verdad y a los que los dirigen.
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