La compañía Mexicana de Lubricantes fue el primer esquema de
asociación de Pemex con empresas privadas. Sus resultados: en 19 años,
la paraestatal no ha obtenido un solo peso de ganancia; por el
contrario, tal sociedad le ha generado pérdidas cuantificadas en más de
30 mil millones de pesos. Pemex no tiene acceso a los libros contables,
ni voz ni voto en su administración. En diciembre pasado, la Auditoría
Superior de la Federación fiscalizó la documentación contable y
financiera de Mexlub e identificó la corresponsabilidad de funcionarios
de Pemex en las irregularidades
En el número 2270 de la avenida 8 de Julio, en la Zona Industrial
de Guadalajara, se ubican las oficinas corporativas de una empresa
privada de la que Petróleos Mexicanos (Pemex) es socia con el 49 por
ciento del capital accionario. Se trata de Mexicana de Lubricantes
(Mexlub), compañía dedicada a la elaboración de lubricantes y aditivos
automotrices, aceites industriales y grasas. Su director, desde 1993,
año de su fundación, es Salvador Martínez Garza, empresario neoleonés
avecindado en Guadalajara desde 1945, quien incursionó en el negocio
petrolero como representante de Texaco, convertido luego en socio de
Pemex.
El de los lubricantes representa el 5 por ciento de las ventas
totales de los petrolíferos en el país, se trata de uno de los 40
negocios más lucrativos en México, un negocio en el que Mexlub se
anuncia como líder. La compañía, de la que cada uno de los mexicanos es
socio, tiene oficinas en Guadalajara, Monterrey, Veracruz y Hermosillo,
dos plantas de producción en Lagos de Moreno, Jalisco, y Tultitlan,
Estado de México, y una planta de distribución en Tijuana, cada una “con
personal altamente capacitado, lo que le permite responder a las
demandas de los diversos mercados en los que participa”.
Según se anuncia, es “líder en venta de lubricantes automotrices e
industriales, aditivos y grasas, con avanzada tecnología de producción,
instalaciones certificadas, una amplia línea de productos de la más alta
calidad y un equipo humano profesional, comprometido a superar las
expectativas de los mercados más exigentes”.
Abona a la confianza de sus accionistas el que la compañía, “ha
tenido la visión de invertir en tecnología de vanguardia en cada uno de
sus procesos, siempre bajo las más estrictas normas de calidad y
regulaciones para el cuidado y protección del medio ambiente”.
Además de su presencia en el mercado nacional, la compañía exporta a
Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala,
Honduras, Nicaragua, Panamá y Perú.
Sin duda que es un buen negocio, tanto, que incluso su director se
hizo dueño de uno de los equipos de futbol más taquilleros del país, el
emblemático Club Deportivo Guadalajara (conocido popularmente como las Chivas Rayadas del Guadalajara), equipo que conoció como patrocinador de la marca Texaco que el rebaño sagrado
portó impreso en la parte frontal de sus playeras durante la temporada
1993-1994. Aficionado al futbol y cierto del negocio que representa, el
socio de Pemex, proyectó en 2011 la compra de otro equipo de futbol, el
Atlas, los Zorros rojinegros cuya marca está valuada en 60 millones de dólares.
En el lucrativo negocio de los lubricantes, el problema estriba en
que aún cuando Pemex posee el 49 por ciento de las acciones, en los 19
años de existencia de la compañía, no ha recibido un solo dividendo como
ganancia.
Coinversión fallida
El caso de Mexlub es un ejemplo de que la asociación de Pemex con
capital privado no es garantía de eficiencia y transparencia, ni panacea
para su desarrollo. En el gobierno de Carlos Salinas de Gortari se
impulsó el primer esquema de asociación privada en la industria
petrolera. Se crearía una empresa asociada con privados, que formulara,
envasara y comercializara lubricantes terminados y grasas, para que
Pemex se limitara a producir en sus refinerías exclusivamente
lubricantes básicos.
