
Anne Marie Mergier
PARÍS, 6 de diciembre (Proceso).-   Es  oficial. El pasado 30 de noviembre, la Interpol reconoció que el  activista australiano Julian Assange está en su lista roja. La orden de  detención internacional y de extradición lanzada contra el fundador de  WikiLeaks por la justicia sueca está vigente en los 188 países miembros  de Interpol.
Rick Falkvinge, líder del Piratpartiet de  Suecia –que alberga parte de los archivos de WikiLeaks–, no puede  creerlo. En conversación telefónica con la corresponsal considera que la  actuación errática de la justicia sueca “ridiculiza a su país y plantea  preguntas serias sobre su independencia”.
Los hechos son,  por lo menos, extraños. El pasado 18 de agosto, un mes después de las  filtraciones de los informes secretos estadunidenses sobre la guerra en  Afganistán, dos suecas acusaron por separado a Assange: una por  violación, otra por acoso sexual.
El 21 de agosto la justicia sueca cerró la  investigación por falta de pruebas. En septiembre la volvió a abrir. El  18 de noviembre, después de la filtración de los documentos sobre  Afganistán y justo antes de la correspondiente a los informes  diplomáticos estadunidenses, la procuradora sueca Marianne Ny lanzó una  orden internacional de detención y extradición contra Assange.
Björn Hurtig, abogado del activista australiano, apeló de  inmediato la decisión. Su recurso fue desestimado. El 30 de noviembre  volvió a apelar, esta vez ante la Corte Suprema de Suecia, que el jueves  2 confirmó la orden de detención y extradición.
Falkvinge  –quien en agosto pasado ofreció una rueda de prensa en Estocolmo para  hacer público su apoyo a Assange, que por cierto acudió a este acto– se  dice muy preocupado por el futuro del australiano y aclara que no tiene  la menor idea de su paradero actual, si bien, el jueves 2 medios de  prensa sostuvieron que la policía de Gran Bretaña lo tiene localizado en  ese país.
El 11 de noviembre pasó dos horas en  Londres con un periodista de la revista Forbes de Estados Unidos.
Dos días después, mientras el Consejo de los Derechos Humanos  de las Naciones Unidas examinaba el informe sobre Estados Unidos en esa  materia, Assange denunció las presiones crecientes que ejercía  Washington en su contra. Lo hizo rodeado de guardaespaldas y ante  decenas de reporteros que acudieron al selecto club suizo de prensa, en  Ginebra. 
Expresó: “En lugar de investigar los abusos  cometidos por sus fuerzas armadas en Afganistán e Irak, las autoridades  estadunidenses han adoptado una actitud agresiva contra mi  organización. La amenazan públicamente y buscan destruirla”.
También  dijo que reflexionaba sobre la posibilidad de pedir asilo político en  Suiza. Las autoridades helvéticas guardaron silencio. Luego Assange  apareció de nuevo en Londres. Se desvaneció cuando se empezó a especular  que la Interpol tenía una orden de captura en su contra.
¿Quién  aceptará hospedar al fundador de WikiLeaks? 
El  30 de noviembre, Kintto Lucas, viceministro de Relaciones Exteriores de  Ecuador, anunció que su país lo recibiría con los brazos abiertos. Al  día siguiente el presidente Rafael Correa se apuró a desmentirlo. 
Conforme pasan los días se vuelve más compleja la situación de  ese australiano de 39 años que en 2006 emprendió una cruzada en favor  de la “transparencia informativa total”.
 Enredo  jurídico
 A finales del pasado julio el Pentágono y  el Departamento de Justicia de Estados Unidos iniciaron una  investigación penal sobre la filtración de los informes militares  relativos a la guerra de Afganistán. Argumentaron que WikiLeaks violó  una ley sobre espionaje de 1917. Pero desde entonces tropiezan con un  auténtico enredo jurídico.
Expertos del Servicio de Investigación del  Congreso afirman que los casos de filtraciones de información en la  prensa no suelen ser tratados como delitos en Estados Unidos. Y  recuerdan que los grandes medios de comunicación estadunidenses avisan  al gobierno cuando tienen documentos explosivos. Junto con importantes  funcionarios revisan su autenticidad y analizan su grado de peligrosidad  para la seguridad nacional.
