martes, abril 24, 2007

Viene, viene...

Julio Hernández López

Dos vehículos contradictorios buscarán hoy acomodo en el espacio legislativo. Uno de ellos, el más llamativo y atendido, es de la marca Aborto, en su modelo Distrito Federal, y será recibido sin problema por los valet parking que controlan la calle de Donceles. Teóricamente nada deberá interrumpir el embarazo legislativo (que parirá una reforma bebita en el código penal chilango) aunque carrozas, calesas, palios y carretas de religiosidad antiabortista añosa pretenden practicarle un legrado a ese proceso y, con ese propósito, tratarán de apartarle lugar al encargo vaticano rodante en el estacionamiento legislativo del Distrito Federal, pretensión de aparcamiento en favor de la cual harán cuanto movimiento, escándalo o treta les sea posible.

En el otro extremo de la calle, que en este tramo se llama San Lázaro, la misma compañía conservadora que disputa apasionadamente el uso de piso en Donceles tratará de instalar sin mucho ruido un tanque bélico en el cajoncito civil de neutralidad donde hasta ahora no se había instalado nadie, pues justamente la importancia histórica de esa zona vacía era que así, concientemente inutilizada, la empresa nacional productora de carritos de juguete podía abstenerse de participar en carreras de guerra u otras competencias de muerte. La modificación legal para que México tome partido en conflictos armados internacionales fue hecha en silencio, con la máquina como apagada, de bajadita (en velocidad neutral, pero con la primera lista para entrar). Por ello, el público ha estado atento al pleito en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal y no a las reformas guerreras a la Ley para Conservar la Neutralidad del País, que en noviembre de 1939 expidió el entonces presidente Lázaro Cárdenas y que ahora está en vías de ser desahuciada, en apariencia para ponerla a bailar en un table dance globalizado al que en las esquinas del mundo estaría invitando a visitar el güigüi texano George War Bush, quien recientemente habría contactado a un conservador cliente michoacano en una apartada calle de la periferia de Mérida.

Los escenarios de la disputa nacional albergan a actores suficientemente convencidos de que a cada cual le asiste la razón, lo cual garantiza que sea cual sea el desenlace de las pugnas por los cajones patrios de estacionamiento habrá choferes enardecidos y dispuestos a entender que hay gritos de guerra en el sonoro rugir de cualquier motor. Tal situación de extremismo ayuda, finalmente, a la administración calderonista que desde su primer día de ejercicio ha colocado a soldados en el piso civil y que ha buscado el desgarramiento nacional como forma natural de dar paso a manos duras, botas firmes y uniformes verdes.

El pleito por acomodar los autos ideológicos de cada cual tendrá su máxima expresión hoy, con un Papa abiertamente metido en el proceso legislativo mexicano relativo al aborto y con un gobierno pelele en el caso de la derogación de la ley de neutralidades. En el primer caso, los franeleros nativos blanden en las alturas amenazas de excomunión; las fuerzas vivas del catolicismo hablan de quemar sanatorios abortistas y de agredir a médicos que no hagan caso a la línea vaticana, y el mismísimo secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe ha avivado la hoguera de leña roja al advertir que el aborto y la eutanasia son terrorismo de rostro humano. La Santa Inquisición reporta que horcas, hogueras y verdugos están ya disponibles para comenzar a quemar infieles, al grito modernizado de "¡Viva Niño Rey!", en lo que será no una Cristiada, pero sí un infantilismo al asalto del poder.

La Suprema (cremería judicial especializada en servicio a domicilio) anuncia por su parte que sí es posible encarcelar por horas y multar a quienes la hagan de franeleros, coyotes, güigüis, revendedores, padrotes y demás. Y el siempre convincente Felipe (acompañado del virrey Mouriño) dice a voceadores que por él no hay tos en las críticas periodísticas. Pero, en la calle de las suspicacias, donde siempre se revisan los autos dejados en custodia para que luego los dueños no pretendan cobrar daños sufridos anteriormente, los viene viene periodísticos se preguntan por qué el licenciado Cal D. Ron sólo dijo que tiene un compromiso "personal", y no institucional, no del gobierno todo, con "la libre manifestación de las ideas y con la libertad para escribir, hablar, publicar, opinar".

Hoy, pues, la atención principal estará centrada en el foro donde se abordará el tema del aborto y, con menos audiencia, pero no menos importancia, en el relativo a la neutralidad mexicana ante conflictos bélicos. Muchos membretes guardados en arcones oscurantistas han comenzado a tomar el sol nuevamente. Entre ellos, los Caballeros de Colón, cuya última aparición en público en tierras mexicanas había sido cuando la Cristiada, antes de desempolvarse en este año para marchar por las calles contra el aborto. En su página de internet www.kofc.org, los citados Caballeros ("una sociedad de beneficencia fraternal católica de hombres, formada para prestar ayuda financiera a miembros y sus familias", dice la piadosa definición oficial, que, desde luego, no incluye las acusaciones sombrías contra esa sociedad confesional que agrupa a empresarios y hombres de dinero para luchar por la Iglesia) recuerdan, en un apartado que dice "Caballeros de Colón celebra el 125 aniversario" que, "durante la década de 1920, en contraste directo con el Ku Klux Klan, Caballeros de Colón le pidió al presidente Calvin Coolidge que presionara al gobierno mexicano para que cesara la persecución de los católicos en México. Finalmente, las solicitudes dieron buenos resultados y se llegó a un acuerdo entre la Iglesia y el gobierno mexicano".

Viene, viene; quebrándose, quebrándose; más a la derecha, más; allí derechito, derechito: a'i bueno. ¿De verdad cabrán los carros convocados si el espacio disponible sólo es uno? ¿Serán suficientes las cubetas de plástico con que unos creen apartar el lugar o el asunto se resolverá conforme a la ley de la calle? Quebrándose, quebrándose... Y, mientras Fox y Espino hacen la Europa, ¡hasta mañana, con las chidas fotos del sol en tercera dimensión!

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