MÉXICO, D.F., 13 de mayo (apro).- En México, la desigualdad en la distribución del ingreso se acentuó en los últimos 10 años, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
De acuerdo con un informe del organismo, dado en conocer en días recientes, el 10% más rico de la población concentra 41.4% de la riqueza que se produce en un año, mientras que el 10% más pobre sólo recibe 1.62%, lo que significa que los más ricos ganan 25.6 veces de lo que obtienen los más pobres.
Hace cinco años, ese mismo 10% de ricos concentraba 37.9% del ingreso, lo que ilustra un empeoramiento de la situación distributiva,.
El promedio mensual de ingresos del 10% rico asciende a 35 mil 949 pesos, mientras que el del 10% pobre es de mil 377 pesos, una diferencia de 26.1 veces, que a su vez es tres veces el promedio de lo que ricos y pobres obtienen en los países de la OCDE: el 10% rico se apropia 12 veces lo que el 10% pobre. Y México, junto con Chile, es el país con peor distribución del ingreso de los 34 que integran ese organismo.
Pero el gobierno mexicano se ufana de que las cosas van bien, “les guste o no les guste a varios”, como ha dicho Ernesto Cordero, secretario de Hacienda y aspirante presidencial panista.
Entre sus argumentos, Cordero presume la creación de 171 mil empleos formales este año, sin importarle los salarios establecidos ni si se trata de puestos de trabajo permanentes o eventuales. Se ufana de que el nivel de desempleo –que ha crecido y llega ya a 5.1% de la población activa– es muy bajo, comparado con el de muchos países desarrollados.
Lo que se oculta es que el indicador mexicano está notoriamente subestimado, por la existencia de una cantidad enorme de personas que están ocupadas en el sector informal de la economía. En este sector, además, las remuneraciones directas pueden ser mayores que en el formal.
Para dimensionar la gravedad de estos altísimos niveles de desigualdad, la comparación siempre resulta útil. España, que hasta hace 40 años tenía una situación distributiva peor que la mexicana, actualmente atraviesa por una coyuntura extremadamente difícil. La crisis económica, que se desató a partir del estallido de la burbuja inmobiliaria estadunidense, provocó que la burbuja inmobiliaria española también estallara, generando una recesión que aún persiste.
El impacto de la recesión sobre el empleo ha sido devastador: 21.3% de la población económicamente activa está sin trabajo, es decir en el paro. Más terrible, si esto es posible, es la situación del desempleo entre los jóvenes, que llega a 46%.
Este difícil problema, además, no parece de pronta resolución. Las previsiones del BBVA para la economía española indican que en 2011 la tasa de desempleo será de 20.8%, y para 2012 de 20.5%. La economía, por su parte, apenas crecerá este año y el próximo, de modo que las dificultades no se reducirán.
En un estudio especial del periódico El País, publicado hace dos semanas sobre el mercado de trabajo español, se informó de las remuneraciones de 29 tipos de trabajo. El abanico laboral comprende desde una empleada doméstica, con la menor paga, hasta un piloto aviador o empresaria, con el mayor ingreso.
Incluye el trabajo de arquitecta, cartera, chofer de camión de basura, de autobús urbano, soldado, taxista, bombero, carnicero, peluquera, actor, informático, médico cirujano, cura, preparador físico, profesor de primaria, dependienta de tienda departamental, abogado, mecánico, reportero, camarera, tele-operador, jugador de rugby, vendedor y otros más.
Algo que resalta es que los ingresos de todos estos empleos se ubican entre 750 y 5000 euros, lo que supone una diferencia entre el de mejor remuneración y el de peor de solamente 6.6 veces.
Esto es consistente, según el documento de la OCDE, con lo que ocurre en los países del norte y del centro de Europa, en los que el ingreso del 10% rico es poco más de cinco veces el del 10% pobre. Estas son las condiciones distributivas que existen en tiempos de crisis.
Es posible que las próximas mediciones indiquen que la desigualdad aumentó, como resultado de las políticas que han adoptado los gobiernos de esa región para tratar de reducir el déficit fiscal y las necesidades de endeudamiento.
El alargamiento de la edad de jubilación, la reducción de los montos de las pensiones, de los gastos gubernamentales en salud y educación, afectarán los ingresos de los pobres, mientras que los de los ricos permanecerán intocados.
México va por el camino correcto, dice el gobierno. La información sobre la distribución del ingreso muestra precisamente lo contrario: en tiempos de crisis ha habido concentración, lo que evidentemente aumenta los riesgos y dificultades de un país.
Brasil (país con el que no le gusta al gobierno mexicano compararnos), que no es miembro de la OCDE, pero cuya información aparece en el documento citado, justamente en esta década, en la que ha habido años de auge y crisis, tuvo una importante mejora en la distribución del ingreso bajo el gobierno de Luis Inacio Lula da Silva, focalizada en la franja de la población que se encontraba en pobreza extrema.
Viendo esa experiencia, no hay, en el aspecto distributivo, ninguna posibilidad para afirmar que en México vamos bien. Por el contrario, lo que se ha documentado es que la alternancia política en el país no ha servido para reducir los niveles de desigualdad.
odselley@gmail.com.mx
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