WASHINGTON., 25 de septiembre (Proceso).- Los gobiernos de México y Estados Unidos permitieron la fuga del capo sinaloense más peligroso de la cárcel federal de Puente Grande, Jalisco, el 19 de enero de 2001, recién iniciado el gobierno de Vicente Fox, sostiene el periodista estadunidense Malcolm Beith en su libro cuyo título en español sería El último narco. Desde adentro, la cacería de El Chapo, el capo de la droga más buscado del mundo, (The last narco. Inside the hunt of El Chapo, the world’s most wanted drug lord) en el que traza la historia delincuencial del jefe del cártel de Sinaloa.
El volumen, que puso en circulación Grove Press el jueves 9, no sólo relata el ascenso al poder del sinaloense, también revela los nexos de algunos integrantes del gobierno de Felipe Calderón, como Genaro García Luna, titular de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP), quien ha sido investigado por Washington por sus presuntos vínculos con las bandas de narcotraficantes que operan en México y Estados Unidos.
Beith, quien ha trabajado para varias revistas de su país, como Newsweek, Foreign Policy, World Politics Review y Jane’s Intelligence Weekly, dividió su libro en 16 capítulos, en los cuales plasma los resultados de sus investigaciones e incluye entrevistas con especialistas, exfuncionarios y agentes de los dos países para retratar a su personaje en 261 páginas.
Además, el exeditor de Newsweek incluye testimonios de pobladores de Sinaloa que conocieron al personaje, así como artículos publicados por revistas y periódicos de México y Estados Unidos; y recupera información de libros sobre el tema, entre ellos Máxima seguridad, de Julio Scherer García, fundador de Proceso; Los capos, de Ricardo Ravelo, reportero de esta revista, y El cártel, del finado periodista Jesús Blancornelas.
El autor se entrevistó con el especialista en temas sobre seguridad nacional Samuel González Ruiz, quien durante los primeros años del foxismo se desempeñó como asesor interregional para asuntos de justicia penal en la Oficina de las Naciones Unidas para las Drogas y el Delito.
“El exfiscal federal Samuel González Ruiz considera que fue gracias a su astucia que El Chapo logró escapar de la prisión
–sin mencionar la corrupción gubernamental–, argumentando además que el plan de la fuga se venía haciendo desde hacía varios años” escribe Beith.
El Chapo, agrega González Ruiz, envío a su cuñado a negociar un acuerdo con el gobierno de México y con la DEA.
–¿Hubo negociaciones serias, presión? –le pregunté al cuñado, comenta el entrevistado a Beith.
Y agrega: “El Chapo eventualmente ofreció entregarles a los hermanos Arellano Félix. Los estadunidenses cayeron en la trampa. Y él se impuso a la embajada de Estados Unidos. Es muy inteligente”.
Pero el gobierno estadunidense niega estas afirmaciones, dice que son falsas, remata el autor de El último capo.
Según él, la fuga del sinaloense es apenas una pizca de lo que llama “el poder de corrupción” que ejerce el narcotráfico en México. El autor sostiene que el titular de la SSP, Genaro García Luna, ha sido mencionado en varias ocasiones:
“Un testigo federal declaró ante la PGR que García Luna y otros han recibido regalos –yates y casas– de parte del Chapo a cambio de información. Nada de esto se ha probado”, anota en el capítulo 10, titulado Ley y desorden. En el mismo apartado escribe: “Para el gobierno de Estados Unidos siempre ha sido un reto extremo saber en quién confiar dentro del gobierno de México. El monopolio de poder de García Luna en la guerra contra las drogas no ha ayudado a la cooperación internacional. No existe un sistema de rendición de cuentas para el intercambio de información de inteligencia.
“Anthony Placido, jefe de Operaciones de Inteligencia de la DEA, dice: ‘No soy lo suficientemente ingenuo para decir que es posible que García Luna o cualquier otro sea un corrupto; pero en la DEA no tenemos las pruebas (smoking gun), y estoy seguro de que Calderón los eliminaría (si fuera el caso)”.
La evolución del capo
Durante su reclusión en el penal federal de Puente Grande, escribe Beith, Guzmán Loera impuso su ley desde que llegó a las instalaciones. Pagaba de 100 a 5 mil dólares por mes a los guardias y a los custodios; gran parte de ellos estaban a su servicio.
En la cárcel, sostiene Beith, El Chapo se enamoró de Zulema Yulia Hernández, una expolicia que también purgaba una condena en Puente Grande. Y cita fragmentos del libro Máxima seguridad, escrito por el fundador de este semanario: “Joaquín y yo nos identificamos porque yo estaba en el mismo lugar que él… Vivíamos el mismo infierno… queríamos fundirnos en el sexo, en nuestras manos; bocas. Fumarnos el alma, al tiempo… y él sabía que yo sabía”.
Beith relata que Guzmán Loera surgió de las bandas del narcotráfico que operaban en la sierra de Sinaloa en la década de los setenta, entonces lideradas por Miguel Ángel Félix Gallardo, El Padrino; Ernesto Fonseca, Don Neto. A ellos los sustituyó, la década siguiente, Rafael Caro Quintero, sostiene el periodista.
