Por Federico Campbell
Pruebas. Tráiganme pruebas.
Pruébenmelo. Me atengo a la
presunción de inocencia.
—Al Capone; Chicago, 1927
Desde
la subjetividad de cada uno de nosotros se tienen diversas
percepciones y no sólo es cierto que cada cabeza es un mundo: también es
un cosmos de emociones, fantasías y creencias.
A mí en los personal me parece que han sucedido en el país tres cosas
terriblemente graves, pero veo que a mucha gente —tal vez a la
mayoría— no le parecen tan terribles. Hasta hacen chistes sobre la
situación.
1. Primero me parece histórica y
políticamente muy grave —a futuro— que nadie en el Estado mexicano,
ninguna entidad de las que tienen que ver con la administración de la
justicia, con la investigación de los delitos, se haya puesto a
investigar en serio si en la campaña del PRI hubo dinero procedente de
la economía criminal. Le dieron largas al asunto. Las autoridades
electorales del TEPJF, no sin descaro, dijeron que en todo caso no
afectaba el resultado de la elección. En fin, las clásicas chicanas y
marrullerías de los abogados mexicanos ideadas para encubrir. Se llegó a
simular una indagación de Soriana y de Monex un poco para taparle el
ojo al macho, pero a nadie —a ningún funcionario honorable, con sentido
del Estado— se le ocurrió investigar a fondo si en los gastos de
campaña de Peña Nieto había aportaciones de los chicos malos.
Como era de esperarse, se lavaron las manos.
Y es que, en efecto, dirían los más cínicos, no había pruebas de laboratorio ni de ADN.
En este torbellino de “opiniones frágiles, efímeras, movedizas y
esquivas sólo supuestamente verdaderas”, como dice Zygmunt Bauman, uno
sospecha que lo que deduce podría ser una locura, algo totalmente
delirante e incomprobable.
2. La otra cosa
no menos grave que no ven así la mayoría de la población ni el ejército
de locutores que ejerce en todo el país, de Tijuana a Tapachula, es el
problema del lavado de dinero: el flanco que no quiso atender Calderón
en su lucha contra el mal.
Para no todos
es una desgracia que el lavado de dinero —que comporta una gran
complicidad y una gran hipocresía por parte de entidades financieras y
gobiernos, como los de Washington y el Reino Unido— equivalga a avalar
la sangre, el sufrimiento, las torturas, las decapitaciones, los
secuestros: el dolor, el sufrimiento.
Cómodamente, desde un escritorio, unos señoritos deciden meter a la
lavadora hasta 7,000 millones de dólares en México durante un lapso de
cinco años como si el Estado mexicano no existiera. Sólo porque saltó
el tema en alguna sesión de alguna comisión del Senado norteamericano
se enteró “el gobierno del Presidente de la República” de que el blanco
global del mundo, el muy imperialista HSBC, reconoció haber estado
lavando los billetes sucios. Ningún funcionario mexicano se murió de
vergüenza.
En otros tiempos, y en otra
época en la que se tenía otro concepto del Estado y otra manera de
vivirlo, es posible que a ese banco no se le hubiera permitido seguir
operando en México. Pero para la Comisión Nacional Bancaria, presidida
por funcionarios muy honorables y muy bien vestidos, la cosa no fue tan
grave y se limitó a multar con unos treinta millones de dólares —una
bicoca— al banco “global” que, para afrontar posibles multas en Capitol
Hill, tiene guardados 700 millones de dólares previendo que lo van a
multar hasta con mil. Tampoco estaba enterada esta inútil comisión
bancaria, que preside un licenciado Babatz, de que la cadena de tiendas
Wallmart también estaba en el negocito. Cuando lo supo se apresuró, de
la noche a la mañana, a exonerarla.
3.
Televisa es gobierno. Ya está instalada, como una Reina, en Los Pinos.
Sus programas parecen ya como transmitidos desde la casa presidencial.
Este fenómeno de cómo un consorcio televisivo llega al poder sería de
lo más interesante como tesis de ciencias de la comunicación de la
Universidad Anáhuac. La colusión Peña Nieto-Televisa es digna del más
rigurosos estudio por parte de sociólogos y comunicadores. ¿Por qué
sucedió esto que el IFE no quiso ver, como si no bastaran como
evidencia las transmisiones mismas de propaganda a favor de Peña Nieto
encubierta como “noticieros Televisa” desde años atrás? ¿Qué no hay
grabaciones de esos spots disimulados?
¿Por qué pudo suceder en México esta maniobra mediática de toma del
poder? ¿Por qué sería imposible en la televisión británica o en la
alemana? Tiene mucho que ver con la clase política mexicana y su
descomposición.
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