Arnoldo Kraus
Para quienes tenemos gran afición por la política y denodada preocupación por el ser humano, el mosaico europeo actual resulta pleomórfico y peligroso. Todo es posible en sus tierras.
Desde el vigor con el que se ha creado la Unión Europea hasta su incapacidad para detener las arbitrariedades de George W. Bush y su nación. Desde la en ocasiones sana absorción de incontables inmigrantes hasta la impunidad con la que siguen deambulando Radovan Karadzic y Ratko Mladic, responsables de genocidio en Bosnia-Herzegovina y de las matanzas en Sreberenica. Desde la sana envidia que genera Suecia, país líder en igualdad, a pesar -¿o por?- de que uno de cada cinco habitantes ha nacido fuera del país o tiene al menos un progenitor extranjero, hasta las crudas actitudes e ideas de algunos de los políticos actuales de gran envergadura, como Vladimir Putin, quien atemoriza a diestra y siniestra a sus camaradas europeos cuando de energía se habla, amén de que elimina todo lo que huela a disidencia.
Al lado del soviético, enlisto a Roman Giertych, viceprimer ministro y titular de Educación de Polonia, quien sin empacho afirma: "prohíbo la propaganda gay por mis creencias como hombre", a lo cual agrego su edad, 36 años, y el hecho de que en Bruselas se afirma que su política va contra los derechos humanos y el nombre de su padre: el eurodiputado Maciej Giertych, promotor de un folleto antisemita. Tomando en cuenta su edad, la pregunta es: ¿qué más hará, qué más dirá este joven ministro, aupado por la creciente intolerancia que se vive en los otrora países comunistas, y por la desfachatez de su padre y la ideología de su partido?
Es cierto: todo fue posible en las tierras europeas y es probable que todo será nuevamente factible sobre sus mismos cadáveres. De alguna manera Auschwitz y Sarajevo, de formas similares el silencio y el permiso para que se llevaran a cabo los genocidios en Armenia y en Ruanda.
Al mapa europeo actual habría que agregar otros avatares nada pequeños que muestran cuán incultas y arriesgadas son algunas de las cabezas actuales del Viejo Mundo. Como la del francés Nicolas Sarkozy, quien expone parte de su sapiencia y su mirada en dos ideas (qué bueno que no habló más). Al comentar acerca de los pederastas dijo que se inclina en pensar que así se nace y que "el problema es que no sabemos cómo gestionar esa patología"; al reflexionar sobre el suicidio, aseguró: "Cada año se suicidan en Francia entre mil 200 y mil 300 jóvenes. No es porque sus padres no se hayan ocupado de ellos, sino porque, genéticamente, tenían una fragilidad, un dolor previo". Con esa claridad y ese conocimiento, Sarkozy se adelanta a los científicos que estudian los genes y se convierte en uno de los grandes clonadores de nuestro tiempo. A partir de ahora deberíamos considerarlo el padre del determinismo genético francés.
A esa honorable lista podría agregarse el nombre de Silvio Berlusconi, el magnate y ex presidente italiano cuya inmensa fortuna, así como sus bretes mediáticos con su esposa han sido motivo de múltiples críticas; lo mismo puede decirse de los exabruptos de Mariano Rajoy, el dirigente del partido opositor en España en su afán de callar todo lo que no huela como el quiera que huelan las cosas; su intolerancia lo llevó en fechas recientes a boicotear los medios de comunicación españoles que no razonen como él. Para remachar la lista, y por falta de espacio, agrego sólo un nombre más: el del socio en Irak de Bush, Tony Blair, quien ya en retirada, y muy denostado por el asunto iraquí, fue motivo de primera plana durante largos días, esta vez por la mala historia de los marinos británicos; "espías", aseveró Irán; "secuestro", aseguró Blair.
No desecho las enseñanzas de Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Economía, quien exalta la ayuda europea a los países en vías de desarrollo, así como la democracia y la justicia social como bienes europeos contemporáneos, afirmaciones que, desde mi modesto punto de vista, no son, en la actualidad, valores vigentes en buena parte de la Unión Europea.
La realidad contemporánea europea deja mucho que desear. Los grandes pensadores han escrito mucho acerca del choque de civilizaciones. Han hablado del peligro del fundamentalismo islámico y de la invasión latina a Estados Unidos, en ocasiones con razón y en ocasiones no. A pesar de que la Unión Europea es ejemplo en algunos rubros, mucho de lo que ahora se respira en sus tierras reproduce añejas desgracias y el regreso de algunos turbios renglones del pasado. Si bien no se vive dentro de sus fronteras un choque de civilizaciones, sí se vive un choque entre tolerancia e intolerancia.
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