En julio, octubre y noviembre el diario  The New York Times consultó al gobierno antes de publicar los documentos  que le entregó WikiLeaks. En cambio la página web no lo hizo. De ello  se queja Washington, que no explica por qué un portal internacional  tendría que respetar las reglas del juego que se crearon tácitamente  entre el gobierno y los medios de comunicación de Estados Unidos.
Expertos citados por The Wall Street Journal aseguran que sólo  se podrá perseguir judicialmente a WikiLeaks si se logra comprobar que  esa organización “incitó con pleno conocimiento de causa” al soldado  Bradley Manning a sustraer los documentos. El Pentágono inició un  proceso marcial contra Manning. Lo acusa de haber filtrado todos los  documentos sobre Irak, Afganistán y las relaciones diplomáticas  estadunidenses. 
Pero perseguir a WikiLeaks no implica  perseguir de manera automática a su fundador, quien es australiano y  actúa fuera de Estados Unidos.
El gobierno de Australia se dice  totalmente dispuesto a colaborar con su par estadunidense, pero tampoco  tiene muchas armas judiciales contra Assange, quien opera fuera de su  país de origen y no representa hasta ahora amenaza alguna para su  seguridad nacional.
El 29 de noviembre, la justicia de ese  país creó una comisión para investigar si la filtración de los informes  diplomáticos violaba sus leyes.
En su edición del 27 de octubre, el diario  suizo Le Temps difundió que presuntamente Assange había sido amenazado  por un importante funcionario australiano, quien le habría dicho:  “Decidiste jugar fuera de las reglas; entonces, tu caso también será  tratado fuera de las reglas”.
Ruptura 
 Empujado a la clandestinidad, Assange tiene  que enfrentar otros problemas. WikiLeaks es objeto de frecuentes y  violentos ataques cibernéticos que perturban su funcionamiento.
Por si eso fuera poco, uno de sus más cercanos colaboradores  acaba de romper públicamente con él y ahora lo critica con vehemencia:
Daniel Domscheit-Berg encabeza un pequeño grupo de opositores  en el que está la diputada islandesa Birgitta Jonsdottir. Inspirada por  Assange, ella logró que el parlamento de su país adoptara una ley muy  progresista de protección a la libertad de expresión. Jonsdottir  advierte en su sitio de internet que no desea hablar de esa ruptura.
En cambio, Domscheit-Berg –alemán de 32 años, periodista de  investigación que vive en Berlín y fue vocero de WikiLeaks– es  inagotable. Explica que los primeros enfrentamientos con su examigo  surgieron a raíz de la publicación de los informes sobre Afganistán. 
Según Domscheit-Berg, quien usaba el nombre de Daniel Schmitt  para hablar ena nombre de WikiLeaks, Assange descuidó la  confidencialidad de las fuentes al no borrar nombres de colaboradores de  la milicia estadunidense.
En una larga entrevista con el diario The  Australian publicada el pasado 28 de septiembre, Domscheit-Berg denuncia  “el culto a la personalidad” y “el autoritarismo” de Assange, quien  –sostiene– maneja el sitio de internet como si fuera su juguete. 
Recalca: “Pasé tres años en WikiLeaks. Invertí en esa aventura  mucho tiempo y mucho dinero. Vi cómo crecía y crecía. Todo fue  demasiado rápido”.
Según él, la ruptura con Assange ocurrió a  mediados de septiembre, después de las acusaciones por delitos sexuales  que la justicia sueca lanzó contra el australiano. Domscheit-Berg  asegura que advirtió a su amigo que la situación se tornaba peligrosa y  que debía optar por un perfil bajo.
Afirma: “Consideró  mi opinión como un ataque y me dio de baja al instante. Me acusó de  insumisión y deslealtad (…) El hecho de que Julian pueda despedirme así  nada más dice mucho sobre la evolución de WikiLeaks”.
