domingo, enero 16, 2011

Túnez: colapso neoliberal, alza alimentaria y revuelta Facebook de desempleados universitarios

¡Pónganse a temblar, países totalitarios!

Bajo la Lupa
Detención de un manifestante poco antes de la domisión de Zine Abidine Bin Ali al gobierno de Túnez, el viernes pasadoFoto Ap


Si en Túnez –país apacible, moderno con economía liberalizada, muy educado y uno de los más moderados del mundo árabe de 25 países y territorios, ya no se diga, del mundo islámico en general de 57 países–, su régimen tiránico pudo ser derrocado en tan sólo tres semanas por la valiente protesta universitaria y su legión de desempleados, ergo, cualquier país del planeta puede sucumbir sin excepción a la nueva rebelión juvenil global, que ya habíamos anticipado (ver Bajo la Lupa, 1/4/09 y 2/6/10), como consecuencia del desplome del pernicioso modelo neoliberal, al unísono de la decadencia de EU y su caduco orden unipolar.

¿Quiénes alucinaron que las revoluciones habían sido aniquiladas por las fuerzas esotéricas y barbáricas del mercado neoliberal?

La injusticia atroz de las fuerzas del mercado –es decir, su bancocracia delincuencial: los banksters quienes dominan el sistema financiero y económico global desde Wall Street y la City, y propician el alza especulativa de los alimentos (¿Desató Goldman Sachs la guerra alimentaria global?, Bajo la Lupa, 4/8/10)– está resultando la gran catalizadora de la revuelta exquisitamente juvenil que se está desatando en todo el planeta y ha alcanzado inverosímilmente hasta las calles de Londres –como si los jóvenes desempleados europeos fueran diferentes a sus similares de la periferia explotada.

La historia se repite vengativamente en la antigua Cartago ahora con la novedad tecnológica del momento (Facebook) que usan los desempleados universitarios para contrarrestar la represión gubernamental y el control neoliberal de sus multimedia desinformativos.

La revolución del jazmín en Túnez ha seguido hasta ahora la secuencia de la Revolución Francesa 221 años atrás: alza de los alimentos, revuelta de los desempleados universitarios (los sans-culotte del siglo XXI, los ninis mexicanos) y fuga del monarca republicano Zine Abidine Bin Ali (de un reinado represor de 23 años) con su María Antonieta magrebina: su esposa Leila Trabulse, ex peinadora y trepadora social, quien con su siniestra familia concentró una buena tajada de la riqueza nacional y las privatizaciones neoliberales a costa de las privaciones y hambruna generalizadas, cuya cleptocracia fue expuesta por Wikileaks.

Falta ver si habrá decapitación regicida en la Bastilla tunecina y si luego afloran los jacobinos magrebinos. Porque las revoluciones –sobre todo, las espontáneas y acéfalas–, también se pueden pervertir y quedarse en mera catarsis colectiva coyuntural sin programa para el futuro.

La revolución del jazmín y su celeridad pasmosa han cautivado al mundo árabe de 360 millones, gracias a la estupenda cobertura de la televisora qatarí Al-Jazeera.

Su etiología –en el diminuto país magrebino (163 mil 610 kilómetros cuadrados y 10.5 millones de habitantes) relativamente próspero– fue el alza de los alimentos y la gasolina en medio del desempleo masivo que flagela a sus universitarios y a su clase media, una de las mejor educadas del mundo árabe (con libaneses y palestinos) que ostenta un envidiable lugar 17 mundial en su calidad del sistema de educación superior, según el Reporte de competitividad global (del neoliberal Foro Económico Mundial de Davos).

Su detonador fue la inmolación de Muhamed Buazizi, hoy icono de la revolución del jazmín: universitario desempleado (ya suena a pleonasmo) de 26 años, a quien la policía confiscó las frutas y verduras que vendía por carecer de permiso, en la ciudad central de Sidi Buzid, lo cual dejaba sin sustento a su familia.

La inmolación de Buazizi, imitada por otros suicidios juveniles contestatarios, constituyó la metáfora de la muerte en vida de los universitarios desempleados quienes perdieron el miedo y protestaron en las calles durante tres semanas, pese al uso desproporcionado de la fuerza (120 muertos) por una policía de corte medieval –significativamente reprobada por el ejército–, para conseguir la fuga del tirano republicano apoyado hasta el último segundo por EU y Francia, quienes en un día perdieron a importantes aliados en dos países de origen fenicio en el mar Mediterráneo: Líbano (la eyección del primer sunnita Saad Hariri por el bloque de los chiítas de Hezbollah y los cristianos del general Michel Aoun) y Túnez.

Es la primera vez en la historia moderna del mundo árabe que un tirano es derrocado por las protestas callejeras, lo cual, a juicio de varios analistas, puede provocar un efecto dominó en la región.

El mundo árabe en su conjunto atraviesa por una de las peores crisis de su historia moderna. Sin contar las transiciones sucesorias (Arabia Saudita, Bahrein, Kuwait, etcétera), de sus 25 países y territorios llevo la contabilidad de 11 convulsiones, de diferente etiología y sincronía: desde guerras foráneas (Irak y Yemen), pasando por protestas callejeras a las exorbitantes alzas alimentarias (Argelia, Marruecos, Egipto, Libia y Jordania), hasta balcanizaciones (Sudán y Somalia) y vulcanizaciones (Líbano y Palestina).

Quienes posean petróleo podrán compensar hasta cierto punto las alzas alimentarias, mientras quienes carezcan del oro negro es probable que sucumban a las protestas de poblaciones demográficamente a mayoría juvenil dispuestas a ofrendar sus vidas en revoluciones de supervivencia (específicamente de hambruna), más que genuinamente democráticas.

El analista cristiano estadunidense-palestino-jordano Rami G. Khouri (The Daily Star, 15/1/11) se centra en tres modelos de acción política y cambio a seguir –Sudán, Líbano y Túnez– que comparten un problema común: el existente orden político y económico en el mundo árabe es inestable e insostenible porque no satisface a la mayoría de sus ciudadanos.

Elaine Ganley y Bouazza Ben Bouazza (Ap, 11/1/11) colocan en relieve que los jóvenes desempleados usan el Facebook para coordinar su revuelta en Túnez, país islámico reputado moderado y símbolo de la modernidad, pero incapaz de brindar oportunidades a sus jóvenes. ¿Para qué sirve, entonces?

Insisten en que su modernidad alcanzó a sus mujeres, quienes tienen derecho a iniciar el proceso de divorcio y se les prohíbe portar el velo en lugares públicos (a diferencia de las islámicas tradicionales).

Bin Ali, monarca republicano depuesto, y la familia de su ambiciosa cónyuge (el cártel gansteril de los Trabulse), se olvidaron que un país que aniquila a sus jóvenes apuesta a su inmolación futura y, en este caso, a su propio suicidio en forma expedita.

En entrevista televisiva a Russia Today (10/1/11), Gerald Celente, prospectivista y fundador de Trends Research Institute, consideró que 2011 será el año de la revuelta de los jóvenes mediante Internet.

El peor error de juicio consiste en pretender que la revolución del jazmín y sus inmolaciones regenerativas están confinadas al mundo árabe.

El futuro se rebela y revela al pasado y al presente inviables: hoy el paradigma tunecino se encuentra en los cuatro rincones del planeta como expresión inevitable de la revuelta global de los desempleados juveniles desde México hasta Camerún.

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