La empresa tendría capital mixto, con el 49 por ciento de las
acciones para Pemex y el 51 por ciento para sus socios particulares, con
el objetivo de que la sociedad no se sujetara a la regulación aplicable
a las empresas paraestatales y contara con el control operativo propio.
El socio debía aportar el capital inicial para la inversión y, al cabo
de dos años, la compañía sería independiente.
Mediante el otorgamiento de una licencia para formular, envasar y
vender las marcas que comercializa Pemex, la compañía conservaría el
acceso exclusivo de los lubricantes automotrices a la red de estaciones
de servicio propiedad de Pemex. El 9 de abril de 1992, el Consejo de
Administración aprobó el esquema, y se convocó a un proceso de
licitación en el cual en enero de 1993 se eligió como socio a Impulsora
Jalisciense, SA de CV.
Dicha compañía se había constituido ese 11 de enero de 1993 en una
notaría de Guadalajara, por los socios Industrial de Compuestos
Químicos, SA de CV (ICQ), Grupo Industrial Martínez Garza, Envases de
Acero Guadalajara, Grupo Financiero Abaco, Grupo Villacero, entre otros,
bajo la dirección de Salvador Martínez Garza.
Ocho días después, el 19 de enero, formalizaban la sociedad con
Pemex, mediante un contrato de coinversión y la constitución de la nueva
empresa denominada Mexicana de Lubricantes, cuyo objeto social fue “la
formulación, envasado, transporte y comercialización de toda clase de
aceites y grasas lubricantes y negocios afines en México y el
extranjero”.
Mexlub se constituyó con un capital fijo de 3 millones de pesos
integrado por 300 mil acciones con un valor nominal de 10 pesos cada
una; 59 por ciento, propiedad de Impulsora Jalisciense y 49 por ciento
de Pemex.
La administración estaría a cargo de un Consejo integrado por siete
consejeros propietarios y sus respectivos suplentes; cuatro de ellos
designados por Impulsora Jalisciense y tres por Pemex. El mismo día de
su creación el Consejo de Administración sesionó y acordó la
constitución del capital variable por 356 millones 600 mil pesos. Se
protocolizó ante notario público de Guadalajara y en febrero se
inscribió en el Registro Público de Comercio.
Se firmaron varios contratos operativos. En uno se estableció que
Mexlub debía comprarle a Pemex el 90 por ciento de los aceites básicos, y
el otro 10 por ciento negociarlo con precios acordes al mercado
internacional. También se firmó el contrato de maquila de aceites y
grasas. En éste se asignó a Mexlub la producción de aceites y grasas
utilizando aceites básicos proporcionados por Pemex; el producto sería
propiedad exclusiva de Pemex Refinación, subsidiaria que le entregaría
una parte de la venta, que prácticamente estaba asegurada. Para
Impulsora Jalisciense era sin duda un negocio redondo, cuantificado
entonces en 332 millones 196 mil pesos en crecimiento exponencial.
En diciembre de 2011, la Auditoría Superior de la Federación (ASF)
máximo órgano de fiscalización en el país revisó la inversión de Pemex
en Mexlub y al escrutar las condiciones de la licitación encontró
irregularidades desde el proceso de licitación.
La ASF destaca que en la licitación, en la oferta de cada grupo se
debía especificar el monto de su postura más el importe de los derechos e
impuestos, y por escrito ratificar su oferta; sin embargo, en su
propuesta económica ICQ solicitó a Pemex su apoyo para financiar el IVA
hasta por un plazo de 60 días. Aun con ese antecedente se le declaró
ganadora, cuando debía descalificársele.
En el contrato de coinversión inicial entre Pemex y Mexlub también
se suscribió la obligación de Mexlub a pagar adicionalmente el IVA por
la compra-venta de los activos tangibles e intangibles de Pemex
Refinación que usaría la empresa por la cantidad de 50 millones 840 mil
pesos. Eso debía liquidarlo el 19 de febrero, pero lo pagó hasta agosto.
Las pugnas
Desde sus primeros años, la administración de Mexlub se llevó al
margen de la participación de Pemex, controlada únicamente por Impulsora
Jalisciense. La paraestatal quedó fuera de toda decisión corporativa, y
peor aún, no se le reportó un solo peso de ganancia.
