Carlos Fernández-Vega
Allá por los tiempos de la "renovación moral" (el sexenio de Miguel de la Madrid), en las no pocas marchas y manifestaciones que cada día se registraban a lo largo y ancho de la geografía nacional, con regularidad se alcanzaba a leer una exigencia a la clase gobernante, plasmada en los cartelones utilizados para la ocasión: "queremos promesas, no realidades".
Era tal el grado de crisis económica, que a la par de justificados reclamos de incremento salarial, los numerosos manifestantes exigían esa segunda quimera. Dadas las carencias, en todos los sentidos, la clase gobernante sólo les cumplió la segunda de las peticiones, cabalmente, eso sí, porque a partir de entonces reforzó su discurso de promesas, en un intento por ocultar la obstinada realidad.
Le quedó la costumbre, porque gobiernos van, gobiernos vienen, y las siempre prescindibles piezas oratorias de la autodenominada clase gobernante del país (a nivel federal, estatal y municipal) están saturadas de promesas y logros virtuales, que sólo sus integrantes celebran, aunque estén cada vez más apartados de la realidad.
Valga lo anterior para recorrer la geografía nacional junto con el Programas de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD, Informe sobre Desarrollo Humano México 2006-2007), y compararla con la realidad de otros países, en los que, al igual que el nuestro, su clase gobernante lanza promesas a diestra y siniestra.
De entrada, México (esa gran potencia económica que a todo volumen, un día sí y el otro también, se presume desde los micrófonos oficiales) ocupa el escalón número 53 a escala mundial en lo que a desarrollo humano se refiere, una posición a todas luces privilegiada si se considera que en los peldaños inferiores inmediatos se encuentran Bulgaria, Tonga, Omán, Trinidad y Tobago, Panamá y Antigua y Barbuda.
Lo anterior da cuenta de la abismal distancia entre el discurso de la clase gobernante y la realidad nacional. Superar, por milímetros, el desarrollo humano de las naciones referidas debería motivar el cambio de actitud de esa clase gobernante, pero lamentablemente lo único que le provoca es pronunciar más y más discursos, en los tres niveles de gobierno y poderes que les acompañan.
Al recorrer la geografía nacional y tomar como base el informe del PNUD, nos encontramos que el índice de desarrollo humano de Chiapas no sólo es el más reducido de la República, sino que es ligeramente inferior al registrado en Cabo Verde, y similar al de Siria e Indonesia. En el caso de Oaxaca y Guerrero, penúltimo y antepenúltimo lugares de la República, el desarrollo humano es equiparable al de las Islas Maldivas, Azerbaiyán, los territorios palestinos ocupados, El Salvador, Argelia y/ o Guyana.
En otros estados de la República, considerados "por arriba" de Chiapas, Oaxaca y Guerrero, la situación no es distinta. El índice de desarrollo humano en Veracruz y Michoacán es igual al observado en las islas Fiji y similar al de San Vicente y las Granadinas, Suriname, Paraguay y Sri Lanka, y no muy distante de Belice.
El desarrollo humano en Tlaxcala y Zacatecas es idéntico al Kazajstán y Armenia, mientras los de Guanajuato (la "fábrica" de jardineros), Yucatán y Tabasco son equiparables a los reportados por Albania, Tailandia y Samoa Occidental. El estado de México y San Luis Potosí se comparan favorablemente con Santa Lucía.
En sentido contrario, por llamarle de alguna manera, las entidades con "altos" índice de desarrollo humano son el Distrito Federal (equiparable al registrado en República Checa, Barbados y Malta), Nuevo León (similar al de Eslovaquia, Uruguay y Croacia), Jalisco (Rumania y Antigua y Barbuda), Sonora (Cuba), Tamaulipas (Bahamas) y Chihuahua (Emiratos Arabes Unidos).
Como que no ajusta el pomposo discurso oficial a la tajante realidad. Por ello, el PNUD documenta que en México el patrón de desigualdad ha presentado muy pocas variaciones en años recientes. El Distrito Federal aparece persistentemente con los mejores indicadores en todos los componentes del índice de desarrollo humano (IDH) y Chiapas con los más bajos, aunque hay ligeros cambios en la ubicación de las entidades en lugares intermedios.
Lo peor del caso es que el Informe sobre Desarrollo Humano México 2002, también del PNUD, destacaba la similitud que existía entre los niveles de desarrollo del Distrito Federal y Hong Kong, y los de Chiapas y El Salvador. Cuatro años después, en el informe 2006, Hong Kong supera por ocho posiciones al Distrito Federal y El Salvador rebasa por cinco a Chiapas. De esta forma, los índices de desarrollo humano de las entidades federativas del país se han rezagado en comparación con sus referentes internacionales de hace cuatro años.
Dado que el índice de desarrollo humano no considera las desigualdades entre hombres y mujeres, puntualiza el PNUD, es necesario calcular el índice de desarrollo relativo al género (IDG), el cual muestra una reducción de los niveles de desarrollo en la medida en que se incrementan las diferencias en los indicadores correspondientes a hombres y mujeres.
A escala nacional, la desigualdad del desarrollo humano entre hombres y mujeres ocasiona una reducción de uno por ciento en el IDH nacional. A escala estatal esta disminución fluctúa entre 2.6 por ciento en Chiapas y 0.4 por ciento en el Distrito Federal. De acuerdo con el IDG, las entidades con menores pérdidas en desarrollo por desigualdades de género son el Distrito Federal, Aguascalientes, Quintana Roo, Sonora y Morelos. Por otra parte, los estados que presentan mayores pérdidas son Chiapas, Zacatecas, Guerrero, Oaxaca y Durango.
En resumidas cuentas, la clase gobernante sí ha cumplido: puras promesas, mientras la realidad cada vez es más lacerante.
Las rebanadas del pastel
Una vez más: aunque los vistan de seda (ahora Televisa los disfrazó de "11 guerreros"), ratoncitos verdes se quedan. Como la economía, la selección de futbol de plano estancada y sin dar una.
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