John M. Ackerman
El
Instituto Federal Electoral (IFE) y el Tribunal Electoral del Poder
Judicial de la Federación (TEPJF) no existen sólo para garantizar la
legalidad de los procesos electorales, sino principalmente para
asegurar su legitimidad y constitucionalidad. Surgieron en los años 90
como respuestas a la grave crisis política de esos años. Aunque Carlos
Salinas de Gortari concibió el IFE y el Tribunal Federal Electoral
(Trife, antecedente directo del TEPJF) como meros distractores de la
protesta social, hubo, sí, una
época de oroentre 1996 y 2003, cuando algunos consejeros y magistrados electorales lograron minimizar ese pecado de origen y escuchar verdaderamente a la ciudadanía. Hoy, sin embargo, estas dos instituciones vuelven a dar la espalda a la sociedad.
El desprestigio se inicia en
2003 con la total exclusión de las fuerzas de izquierda y la imposición
por Santiago Creel, entonces secretario de Gobernación de Vicente Fox,
y Elba Esther Gordillo, coordinadora de la fracción parlamentaria del
Partido Revolucionario Institucional en la Cámara de Diputados, de
nueve grises consejeros electorales sin mayor conocimiento en la
materia. La tendencia se consolida en 2006, cuando tanto el IFE como el
TEPJF fueron cómplices de las ilegalidades cometidas por Felipe
Calderón y Vicente Fox y se negaron a acceder a la demanda ciudadana de
esclarecer los resultados por medio de un recuento total de la
votación.
En 2012, este ciclo de oprobio se
cierra y se corona. La semana pasada, los magistrados del TEPJF no
solamente avalaron una elección a todas luces anticonstitucional e
irregular, sino que lo hicieron poniéndose de pie para aplaudir con
abyección un ejercicio supuestamente
ejemplardonde
se respetaron a cabalidad los principios constitucionales que deben imperar en toda elección de carácter democrática. Todo pudor quedó en el pasado.
La
irresponsabilidad de 2006 fue remplazada en 2012 por un cinismo
deplorable que ha hundido a las instituciones electorales en un
desprestigio mayor. En 2006, el TEPJF validó la elección presidencial
sobre las rodillas y recurrió a argumentos francamente risibles con
respecto a la posible
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determinancia, o relevancia, de las irregularidades cometidas. Sin embargo, en aquel momento los magistrados también tomaron algunas medidas para por lo menos simular que estaban haciendo su trabajo.
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