El 21 de septiembre de 1993, Mexlub realizó gestiones para
registrar la marca del mismo nombre, pero le fue negada por el Instituto
Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI) debido a que el 25 de agosto
la empresa Bardahl ya había registrado tanto la marca Mexlub como
Maxlub para lubricantes y grasas. El 30 de noviembre de 1994 se celebró
un contrato de licencia de uso de marcas Bardahl por un término de 20
años, en el que se otorgó a Mexlub la autorización de uso y explotación
de esas dos marcas. El 10 de octubre de 2000 Bardahl demandó en
tribunales mercantiles a Mexlub por violaciones al citado contrato.
El 13 de noviembre de 1997, la Comisión Federal de Competencia
(Cofeco) inició un procedimiento oficioso (ID16801) sobre la inversión
de Pemex en Mexlub.
Por su parte, Bardahl inició un litigio para reclamarle a Pemex el
pago de perjuicios ocasionados “desde la firma de los contratos de
coinversión y licencia de uso de marcas” con el cual se otorgó a Mexlub
la venta de grasas y lubricantes alegando que desde la firma de dichos
contratos no podía vender sus productos.
Paralelamente se acentuaron las diferencias entre Pemex y su socia
Impulsora Jalisciense. “Los problemas empezaron a partir de 2000 con la
oposición de Mexlub a proporcionar información y no celebrar asambleas,
por lo que Pemex Refinación tomó la decisión de rescindir y terminar los
contratos operativos celebrados entre ellos, mediante el aviso del día 6
de febrero de 2002”, de acuerdo con la versión del jurídico de Pemex,
la Oficina del Abogado General (OAG).
En efecto, aquel febrero Pemex le comunicó a Mexlub su
determinación de dar por terminados los contratos de maquila y de
licencia de uso de marcas, y por rescindido el contrato de suministro de
aceites básicos, argumentando que Mexlub incumplió sus obligaciones
sustanciales previstas en cada uno de los contratos referidos, pero
sobre todo, porque hasta esos momentos Mexlub no le había reportado
utilidades netas que pudieran ser distribuidas como dividendos en dos
ejercicios fiscales consecutivos, lo cual, según el contrato de
coinversión, era causal de disolución de la sociedad y rescisión del
contrato. Martínez Garza respondió con juicios de amparo.
Así empezó para Pemex uno de los casos más conflictivos en su
historia. Situaciones litigiosas costosas y abrumadoras. Un rosario de
procedimientos judiciales y administrativos instaurados entre Mexlub,
Impulsora Jalisciense y Pemex. Catorce juicios, algunos de ellos aún
vigentes, que involucraron a abogados de Pemex, adscritos a la OAG, en
conductas irregulares que hoy están incluso bajo escrutinio del Órgano
Interno de Control (OIC) y de la Procuraduría General de la República
(PGR), al detectarse la premeditada negligencia por parte de los
abogados de Pemex para defender el caso.
Corresponsabilidad de Pemex
Apenas en diciembre, la ASF auditó por fin la inversión de Pemex en
Mexlub. Los resultados –que fueron integrados en el informe de la
revisión a Cuenta Pública 2010– comprueban lo que durante muchos años ha
sido un secreto a voces: el enorme desaseo en la asociación
entre Pemex e Impulsora Jalisciense, y la corresponsabilidad de
funcionarios de Pemex en la administración discrecional de Mexlub, pero
sobre todo destaca la ineficacia en la defensa del patrimonio de la
paraestatal.
En pocas palabras, la ASF concluye que Pemex “no cumplió con las
disposiciones normativas aplicables”, tal y como precisan sus
resultados:
La
auditoría desaprueba desde el proceso mismo de licitación en la que se
eligió a Impulsora Jalisciense como ganadora del proceso, luego la
constitución de la empresa, su operación, e incluso en los procesos
litigiosos, lo que explica porqué hasta ahora el caso parece no tener
salida.
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