Coches bomba en ciudades mexicanas y declaraciones e “informes” en los que se afirma que el narcotráfico atenta contra la seguridad de todo el continente precedieron la más reciente visita de Hillary Clinton a México.
Vino a imponerle al gobierno de Felipe Calderón más agentes de inteligencia y una “fuerza de tarea” compuesta por efectivos estadunidenses, a decir de un grupo de generales y coroneles en activo del Ejército Mexicano, quienes solicitan “por el momento” que sus nombres no sean revelados por temor a represalias al interior de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena).
Luego de la visita, las declaraciones de funcionarios estadunidenses acerca de la “peligrosidad” del narcotráfico se multiplicaron y se advirtió que tropas de Estados Unidos podrían cruzar la frontera. El punto más álgido de las demandas ocurrió después del ataque a dos elementos de la Agencia de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) en San Luis Potosí. Uno murió.
Un general de división en activo, que actualmente ocupa un alto cargo en la Sedena, señala que muchos de los actos violentos en territorio nacional son inducidos para que la sociedad mexicana acepte la intervención. La propia Sección Segunda del Ejército, encargada de inteligencia militar, habría encontrado indicios de que la CIA realiza actividades de desestabilización en el país.
Las presiones de la delegación que visitó México el 24 de enero pasado –y que estuvo encabezada por la secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton– fueron tan intensas que obligaron a Felipe Calderón a abrir un espacio en su agenda. Los funcionarios estadunidenses sólo se reunirían con la secretaria de Relaciones Exteriores, Patricia Espinosa; pero el mismo día de la visita se anunció que Clinton y su comitiva también serían recibidas en Los Pinos.
“México no puede”, el pretexto
Clinton fue precedida por una serie de declaraciones de funcionarios estadunidenses en las que cuestionaban la solvencia de las instituciones mexicanas para enfrentar la “amenaza” del narcotráfico. El 12 de enero, el presidente del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, almirante Michael G Mullen, había externado su “enorme preocupación” por la capacidad de violencia de los cárteles mexicanos de la droga. En conferencia con la prensa extranjera acreditada en Washington, había dicho que “la severidad del problema” del narcotráfico se mide, “de manera trágica y triste”, por las miles de vidas que se han perdido (en México) en años recientes”, y que suman más de 35 mil.
El principal asesor del presidente de Estados Unidos en materia de seguridad nacional entonces destacó que el gobierno de Barack Obama está interesado en seguir ayudando a la administración de Felipe Calderón. “Queremos hacer todo lo que podamos, reconociendo, tristemente, que esto va a tomar tiempo”.
Incluso, Mullen habló de lo que hasta ahora ha sido la participación de Estados Unidos en la “guerra” contra el narcotráfico: “Por el lado militar, nosotros hemos estado involucrados principalmente en entrenar y dar apoyo. Hay aspectos de esta guerra contra las drogas que son muy similares al tipo de cosas que hemos visto en guerras en las que hemos estado involucrados”.
Una semana después, el 21 de enero, el portavoz del Departamento de Estado, Philip Crowley, declaró, sin ambages, que los cárteles del narcotráfico de México son una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos. En conferencia de prensa, señaló: “No creo que el tema sea si la estabilidad de nuestra sociedad está en riesgo, pero ciertamente es una amenaza a la seguridad nacional”.
Además, describió a las bandas del narcotráfico como fuerzas que pueden desafiar a los Estados: “Estas organizaciones criminales internacionales poseen bienes, armas y personas que pueden ser un reto para cualquier fuerza de seguridad”.
A tres días de la llegada de Clinton a México, el Departamento de Estado mandó un mensaje claro: en la “guerra” que se libra en territorio mexicano, podrán participar otras naciones: “El nivel de violencia que han traído a México y otros sitios (los cárteles de la droga) es un reto que no es exclusivo para México y Estados Unidos. Ciertamente, debe ser parte de un diálogo de seguridad nacional”.
