Cuarta Carta: Los valores de la comunidad.
"Cada uno de nosotros es culpable ante todos, por todos y por todo". (F. Dostoievski)
Empieza Sabato hablando de Buenos Aires, como ejemplo de las grandes urbes en las que se agolpan millones de habitantes que corren desvariados a sus trabajos. En el mundo hay una grieta que cruje, una quiebra total del mundo occidental que amenaza con derrumbarse por el deseo de dominación de unos sobre los otros. El resultado de la globalización es la inhumna mecanización, el totalitarismo, la enajenación, la destrucción de la naturaleza y la neurosis colectiva engendrada por una ciencia que tendría que darle solución a los problemas físicos y metafísicos del ser humano y que ha apuntado a la explotación, a la destrucción nuclear y a la muerte.
Veinte o treinta empresas se han apoderado del mundo y lo tienen en sus garras tecnológicas dejando a millones en la miseria. Poco a poco va haciendo de nosotros seres clonados que se someten a la dictadura tecnológica de la corporaciones por miedo a perder su trabajo y lo que están realmente perdiendo es su vida.
Ya no es la crisis del capitalismo sino la crisis de una concepción del mundo y de la vida "basada en la idolatría de la técnica y en la explotación del hombre". El colonialismo y los imperios han cosificado a la naturaleza y a los deseos de los seres humanos, sin embargo, Sabato presiente que el deseo inherente a la naturaleza humana saldrá adelante principalmente a través de la mujer que es quien más defiende y protege la vida humana porque es a ella a quien más le cuesta.
La corrupción y la degradación de la justicia ha desprestigiado a la democracia cuando es este sistema, recordando a María Zambrano, en el que a la gente se le exige ser persona. Sin embargo, desafortunadamente no es garante de la libertad, porque hay otras fuerzas que someten al espíritu, lo doblegan y lo hacen esclavo de sí mismo. "La libertad no está hecha de privilegios, sino que está hecha sobre todo de deberes".
"La verdadera libertad no vendrá de la toma del poder por parte de algunos, sino del poder que todos tendrán algún día de oponerse a los abusos de la autoridad". Lo primero que tiene que instaurarse en el ser es la libertad personal, si uno no es libre de pensar, no puede luchar por ninguna justicia ni por el bien. Eso lo tendrían que tener muy presente los comunicadores y sabemos que la mayoría son esclavos primero de pensamiento y luego de acción. Cualquiera sin tener un mínimo de estudios, de criterio y de trayectoria puede hacerse comunicador, de ahí la enorme torpeza de sus locuciones y de sus cuestionamientos. Los comunicadores obtienen el empleo a partir de su apariencia física, de su voz, de sus relaciones o de que tanto pueden someterse al sistema. Millones de personas están siendo educadas y formadas por personas ignorantes e incapaces del más mínimo análisis sobre lo que sucede en el país y en el mundo.
Los programas televisivos suponen que la gente lo que quiere es divertirse, y por diversión entienden lo banal, lo frívolo y lo absurdo. En busca del raiting las supuestas diversiones que ofrecen son decadentes y torpes. La diversión entendida como una forma de estar contento se logra más fácilmente con lo interesante, con lo que sorprende, con lo que nos hace pensar, eso es divertido.
La gente tiene miedo del mundo y de la vida y se agazapa en sus casas para conectarse a una caja que le presenta estupideces, esa es su guarida en la que se desconecta del contacto humano, de tal forma se va perdiendo de sí mismo. "La falta de gestos humanos genera una violencia a la que no podremos combatir con armas, únicamente un sentido más fraterno entre los hombres la podrá sanar". No podemos cruzarnos de brazos a ver cómo pasa la muerte silenciosa, pues seremos cómplices de un sistema abyecto que nos roba no sólo el erario sino la vida misma.
Sumemos las voces de reclamo y exijamos de una vez por todas terminar con el saqueo y la impunidad, levantemos nuestra dignidad sobre la avaricia de unos cuantos y defendámonos entre todos antes de que sea demasiado tarde. Dejemos el absurdo concepto de la competencia; los principios y la convicciones son las verdaderas armas contra la angustia de la sobrevivencia. Volvámonos al arte, al amor, a la admiración de nuestras diferencias y respetemos nuestras singulares formas de vivir.
"El hombre no sólo está hecho de muerte sino también de ansias de vida; tampoco únicamente de soledad sino también de comunión y amor".
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