sábado, marzo 13, 2010

Pactos vergonzantes

La discusión en la Cámara.

Jesusa Cervantes

MÉXICO, DF, 12 de marzo (apro).- La verdad es un arma tan poderosa que asusta a los políticos y les cancela el poder de la manipulación, la posibilidad de hacer acuerdos en lo oscuro y, sobre todo, actuar para su beneficio y no para quienes dicen servir: los ciudadanos.

Y como prueba de lo anterior, sólo basta echar un vistazo al intercambio de acusaciones, señalamientos, pero sobre todo de revelaciones y confesiones evidenciadas durante las sesiones de los pasados 9 y 10 de marzo en la Cámara de Diputados.

Las palabras asustaron a más de un político y en ellas se escudaron para optar después por el silencio, para demandar tregua y cancelar el debate.

De uno y otro lado, el PRI y el PAN --sumándose algunos perredistas-- aceptaron públicamente verdades (hasta esta semana) confesables sólo en privado; en otros casos se indignaron porque (algunos) de sus actos fueron puestos a la vista de todos los mexicanos.

Por ejemplo, los priistas aceptaron que para ellos Felipe Calderón Hinojosa no ganó las elecciones del 2006, pero que juntos llegaron a un acuerdo para darle legitimidad y facilitarle su entrada al Congreso de la Unión.

Un hecho expuesto desde la máxima tribuna de la nación, el mismo lugar desde donde se pretendió hacer realidad una ficción: que Felipe Calderón ganó probadamente las elecciones presidenciales.

Los mismos priistas remacharon así: “Lo que mal empieza, mal acaba”. A partir de ahí, la verdad confesa desde tribuna, de que para ellos, los priistas, las elecciones no fueron claras y por lo tanto nunca tuvieron la certeza de que Calderón hubiera ganado la Presidencia de la República, pero que gracias a un pacto en lo oscuro entre PRI y PAN pudo el michoacano entrar a San Lázaro cubierto por una simulación.

Otro dato más, revelado al calor del malestar por haber sido desnudados entre sí y ante la vista de toda la ciudadanía, fue el haber negociado el aumento de impuestos en contra de la población.

Todo para supuestamente “evitar una crisis o salvar al país”, cuando en realidad fue allanar el camino a un político que pretende ser el candidato presidencial del 2012: el gobernador mexiquense Enrique Peña Nieto.

Esta verdad, revelada por quienes se sintieron traicionados (el PAN), mas no porque hayan sentido la urgente necesidad de redimirse ante la ciudadanía que afectaron y afectan y dar marcha atrás a los impuestos, generó indignación entre los diputados del PRI, los que iracundos respondieron provocando la incontinencia verbal de los panistas.

Y aquí, nuevamente una verdad (el indignante trueque) provocó que los panistas se hicieran eco de lo que algunos mexicanos ponen en tela de juicio sobre las reales razones de la súbita muerte de la esposa del gobernador del Estado de México, Mónica Pretelini, y acusaron, los panistas, desde la máxima tribuna de la nación, a Enrique Peña Nieto de haberla asesinado.

Cuando la diputada panista por el Estado de México, María Elena Pérez de Tejada, soltó el que se indagara a todos los que han cometido un delito, “incluso el gobernador, que no lo digo yo, lo dicen muchos medios, de que está acusado de haber matado a su mujer”, provocó que los priistas empezaron a retorcerse en sus curules.

Las palabras los hirieron en lo más hondo de su militancia priista, pues en ese momento se estaba acusando al PRI de pretender colocar en la silla presidencial a un presunto asesino, según la pública denuncia panista.

Las palabras fueron certeras y generaron temor en la bancada del PRI.

Mientras que en el PAN las revelaciones (de establecer acuerdos indignos como consumar no alianzas a cambio de impuestos o pactar con el PRI para que se legitimara a Felipe Calderón) sólo acrecentaron y reeditaron su temor por la forma en como pudiera reaccionar la ciudadanía.

Y si de un lado estuvieron PAN y PRI desnudándose mutuamente, del otro, uno de los invitados al debate, el PT, aprovechó e hizo también revelaciones. Dijo que César Nava, el diputado y aún presidente nacional del PAN, acudió a ellos como mensajero de Los Pinos para ofrecerles dinero, posiciones gubernamentales y respaldo en sus programas sociales, a cambio de que reconocieran a Felipe Calderón como el presidente de México.