La pinza se cerró un día después: un coche bomba estalló en Tula, Hidalgo. En el lugar, murió el comandante del Grupo Tula de la Coordinación de Investigación de Hidalgo, Víctor Manuel Peña Pérez; quedaron destrozados completamente el carro que contenía el explosivo y un Jetta blanco en el que viajaban los policías. El clima previo a la llegada de Hillary Clinton parecía corroborar las declaraciones de los funcionarios estadunidenses.
La visita
Durante su visita, Clinton aseveró públicamente que México no tiene otra alternativa que seguir con la estrategia de Calderón. Lanzó elogios al “liderazgo” del presidente mexicano y dijo que las Fuerzas Armadas de este país han avanzado en el respeto a los derechos humanos.
Pero no dijo a lo que realmente vino, explican los militares y coroneles que buscaron a Contralínea desde mediados del año pasado para externar el malestar que existe entre un sector del Ejército Mexicano por lo que consideran una sumisión total del gobierno de Felipe Calderón a los intereses de Estados Unidos.
“Clinton vino a imponer más agentes de sus agencias que ya están funcionando en México”, es decir, la ICE, la agencia antidrogas (DEA, por sus siglas en inglés), la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés), la Oficina Federal de Investigación (FBI, por sus siglas en inglés), la Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF, por sus siglas en inglés) y el Pentágono. “Pero también vino a imponer una ‘fuerza de tarea’ compuesta por efectivos de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos que van a realizar operativos en territorio mexicano”.
A decir del grupo de militares, la “fuerza de tarea” estadunidense trabajaría de manera “conjunta” con las Fuerzas Armadas mexicanas y se desplazarían, como primer objetivo, por las ciudades fronterizas. Luego del “éxito” que obtendrían, se utilizarían en las “zonas más conflictivas” de México.
Estela de declaraciones… y violencia
Dejó Clinton el país, pero el discurso de que México sucumbirá al narcotráfico si no es “ayudado” por Estados Unidos se intensificó. El 27 de enero, el Congreso estadunidense publicó un informe en el que señala que su vecino del Sur se encuentra inmerso en una “crisis de seguridad sin precedentes”, que es posible que sea vencido por lo que llamó “terrorismo doméstico” y que el crimen organizado le disputa a las autoridades el monopolio del uso de la fuerza y de la ley. El informe, elaborado por el Congressional Research Service, también criticó la corrupción generalizada en las instituciones mexicanas.
Pero el 8 de febrero un funcionario de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos dijo abiertamente que tropas de ese país podrían cruzar la frontera con México. Joseph Westphal, subsecretario del Ejército estadunidense, advirtió sobre la posibilidad de que soldados estadunidenses fueran a combatir la “insurgencia” de los cárteles de la droga “sobre nuestra frontera o de tener que enviarlos a cruzar esa frontera”.
Horas más tarde, el funcionario trató de corregir sus declaraciones. Pero el mensaje se había dado. El servidor público estadunidense había dicho también que el narcotráfico podría instalarse en el poder en México si Estados Unidos no hacía algo para impedirlo.
Las presiones sobre México continuaron. Un día después, Janet Napolitano vinculó a Los Zetas con la organización terrorista Al Qaeda. La secretaria del Interior del gobierno de Barack Obama declaró, en una audiencia del Congreso estadunidense, que el grupo que encabeza Osama bin Laden podría usar las redes de los narcotraficantes mexicanos para atacar Estados Unidos. Luego dijo que no hablaría más del tema en una audiencia abierta y que podría hacerlo sólo en sesiones a puerta cerrada.
El 10 de febrero, fue el turno del jefe de la Inteligencia de Estados Unidos, James Clapper. Señaló que la violencia que se produce en México atenta de tal manera contra la seguridad de Estados Unidos que “recientemente hemos elevado todo este tema a la categoría uno, la cual es la más alta”.
Clapper dio al traste con los argumentos de quienes veían imposible una intervención militar en México porque Estados Unidos tenía “otras prioridades”.
