Por Ricardo Andrade Jardí
Si algo demuestran las recientes elecciones de Yucatán, es lo lejos que estamos de alcanzar a ser una democracia, el PAN, convertido en todo lo que alguna vez criticó, ha abierto una vez más las puertas de la antidemocracia, este 20 de mayo lo que hemos vivido es un proceso gangsteril, donde los dos principales partidos políticos han hecho gala de su auténtica vocación, han hecho gala de vicios y comportamientos que deberían suponerse erradicados. Si algo hemos visto en esta elección, como reflejo de lo que hoy es México, es que las formas de la representatividad son el mejor aliado de la impunidad.
Compra de votos, uso de recursos y programas públicos para condicionar el voto, hermanos del gobernador comprando voluntades bajo la protección de la SPV y el gobierno del Estado, dimes y diretes entre los diversos actores políticos, funcionarios públicos como funcionarios de casilla en flagrante violación a la ley electoral, impunidad e incapacidad del IPEPAC, el despilfarro inmoral de recursos en la "promoción del voto", medios electrónicos concesionados al servicio del gobierno, la presunta intervención del gobierno a favor del candidato oficial, las declaraciones adelantas de triunfo, con el afán de madrugar al contrincante y reventar el proceso electoral, en fin los mismos vicios de hace 20 ó 30 años. Nadie con el mínimo sentido moral puede defender ya lo que es indefendible, hemos renunciado al camino de la legalidad, para dar paso a la ilegalidad como una forma de vida. La compra de votos, el retiro de credenciales para votar a cambio de las obligadas ayudas del gobierno, son prácticas que nada tienen que ver con meras inconsistencias, son las prácticas de la ilegalidad, que bajo ningún pretexto debemos convertirlas en el precedente de lo que "así debe ser", el sistema está podrido y sólo en la medida en que los ciudadanos reconozcamos lo que es a todas luces claro, podremos orquestar los mecanismos y los caminos que nos permitan transitar a la refundación republicana de nuestra agraviada patria. Hemos llegado al límite de nuestra resiliencia, las subjetividades de la opresión se enfrentan de forma definitiva con las subjetividades de la resistencia, estamos perdiendo nuestra última oportunidad de conquistar la justicia por la vía pacífica, los actores políticos ensimismados en su embriaguez privilegiada no lo han entendido, no quieren ver la realidad avasallante de nuestras calles, ¿cuánto tiempo más creen que los ciudadanos podemos o queremos vivir en el fango de la inmoralidad corrupta de su impunidad?
La respuesta se está escribiendo en los muros de nuestras polis... Las bardas de las ciudades, como páginas de las manos colectivas de la resistencia, anuncian ya sus gritos de batalla: "Donde el hambre es ley, la rebelión es justicia". "Ya es hora de que nuestra cabeza no reconozca más gobierno que el de nuestro corazón".
Independientemente de cuál sea el resultado final de la "elección", que decidirán los jueces, lo único que es claro, es que hoy, por más intentos que la telecracia haga para convencernos de cerrar filas ante instituciones incapaces y corruptas, es que en México estamos retrocediendo en relación con nuestra búsqueda por alcanzar una democracia plena.
El proceso electoral mexicano es una rotunda farsa, un derroche inmoral de recursos públicos, ante cientos de miles que no tienen lo mínimo elemental para subsistir en condiciones medianamente dignas, donde los que deciden en última instancia no son los electores, sino el Poder Judicial al que no hemos elegido los ciudadanos. La idea de democracia no puede segur limitándose a la idea de representatividad, la democracia es muchas cosas, pero la más importante sin duda es la participación ciudadana, que es el único instrumento real que podrá terminar y erradicar definitivamente la impunidad corrupta de un sistema inmoralmente acabado e injusto...
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