Por primera ocasión, la verdad en materia política se exponía en la tribuna de la Cámara de Diputados, donde siempre debió estar. Por vez primera la ciudadanía se estaba enterando, en propia voz de los involucrados, de los pactos vergonzantes que de manera cotidiana establecen los políticos.

Priistas y panistas, incluyendo a Felipe Calderón Hinojosa, reaccionaron.

Por esa razón, de uno y otro lado hicieron llamados a la mesura, se dieron golpes de pecho por “el bajo nivel” del debate parlamentario y se comprometieron a regresar al diálogo, al ambiente cordial, en una frase: a la simulación.

Y es que la simulación les resulta a los políticos, que ostentan y comparten el poder con sus cómplices, más cómoda y manejable.

La mentira, la omisión, la ausencia de transparencia resultan para los políticos baluartes que no quieren perder; de lo contrario, hablar con la verdad, decir con todas su letras los acuerdos a los que llegan, les impediría seguir manejando a su antojo los destinos de más de cien millones de mexicanos.

La ignorancia es un haber en la política mexicana, necesaria para mantenerse en el poder. De ahí que Calderón, César Nava, Beatriz Paredes o Manlio Fabio Beltrones prefieran darle “vuelta a la página”, “dejar atrás el debate sobre los agravios y el reparto de culpas”.

Sin embargo, será difícil que lo puedan hacer, porque un rumor que se puede convertir en verdad, derivado de todo este ignominioso episodio, no deja dormir a algunos, como por ejemplo al diputado Luis Videgaray, legislador por el Estado de México, presidente de la Comisión de Presupuesto y uno de los delfines de Enrique Peña Nieto para sucederlo en la gubernatura.

Los panistas soltaron ya el rumor de que César Nava cuenta con grabaciones donde una de las voces que se escucha es la del diputado mexiquense. La versión que han soltado es que ahí puede estar la prueba plena de la negociación que tanto niegan los priistas.

Otra verdad aún no revelada y motivo por el que es preferible para algunos priistas cerrar el debate, es quién obligó a Beatriz Paredes a firmar ese convenio, quién está detrás de toda esta maquinación y cuál fue su objetivo.

Por lo pronto, lo que parecer ser cierto es que en todo este episodio hay alguien que, ante la amenaza de hacer público el convenio, obligó al principal afectado --Enrique Peña Nieto--, a decir la verdad y al PAN a ahogarse en su propio lodo.

Ese alguien se llama Manlio Fabio Beltrones, y la verdad que todavía queda pendiente por revelar es quién estuvo y está detrás del senador sonorense, el mismo que, al parecer, pretende ahora deshacerse del candidato televiso.

Comentarios: mjcervanets@proceso.com.mx


Pinocho
El Pinocho de San Lázaro.
José Gil Olmos


MÉXICO, D.F., 10 de marzo (apro).- Pinocho no encontraba su curul el martes pasado en la Cámara de Diputados. Iba de un lugar a otro de las bancadas del PRI y el PAN, un poco perdido. Los fotógrafos se divertían viéndolo deambular entre las sillas legislativas, en un juego en el que nadie quería participar.

Era el juego de la mentira, de la impostura, el juego del que los políticos mexicanos forman parte desde hace mucho tiempo y que, paradójicamente, quieren ocultar detrás de máscaras discursos y convenios revestidos de supuestos ideales democráticos.

Muy temprano, antes de que empezara la sesión, la diputada del PRI, María Estela Fuentes, llevó a Pinocho en su auto al palacio legislativo, pensando quizá que haría la mejor obra de su gestión como representante popular y que le haría el día a los dirigentes de su partido.

Para ir a la Cámara de Diputados, Pinocho se había vestido de colores. De moño azul, playera amarilla, gorro naranja y pantalón de peto rojo, el niño de la nariz alargada por las mentiras esbozaba una sonrisa y una mirada pícara que a todos hacia reír. Bueno, a casi todos.

Desde que lo cargó para entrar al salón legislativo, a la diputada María Estela Fuentes ya se le veía divertida con Pinocho y lo abrazaba, aprovechando que el niño de madera tenía siempre los brazos abiertos. Cuando entraron al enorme salón de sesiones de inmediato llamaron la atención. Hubo sonrisas burlonas y también miradas de reprobación.

Pero esto último no le importó al hijo de Don Gepeto, que como invitado especial siempre reía divertido, con los ojos azules fijos en el escenario donde los diputados del PRI y el PAN se peleaban acusándose mutuamente de que por mentirosos les iba a pasar lo mismo que a él. Les crecería la nariz sin poderlo ocultar.

Durante tres horas, los diputados del PRI y el PAN se acusaron de mentir, azuzados por los del PRD, que recriminaban a los primeros la firma de un “convenio político”, en el que los priistas se comprometían a apoyar la política presupuestaria del gobierno de Felipe Calderón, basada en aumento de impuestos, a cambio de que los panistas no realizaran alianzas con ningún otro partido en las elecciones estatales de este año, sobre todo para la del Estado de México en 2011, a fin de no poner en riesgo la carrera desaforada de Enrique Peña Nieto rumbo a la silla presidencial.

Desde su curul de invitado, Pinocho escuchaba atento las diatribas de la dirigente nacional del PRI, Beatriz Paredes, excusándose de la firma del documento.

“Porque tengo la conciencia tranquila, porque hago política con altura de miras, porque valoro la capacidad de acuerdo, pero también la capacidad de disensión y la verdad, ruego que se dé lectura al texto”, dijo, pidiendo se diera a conocer el convenio que ya todos conocían.

En eso estaba el niño de la nariz larga, cuando de pronto fue alzado en vilo por su anfitriona. Los priistas querían que ocupara la curul del dirigente nacional del PAN que estaba ausente, lejos del palacio legislativo, negociando con el PRD otras alianzas electorales.

Sin embargo, la diputada Fuentes se topó con el panista Camilo Ramírez, quien tomó a Pinocho y lo arrojó al pasillo, evitando que ocupara otro asiento para seguir atento a la larga lista de oradores que se seguían acusando de mentirosos.

Del suelo, la misma diputada que lo invitó a San Lázaro recogió a Pinocho y, de nuevo en sus brazos, le buscaron un nuevo sitio.

Se le ocurrió entonces a la legisladora ponerlo exactamente detrás del coordinador de la bancada del PRI, Francisco Rojas, y un poco más atrás de la curul de Beatriz Paredes, quien escuchaba atenta las acusaciones en su contra por haber escondido el convenio también firmado –desde octubre– por el secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, y el secretario de Gobierno del Estado de México, Luis Enrique Miranda.

Pinocho estaba contento otra vez en su nueva curul. Atento escuchaba al vicecoordinador panista Roberto Gil Zuarth, quien empezó hablando de la dignificación de la política. “No aprobamos los diputados del PAN la política fiscal, la política presupuestal ni por chantajes ni a cambio de alianzas o de votos electorales. Los legisladores panistas no tienen mancha”, afirmó el panista, ante la mirada inescrutable de Pinocho.

En esas estaba el invitado especial, cuando de pronto sintió la mirada iracunda de Beatriz Paredes y Francisco Rojas. Al percatarse de su presencia por las fotos que le tomaron desde uno de los balcones, de inmediato ordenaron su retiro de la sesión.

Pinocho fue sacado en vilo del salón legislativo y ya no escuchó las elucubraciones del histriónico panista Javier Corral acusando al senador Manlio Fabio Beltrones de filtrar el convenio para dañar los planes de Peña Nieto; tampoco las del perredista Guadalupe Naranjo atacando al gobernador del Estado de México, y menos las del diputado priista César Augusto Santiago, quien recordó que desde hace mucho tiempo en la política mexicana existe la práctica secreta de los acuerdos políticos y que, gracias a ellos, algunos han llegado al poder, como Felipe Calderón.

Pinocho había escuchado lo suficiente antes de salir volando del Palacio de San Lázaro. Pero salió con su sonrisa enigmática, sabiendo que entre ciertas personas, sobre todo los políticos mexicanos, la mentira es inevitable. Y que a todos, sin que se dieran cuenta, les había crecido la nariz, pero ninguna hada madrina los podría ayudar, como sí lo ayudaron a él.

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