Otro  tema de tensión entre ambos fue la lucha casi obsesiva de Assange  contra Estados Unidos. A Domscheit-Berg le hubiera gustado filtrar  también otro tipo de documentos. Pero Assange no lo permitió. 
Junto con una decena de ciberactivistas del Chaos Computer  Club, poderosa comunidad alemana de hackers, Domscheit-Berg se apresta a  lanzar una nueva página web de filtraciones de documentos secretos que  “respetará los ideales que abandonó WikiLeaks y competirá con él”. 
Según el periodista alemán, ese nuevo sitio tendrá estatuto  jurídico de fundación, su sede se encontrará en Alemania y su consejo de  administración será perfectamente identificable.
La  ruptura causó revuelo en internet. No faltan quienes acusan a  Domscheit-Berg de ser manipulado por el FBI. Pero también empiezan a  pulular internautas conspiracionistas que consideran a Assange como un  juguete de la CIA. Otros califican como una “traición” a la causa  cibernética su colaboración con los grandes medios impresos  internacionales y las concesiones que les otorgó. 
En  la entrevista que sostuvo en Londres el pasado 11 de noviembre con Andy  Greenberg, periodista de Forbes, Assange explicó que a lo largo del año  en curso dio prioridad a la publicación de materiales militares por  considerarlos más impactantes. 
Anunció que a principios de 2011 va a  filtrar documentos demoledores sobre el sector privado, empezando por un  gran banco estadunidense, que no identificó. También advirtió que  WikiLeaks cuenta con una enorme cantidad de informes explosivos sobre la  clase política y el mundo de los negocios de Rusia.
Enfatizó:  “Empezamos a recibir un montón de filtraciones de Rusia justo después  de que el FSB (el servicio secreto ruso) aseguró que no nos temía y que  era capaz de destruirnos”.
Interrogado sobre su experiencia como  hacker a principios de los años noventa en Australia, Assange perdió un  poco la paciencia.
“Me exaspera ver que actualmente la prensa  me sigue presentando como un pirata cibernético. No me avergüenza haber  sido hacker. Por el contrario, me enorgullece. Pero sé perfectamente  bien por qué se me sigue definiendo como pirata.
“Ya  han pasado casi 20 años. Me desempeñé como editor y en muchas  oportunidades como periodista. Pero se busca deliberadamente  descalificarnos como editores o como periodistas para quitarnos toda  protección legal. Es por eso que dicen que lo que hacemos es pura  piratería cibernética. Se busca apartarnos del resto de la prensa y de  su protección legal”.
Minimizó su ruptura con Domscheit-Berg y  el impacto de la Iniciativa Islandesa de Medios Modernos, proyecto de  leyes defendido por Jonsdottir que podría convertir a Islandia en el  país que más protege la libertad de expresión.
Explicó:  “Las organizaciones con las cuales nos enfrentamos no respetan las  leyes. Las agencias de inteligencia mantienen las cosas secretas porque a  menudo violan las leyes y los códigos de buena conducta”. 
Enfatizó:  “Nuestra principal defensa no es la ley, sino la tecnología”.
Al final de la entrevista Assange reconoció que hasta la fecha  WikiLeaks ha tenido pocas filtraciones sobre lo que llama “la industria  de la inteligencia”.
Recalcó: “Las penas con las que se castiga  a quienes filtran información sobre inteligencia son muy severas (…)  Para controlar a la gente basta aterrarla. La CIA como institución no  teme realmente a uno que otro agente que filtra información. Lo que teme  es que la gente sepa que se pueden filtrar cosas sin correr mayores  riesgos. Si eso ocurre, la CIA perderá el control”.
Y  concluyó: “La estrategia de WikiLeaks es totalmente opuesta a la de las  agencias de inteligencia. Una frase resume nuestra posición: el valor  es contagioso. Demostrar que unos individuos pueden filtrar datos  importantes y seguir viviendo normalmente es un formidable incentivo  para mucha gente”.
¿Qué efecto tendrá sobre los eventuales  informantes de WikiLeaks la satanización y el acoso judicial contra  Assange? 
La lucha de David contra Goliat apenas se  inició.  l
Fuente:  Proceso 

 
 
 
 







 
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