Narra: “Después de su fuga de Puente Grande, El Chapo encabezó una transición mesurada en su organización para adecuarla a la era de internet. Contrató a un contador para que digitalizara todos los documentos sobre el manejo de su organización.
“Se piensa que siempre lleva una computadora portátil consigo y envía correos electrónicos a sus subordinados. Incluso suele chatear en la red, pues prefiere ese medio a las llamadas telefónicas. En las sierras de Sinaloa, su gente busca en la red las últimas historias sobre su jefe.”
En algún momento El Chapo llegó a tener a 150 mil personas trabajando en operaciones del trasiego de las drogas hacia Estados Unidos, puntualiza Beith. En Estados Unidos, el gobierno federal ofrece una recompensa de 5 millones de dólares a quien proporcione información que ayude a su captura, recuerda Beith a los lectores, aunque admite que, a nueve años de la fuga de Puente Grande, no hay muchas esperanzas de recapturar al maestro de la estrategia, como lo denomina Beith en su libro.
Y acota que en México “se puede comprar a cualquiera”: “En una ocasión se reportó que El Chapo había sido arrestado en la Ciudad de México. En las oficinas policiacas levantó un portafolios y lo colocó sobre el escritorio del jefe. Dentro había 50 mil dólares en efectivo. Minutos después el capo estaba fuera.
“En otra ocasión, el jefe de la policía del estado de Jalisco recibió un regalo de 1 millón de dólares y cinco automóviles todoterreno. El acuerdo con El Chapo era que el jefe policiaco y su gente tenían que autorizar el aterrizaje de un par de aviones cargados de cocaína.”
Considerado por las autoridades estadunidenses como el responsable de la guerra entre los cárteles del narcotráfico por el control de las plazas en México, Beith señala que gracias a sus nexos con sus pares colombianos y a sus tácticas maestras para meter todo tipo de drogas al territorio estadunidense, El Chapo goza de gran poder. Su especialidad, dice, son los narcotúneles que, según versiones de algunos testigos protegidos citados por Beith, “fueron diseñados por el arquitecto Felipe de Jesús Corona Verbera, el único que le habla de tú al capo”.
La historia íntima
El último capo cuenta algunos aspectos de la vida personal de El Chapo, nacido en la pobreza en la localidad de La Tuna, en Badiraguato, Sinaloa, así como las relaciones con su madre y sus hermanos; sus esposas y amantes; amigos y socios; su desprecio por la vida de sus enemigos; el cariño a sus hijos; su delirio por las armas; su manera de vestir, y su habilidad para el baile, así como su preferencia por la música interpretada por bandas gruperas.
Beith cuenta la “cuarta boda” de El Chapo, la del 2 de julio de 2007, con la adolescente Emma Coronel Aispuro, de 18 años y sobrina de Nacho Coronel. El relato se basa en el reportaje Y el capo mayor se casó con Emma I…, de Patricia Dávila (Proceso 1609).
“La revelación de la boda del Chapo fue otra bofetada para las autoridades mexicanas”, subraya Beith, quien viajó a Badiraguato, donde se entrevistó con personas que conocieron a Guzmán Loera.
Menciona también a la revista Forbes, que lo considera “uno de los hombres más ricos del planeta”. Beith indica que el sinaloense y sus socios ganan miles de millones de dólares al año por la venta de drogas en Estados Unidos y otras partes del mundo.
La organización del Chapo “opera en Centroamérica, y controla la producción de cocaína en Bolivia y Perú”, así como la venta de drogas sintéticas en Sudamérica y en países europeos: Portugal, España, Alemania, Italia, Polonia, Eslovaquia y la Republica Checa.
“A principios de 2010 la policía en Egipto desmanteló un laboratorio para procesar cocaína que era manejado por mexicanos (conejos, como se les dice en esta parte del mundo a los operadores de los cárteles mexicanos)”, machaca Beith, para destacar que el cártel de Sinaloa también opera en África y en Asia:
Cuenta también que un agente de la DEA le aseguró: “lo vamos a atrapar”, mientras tomaban una cerveza en un bar de México. El agente se dijo convencido de que “un día El Chapo va a ser detenido en su propia tierra: en la sierra de Sinaloa o en la de Durango”, pues la DEA, expuso, “considera que con el desmantelamiento de la organización de los Beltrán Leyva, El Chapo perdió su red de seguridad”.
En el último capítulo, Beith concluye: Guzmán Loera no confía en nadie. Al único que escucha es al Mayo (Ismael Zambada García). En Sinaloa quedan tres verdaderos capos: El Chapo, El Mayo y El Azul (Juan José Esparragoza Moreno), el discreto asesor que siempre actúa en las sombras.
Dice que incluso se han hecho apuestas sobre quién de los tres caerá primero y quién será el último narco. Pero en Badiraguato los lugareños insisten en que nunca van a atrapar al Chapo, el verdadero jefe de jefes. l
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