Amalia Salas, mujer nahua del Barrio de San Cristóbal, en la delegación Xochimilco, cuestiona: “mucha fiesta con eso del bicentenario de la Independencia y del centenario de la Revolución. ¿Yo qué voy a celebrar?, si mi abuelo, que fue zapatista, me heredó mis tierras y luego vino (Carlos) Salinas y las perdí todas”.
Sin dejar de sollozar, la mujer de 73 años advierte ahora que sus chinampas también están en riesgo por los proyectos de hacer en Xochimilco un gran acuario, construir una pirámide y una carretera desde Canal de Chalco hasta Cuernavaca.
“Puro centro turístico, como han hecho en Veracruz, en Oaxaca, en Chiapas, pero nada de mejorar nuestras tierras, nuestras chinampas para sembrar maíz, frijol, calabaza, verduras. Para qué una pirámide, porque no salvan mejor la zona arqueológica de Cuahilama, que está abandonada”, reclama al participar en la mesa Reconocimiento y derechos de las mujeres de los pueblos indígenas, originarios y afrodescendientes de América Latina y el Caribe, en el encuentro organizado por el Gobierno del Distrito Federal.
Como el de Sonia, otros reclamos se hicieron escuchar en el patio del Club de Periodistas en el Centro Histórico, como el de Felisa Segundo Mondragón, quien llegó a la ciudad de México a los 9 años de San Antonio Pueblo Nuevo, municipio de San José del Rincón, en el estado de México, por un programa del gobierno para apoyar a mujeres mazahuas, pero debió sobrevivir vendiendo montoncitos de limón y aguacate en las banquetas, “porque nos decían que si no nos quitábamos nuestra ropa mazahua y no aprendíamos a hablar español no nos daban trabajo”.
Natalia Toledo Paz –hija del pintor Francisco Toledo–, presentó un texto sobre el derecho de hablar sus lenguas maternas con algunos ejemplos del zapoteco para mostrar la musicalidad, el humor, el doble sentido y la metáfora que revela la estética y poética de esta lengua, como decir “el fuego del cielo” para referirse a las estrellas, o “el día es una flor que está abriendo” para hablar de la mañana. “Mi lengua materna es el zapoteco, y fue lo primero que escuché cuando fui arrojada al mundo”, señaló.
Sin dejar de sollozar, la mujer de 73 años advierte ahora que sus chinampas también están en riesgo por los proyectos de hacer en Xochimilco un gran acuario, construir una pirámide y una carretera desde Canal de Chalco hasta Cuernavaca.
“Puro centro turístico, como han hecho en Veracruz, en Oaxaca, en Chiapas, pero nada de mejorar nuestras tierras, nuestras chinampas para sembrar maíz, frijol, calabaza, verduras. Para qué una pirámide, porque no salvan mejor la zona arqueológica de Cuahilama, que está abandonada”, reclama al participar en la mesa Reconocimiento y derechos de las mujeres de los pueblos indígenas, originarios y afrodescendientes de América Latina y el Caribe, en el encuentro organizado por el Gobierno del Distrito Federal.
Como el de Sonia, otros reclamos se hicieron escuchar en el patio del Club de Periodistas en el Centro Histórico, como el de Felisa Segundo Mondragón, quien llegó a la ciudad de México a los 9 años de San Antonio Pueblo Nuevo, municipio de San José del Rincón, en el estado de México, por un programa del gobierno para apoyar a mujeres mazahuas, pero debió sobrevivir vendiendo montoncitos de limón y aguacate en las banquetas, “porque nos decían que si no nos quitábamos nuestra ropa mazahua y no aprendíamos a hablar español no nos daban trabajo”.
Natalia Toledo Paz –hija del pintor Francisco Toledo–, presentó un texto sobre el derecho de hablar sus lenguas maternas con algunos ejemplos del zapoteco para mostrar la musicalidad, el humor, el doble sentido y la metáfora que revela la estética y poética de esta lengua, como decir “el fuego del cielo” para referirse a las estrellas, o “el día es una flor que está abriendo” para hablar de la mañana. “Mi lengua materna es el zapoteco, y fue lo primero que escuché cuando fui arrojada al mundo”, señaló.
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