26 marzo 2010
“El país más capitalista del mundo socializó ya, hace dos días, sus servicios médicos. Ese es un paso trascendental”.
Ron Wozniack.
I
Antes de venir a México, Hillary Clinton habría revisado, presumiblemente, el perfil que las agencias de inteligencia del gobierno de Estados Unidos tiene de Felipe Calderón, Fernando Gómez Mont, Patricia Espinosa y Genaro García Luna.
Seguramente a doña Hillary le habría llamado la atención confirmar la percepción que en Washington se tiene de esos personajes mexicanos: son individuos carentes de sensibilidad social. Son conservadores a ultranza y notorios por su insolidaridad.
El perfil que las agencias de inteligencia del gobierno de EU han discernido mediante técnicas muy desarrolladas que llaman “psichological profiling” –estudian el lenguaje del cuerpo-- predeciblemente no parece equívoco ni errado.
Ese perfil tiene ciertas palabras clave: una, el mandatario mexicano es “terco”; otra, “lento” para comprender conceptos. También se le describe, equívoca o acertadamente, como “más conservdor incluso que los estándares estadunidenses”. Casi fascista.
Otras palabras clave son “obsesivo”, “autoritario”, “compulsivo,”inseguro”. También se le describe como “pro-estadunidense” y “promotor y defensor de los intereses de Estados Unidos en México”. También es muy irritable” y de “short fuse” (mecha corta).
Un vocablo que convoca poderosamente la atención es el de “psycho”, apócope coloquial en lengua inglesa de la palabra castellana “psicópáta”. ¿Es acaso don Felipe un psicopata? La pregunta se respondería por sí misma.
II
Esos vocablos definen las peculiaridades del carácter de don Felipe, a quien no pocos millones de sus compatriotas consideran un mandatario de facto y, ergo, espurio, tratando de legitimarse mediante una guerra brutal y sin sentido.
Esa guerra, subráyese con atinencia, ha causado más de 18 mil muertos, unos veinte mil heridos de bala y lesiones psicológicas, incontables daños materiales y el enriquecimiento de no pocos oportunistas que se han alzado con bienes decomisados.
Las agencias de inteligencia estadunidenses también tienen información recogida in situ de que al menos la mitad de los muertos han sido perpetradas por las Fuerzas Armadas, como bien lo difundió há poco la conductora de noticieros Denisse Maerker.
Las agencias aquí aludidas han registrado, asimismo, la miríada de manifestaciones de descontento, irritación y franca oposición de los mexicanos acerca de la narcoguerra calderonista y sus terribles secuelas. Han detectado también síntomas de estallido social.
Pero si esa información mueve a preocupación a Barack Obama, hay otros indicadores más ominosos que acentúan dicha conturbación: es evidente que el poder político del Estado mexicano, o al menos su vertiente ejecutiva, se está desintegrando. Hay vacío.
Y ese vacío es enorme. Es obvio que el señor Calderón no gobierna –o, en el mejor de los casos, desgobierna por inercia-- y carece de autoridad moral y ética para prevalecer. No posee una base social contractual sobre la cual apoyarse. Está solo. Aislado.
III
Su aislamiento es consecuencia de su naturaleza conservadora, que lo convierte en una persona ajena a las preocupaciones y sufrimientos de supervivencia de la sociedad. El bienestar de los demás es secundario; de hecho, no lo concibe como objetivo político.
Tampoco concibe el bienestar social como la razón de ser del poder político del Estado (y de éste mismo). Ello explicaría que no sean importantes los vectores sociales de la narcoguerra o las políticas antilaborales, energéticas y tributarias de su gobierno.
En ello, don Felipe se identificaba con George W. Bush, fanático religioso, “cristiano renacido” porque Dios --con quien hablaba para recibir instrucciones-- le quitó su dipsomanía. , Para él, los agentes sociales de sus políticas nunca fueron importantes.
En esas circunstancias personales, ambos --don Felipe y don George W.-- acordaron hacerle la guerra al narco. Subestimaron a los cárteles. Y desestimaron los vectores sociales del fenómeno y el correlato oferta-demanda (consumo) y empleo.
El narcotráfico aumenta en México porque hay consumidores que demandan los estupefacientes y psicotrópicos, cuya importación y distribución comercial –el llamado narcomenudeo— crea miles de empleos en un país con monumental desempleo.
La desestimación de esos aspectos sociales preocupa al gobierno obamista. El narcotráfico crece no por que es ilícito, sino porque sus consumidores conforman estratos sociales que quieren escapar de la opresiva y desesperanzada realidad.
ffponte@gmail.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario