1.
MÉXICO, D.F., 20 de abril.- Ahora el gigante del Norte nos mira atentamente. Según aconseja el informe del Servicio de Investigaciones del Congreso estadunidense, “el Pentágono debe ampliar su papel en la lucha contra el narcotráfico” en nuestro territorio (Proceso 1745, 11 de abril de 2010). Estados Unidos ha de enviar a México más y más sofisticadas armas, más recursos económicos, más especialistas bélicos.
Como si no hubiera quedado clara la enseñanza de estos tres años de guerra: Al escalar la violencia el Estado, sin duda el narco escalará su violencia.
2.
Así que Estados Unidos armaría aún más a las fuerzas del Estado mexicano mientras el narco se armaría aún más en las armerías de Texas, de Nevada, de Arizona. Entre armas estadunidenses y armas estadunidenses nos veremos nosotros, los mexicanos, poniendo los muertos.
3.
Hay que reconocer, se apunta en el informe con particular sensitividad, que la soberanía de México se vería comprometida. “…hay opiniones de que con ello el Departamento de Defensa (estadunidense) se transforma en el dueño del control del territorio mexicano”.
4.
Casualmente, el presidente Barack Obama anunció la semana pasada que aviones ligeros sobrevolarán nuestra frontera mutua. Usemos las palabras justas: patrullarán la frontera mutua. Es decir, será la versión aérea de ese muro de concreto y equipo virtual, ese muro impenetrable que los republicanos querían para separarse de México.
Así que armas estadunidenses se enfrentarían a armas estadunidenses; en medio caerían muertos mexicanos, y aviones patrullarían la frontera para que nadie escape.
Es una trampa previsible. No una trampa planeada con maldad. Pero previsible.
5.
El problema no es si esta es una guerra justa. Nadie defiende moralmente a los narcotraficantes. Moralmente: atendiendo al bien común. Ni siquiera ellos mismos se consideran a sí mismos héroes. El problema es qué país nos dejará la guerra.
Tampoco el problema es si se puede vencer al narco al cabo de 10 o 15 años. Las dos cifras que el presidente Calderón ha mencionado, con rara ligereza, como cálculos para vencer al narco. El problema es qué país nos quedará luego de 10 o 15 años de guerra.
Un país destrozado. Con una economía destrozada. Ya no como antaño la novena del mundo, ya no como ahora la undécima, sino la número 20, la número 40.
6.
¿Pero quién diablos cree en Estados Unidos que la solución es escalar la violencia en México? ¿Quién diablos imagina que la solución es matar a otros capos, para que por cada capo muerto cinco jefecitos luchen a muerte por esa cabecera? ¿Quién no ve ya lo evidente, que pulverizar más la estructura del narco es desorganizar más su violencia y extender el caos? ¿Y quién en su sano juicio cree que los mexicanos ansiamos 15 años de guerra para evitar que la mota, el diablo encarnado, sea fumada en los soleados jardines de California?
Los militares.
Por supuesto, para los militares la respuesta es militar. Los congresistas estadunidenses deben escucharlos, pero después deben escuchar mejores estrategias. Estrategias para achicar la guerra, no para agrandarla. Para achicarla aprovechando las ventajas operativas del Estado mexicano y del Estado estadunidense, que necesariamente incluirían congelar las finanzas del narco, parar el tráfico de armas por la frontera norte y legalizar la mariguana.
Qué curioso: las tres medidas han sido catalogadas como “difíciles” de lograr en Estados Unidos. Los mexicanos debemos alertarnos: antes de cambios de importancia en Estados Unidos, a Estados Unidos le parece más fácil “ayudarnos” aumentando los arsenales de la guerra en nuestro lado de la frontera.
7.
¿Hace cuánto los congresistas estadunidenses no leen el Cuestionario Powell? Horrorizado por el pantano de sangre en que Vietnam fue convertido, Colin Powell redactó una serie de preguntas, para que su país nunca más creara y se hundiera en otro Vietnam.
¿Es claro el objetivo de esta guerra? ¿Antes de emprenderla, se agotaron los medios pacíficos para disolver el conflicto? ¿Es una guerra ganable rápidamente? ¿La población civil desea con fervor esta guerra?
Apenas algunas de las preguntas del Cuestionario Powell. Sus respuestas, en el caso de la guerra en México, son todas negativas. Y si bien nadie habla todavía de enviar tropas estadunidenses a México, convertir a México en un pantano de sangre para los soldados y civiles mexicanos debería importar igualmente a los congresistas del norte.
8.
Los estadunidenses no quieren un nuevo Vietnam. De mayor importancia para nosotros: nosotros no queremos ser ese otro Vietnam.
Luego entonces: Gracias, Estados Unidos, pero no, gracias.
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