Clapper definitivamente descartó que las fuerzas mexicanas puedan controlar el problema del narcotráfico. “Las capacidades militares y policiales [de México] en conjunto permanecen inadecuadas para romper las organizaciones traficantes y contener la violencia criminal”, dijo.
Las presiones públicas y privadas que el gobierno de Estados Unidos ejerce sobre el gobierno de Calderón se han agudizado con el ataque del 15 de febrero a dos “agentes especiales” de la ICE en San Luis Potosí. El policía Jaime Zapata murió. Su compañero Víctor Ávila fue gravemente herido.
La posición oficial de Estados Unidos ante el hecho no se hizo esperar. Janet Napolitano advirtió: “Que no quede duda, cualquier acto de violencia contra el personal de la ICE o de cualquier miembro del Departamento de Seguridad Interna es un ataque contra todos aquéllos que sirven a nuestra nación y ponen en riesgo su vida por nuestra seguridad. La totalidad de los recursos de nuestro departamento está a disposición de nuestros socios mexicanos en esta investigación. Nos mantenemos comprometidos a dar el más amplio apoyo a los esfuerzos de México por combatir la violencia dentro de sus fronteras”.
Un día después, agentes de la FBI ya estaban en San Luis Potosí investigando los hechos. De acuerdo con una nota de María Guadalupe González, publicada en el diario La Jornada el 17 de febrero pasado, a la entidad llegaron funcionarios de alto nivel de la Secretaría de Seguridad Pública federal y la Procuraduría General de la República, “así como un grupo de tarea comandado por la FBI”.
Incluso, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, prometió que su gobierno atraparía a los culpables. El día 16 se comunicó con la familia del agente asesinado para expresarle sus condolencias; pero también les garantizó que su gobierno llevará ante la justicia a los responsables, de acuerdo con Nick Shapiro, vocero de la Casa Blanca.
Los militares reafirman lo declarado a Contralínea el año pasado, publicado en la edición 209 del 21 de noviembre de 2010: existe un plan injerencista llevado a cabo por Estados Unidos y al que se ha sometido el gobierno de Felipe Calderón. Gran parte de la violencia es provocada para que las instituciones castrenses y la sociedad mexicana acepten no sólo que agentes estadunidenses trabajen en México, sino que, incluso, efectivos militares ingresen a “combatir” a los cárteles de la droga.
El grupo de militares y coroneles, entre los que se encuentran algunos adscritos a la Sección Segunda del Ejército (inteligencia), señala que punto por punto se ha cumplido ese plan ante la pasividad de las autoridades mexicanas. Señala que la violencia inducida puede incrementarse para que el país esté en la situación de aceptar la “ayuda” venga de donde venga.
No se permitirá el ingreso de tropas de Estados Unidos: militares retirados
“Puede suceder algo desastroso para nuestro país: la penetración de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos so pretexto de combatir el narcotráfico”, dice a voz en cuello un general de división en retiro desde el Campo Marte, en la ciudad de México. Un público de alrededor de 50 personas, entre las que se encuentran otros 10 generales y cinco coroneles retirados, lo escucha.
Advierte que de ocurrir la entrada de tropas estadunidenses en el país, “grandes contingentes de todos los niveles de la Armada de México no cooperarán con los invasores. Y grandes contingentes del Ejército y Fuerza Aérea mexicanos, desde soldados hasta generales de división, se opondrán abiertamente a los invasores con el apoyo de millones de mexicanos de todo el país”.
Se trata del general de división diplomado del Estado Mayor, en retiro, Roberto Badillo Martínez. La presentación de su libro El complejo militar industrial de los Estados Unidos, en el Club Hípico del Campo Marte, termina en arenga:
“Si la invasión llegara a ocurrir, el actual gobierno que le abrió las puertas a los estadunidenses será repudiado por el pueblo de México”. Luego de los aplausos, y durante la firma de libros, otro general que acude con sus tres estrellas le susurra: “A ver si ya se nos va quitando a los demás ese silencio que tenemos; hasta parece miedo; pero sabes que estamos de acuerdo”.
Exdiputado por el Partido Revolucionario Institucional, el general Roberto Badillo asegura que “existe un plan estadunidense para desestabilizar México; se fraguó en Cuernavaca, Morelos, luego de las elecciones. Estuvieron estadunidenses y el calderonismo. Ahí se decidió sacar a las Fuerzas Armadas de México a las calles”.
Roberto Badillo señala que se está ante una “debacle de la nación”. Dice que el trabajo de los estadunidenses es dividir a las Fuerzas Armadas; por ello las deferencias que tienen con la Marina Armada de México en detrimento del Ejército Mexicano y la Fuerza Aérea. “Y aquí se acepta eso por torpezas al más alto nivel. Se acepta esto porque los civiles que gobiernan aceptan de Estados Unidos lo que sea con tal de que conservar sus cargos”.
Por su parte, el general brigadier Samuel Lara Villa, presidente de la Federación de Militares Retirados, AC, Francisco J Múgica, señala que Estados Unidos siempre ha buscado intervenir en México. “Y lo ha hecho de varias maneras; pero ahora, con un gobierno tan débil como el de Calderón, ve que tiene una coyuntura inmejorable; y parece que ahora ha tomado una acción definitiva”.
Considera que la guerra contra el narcotráfico fue instrumentada por Estados Unidos. “El narco es un invento. El narco está dirigido. Dicen los estadunidenses que están espantados por el nivel que los grupos de narcotraficantes han adquirido. Pero ellos los arman y les compran las drogas”.
Por ello, el general brigadier en retiro le demanda al secretario de la Defensa Nacional que haga pública su posición ante la “injerencia” estadunidense. “El secretario ha guardado silencio. Debía de decir, por ejemplo, si en un principio se había negado a mandar tropa a entrenar a Estados Unidos o Colombia. Después, aclarar si en verdad había aceptado mandarlas. Los militares, por complicidad, no dicen nada acerca de la intervención. Existe una subordinación absoluta a los dictados de Estados Unidos. Las fuerzas militares están plegadas a la actitud entreguista de este gobierno”, lamenta.
El general brigadier y doctor en administración pública José Francisco Gallardo explica el tipo de intervención que Estados Unidos estaría diseñando para México:
“Se trata de una bien planeada operación para entrometerse en asuntos internos de México. No puede haber invasión porque hay más de 20 millones de mexicanos en Estados Unidos y ambos países comparten 3 mil kilómetros de frontera. Lo que sí hay es una anexión, una intervención a través de las propias fuerzas de seguridad y una subordinación de los asuntos de defensa nacional a los intereses de Estados Unidos. Todo se ha realizado por medio de un sistema de adiestramiento y capacitación que reciben las Fuerzas Armadas de México por parte de las de Estados Unidos.”
Destaca que, históricamente, el Ejército Mexicano se resistió a colaborar con las fuerzas armadas de Estados Unidos. “Era el último bastión del nacionalismo en la administración pública”, hasta la firma del tratado de Libre Comercio, la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte, la Iniciativa Mérida, y el inicio de las maniobras conjuntas, la creación del estadunidense Comando Norte, y la reactivación de la Cuarta Flota Naval de Estados Unidos. Ahí quedaron entrampadas y sometidas las Fuerzas Armadas.
“Y cuando eso empezó a suceder, ni el Centro de Investigación y Seguridad Nacional ni el Estado Mayor Presidencial, ni el Estado Mayor de la Sedena (secciones Segunda y Quinta) ni inteligencia naval advirtieron lo que ocurriría… O no sabemos si lo advirtieron y no se tomaron las decisiones.”
Estados Unidos tiene que hacer, pero en su propio territorio: diputados
El presidente de la Comisión Bicamaral de Seguridad Nacional, Gustavo González Hernández, dice no contar con evidencias de que Estados Unidos esté aprovechando la “guerra” contra el narcotráfico para intervenir de manera directa en la seguridad de México.
“Si está pasando, malo”, señala el diputado. Pero reconoce que el gobierno mexicano “ha sido un poco débil en las gestiones diplomáticas”. Explica que el gobierno de Calderón debe exigir a Estados Unidos que frene el consumo de drogas y el tráfico de armas. “Estoy convencido de que este problema no se va a resolver sólo por la lucha que dé México contra los cárteles en el territorio, aunque le eche todas las ganas”, considera.
“Si nada más los enfrentamos a balazos y nunca volvemos a ver a Estados Unidos para decirle ‘oye, espérate, ya haz algo para reducir el consumo’, nunca vamos a salir del problema.”
El priista Rogelio Cerda, secretario de la Comisión Bicamaral de Seguridad Nacional e integrante de la Comisión de Defensa Nacional de la Cámara de Diputados, dice que sí hay una violencia inducida; ataja que no sabe de dónde viene ni qué intereses tiene.
“¿Quién está estimulando perversamente esto y con qué fines? ¿Cuál es el objetivo último de estos hechos violentos inducidos? Lo dejo como una interrogante que me gustaría que alguien pudiera contestarla. Lo que sí puedo decir es que este país está en pie gracias a los militares mexicanos.”
El legislador sí advierte malestar entre los militares, “porque nuestro Ejército es muy distinto a los de todo el continente; es el mejor de América Latina; nació y se desarrolló bajo los principios de la Doctrina Estrada: respeto a la autonomía de los pueblos y el principio de no intervención, algo que ya se ha abandonado en el gobierno federal”.
Explica que las críticas del gobierno de Estados Unidos al Ejército Mexicano –reveladas por Wikileaks en enero pasado– tienen como origen las reticencias de los militares mexicanos a ponerse bajo las órdenes del Pentágono.
“Los estadunidenses quieren tener una misma relación entre las Fuerzas Armadas de los dos países como la que tienen las autoridades administrativas de las dos naciones. Pues no se puede. Son visiones, filosofía, sentido de pertenencia y de respeto por la República totalmente distintas.”
Rechaza que, a pesar de las diferencias de los militares con los civiles, ocurra algún tipo de desacato o rebelión al interior de las Fuerzas Armadas de México.
“El Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea tienen un nivel de amor muy distinto al que tenemos los civiles por la patria; no tengo ninguna duda de que van a seguir trabajando como hasta hoy: defendiendo a las instituciones del país. No más allá de eso.”
EU no intervendrá en México: Eric L Olson
No veo una intervención contra México, explica Eric L Olson, asesor para la Iniciativa de Seguridad en el Instituto México, del Centro Internacional Woodrow Wilson en Washington, DC. El especialista desestima la posibilidad de una intervención armada de Estados Unidos contra México ante las expresiones cada vez más contundentes de la delincuencia organizada en la forma del narcotráfico.
Subraya que “a Estados Unidos le queda muy claro que eso no es posible, a pesar de las muchas preocupaciones que existen en cuanto a la situación en México y de que entendemos que lo que pasa en este país nos afecta a nosotros”.
Asegura que el tipo de intervención “que hay en otros países no es posible en el caso mexicano”, por lo que propone buscar otros mecanismos, como el diplomático o asistencial, para contribuir a mejorar los vínculos bilaterales.
Olson agrega que entre tales opciones, estaría el despliegue de fuerzas en la frontera que, afirma, todos saben que no se va a lograr porque no soluciona el problema, pero que sí están en el discurso de algunos congresistas estadunidenses.
Antes de unirse al Centro Woodrow Wilson, Olson fue especialista en el Departamento para Promover la Gobernanza en la Organización de Estados Americanos (2006-2007). Reconoce que, “lamentablemente, en algunos casos se buscan soluciones muy populistas”. Aun así, no ve como opción que el gobierno estadunidense decida “intervenir para imponerse al Estado mexicano”.
“Vamos a ser claros: el presidente Felipe Calderón fue al Congreso de Estados Unidos, y fue a presionar. Yo estuve presente. Me consta que él presionó a Estados Unidos”. (Nydia Egremy)
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