José Steinsleger
Del Destino Manifiesto de los Pilgrim Fathers, al proyecto de libre comercio de las Américas (ALCA) que los presidentes Hugo Chávez y Néstor Kirchner enterraron en la cumbre de presidentes de Mar del Plata (noviembre de 2005), la geopolítica de Washington en Argentina siempre tropezó con los espasmos ideológicos de un nacionalismo ambidextro y de una casta política poco adicta al american way of life.
Históricamente, la relación de Argentina con Estados Unidos (que apenas en 1914 se formalizó a nivel de embajada), se caracterizó por la rivalidad económica, el subterfugio diplomático y la desconfianza recíproca. Actualmente, Estados Unidos es el tercer socio comercial de Argentina, precedido por los países del Mercosur y la Unión Europea.
La única invasión militar yanqui aconteció en 1831, cuando antes de los ingleses se ocupó el archipiélago de Malvinas. La injerencia más indigna aconteció en 1945, cuando los "demócratas" criollos designaron al embajador estadunidense Spruille Braden como jefe virtual de la oposición antiperonista, y la más criminal irrumpió cuando la CIA y los ejércitos del cono sur montaron en 1975 la Operación Cóndor para reprimir a los movimientos populares de la subregión.
El primer acuerdo militar entre ambos países data de 1964. A más del paso de miles de oficiales argentinos por la Escuela de las Américas que hasta 1984 el ejército estadunidense tenía en Panamá (y que hoy funciona en Fort Benning, Georgia, bajo el nombre de Instituto de Cooperación para la Seguridad Hemisférica), debe subrayarse el adoctrinamiento de los servicios secretos de Francia en la Escuela Superior de Guerra de Buenos Aires, dictando clases de contrainsurgencia, tortura y desaparición de personas con base en lo aprendido durante la guerra de Argelia (1954-62).
Monitoreada por el secretario de Estado, Henry Kissinger, la Operación Cóndor acabó con el respaldo de Washington a Gran Bretaña en la guerra de Malvinas (1982). Entonces, el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR, 1947) y aquel espíritu "panamericanista" en el que los políticos yanquis ponían el discurso y los buitres de Wall Street se encargaban del resto, fueron picadillo.
Por ello, cuando un canciller del gobierno de Carlos Menem (1989-99) aseguró que las relaciones con Washington eran de tipo "carnal" (sic), vastos sectores de la sociedad sintieron un malestar tanto o más visceral que el desenlace militar en Malvinas, o el fallo que en 1923 le dio el cetro de los pesos pesados al favorito Jack Dempsey, a quien Luis Angel Firpo (¡el toro de las pampas!) había arrojado fuera del cuadrilátero de un cross de izquierda directo a la mandíbula.
Subyace, en la sociedad argentina, una actitud antiyanqui antes que una "conciencia antimperialista" cabalmente entendida. O en otras palabras, un antiyanquismo primario que no consigue pavimentar el camino antimperialista porque las izquierdas autorreferenciales lo recorrerán si es que de antemano ven todo claro y, tal como soñaba Gardel, con un rayo de esperanza. Llevan en el intento 62 años.
El enemigo del imperialismo yanqui en Argentina no ha sido esa izquierda a la que de paso sacrifica con rutina, sino la gestión que Kirchner timonea a los ponchazos, y que no será "tan de izquierda", pero tiene de enemigos a la derecha oligárquica pura y dura, y a muchos dirigentes tenebrosos de su propia matriz política.
Buena parte de los mejores analistas de la realidad nacional circulan en las filas de la izquierda argentina. Sin embargo, su repulsión al peronismo (que entre los peronistas "moderados", inclusive, guarda un racismo inconfesado) les paraliza la mollera para situarse frente a lo que anhelan que desaparezca por definición. Pero una cosa es decir que "en Argentina no hay negros como en Brasil" (Carlos Menem), y otra cosa ignorar que en este pais "negro" es genérico de pobre y peronista feo y sin dientes.
A pesar de sus esfuerzos, las izquierdas argentinas no consiguen traducir sus ideales en un caudal de votos más o menos alentador. En las últimas elecciones para elegir al jefe de la ciudad autónoma de Buenos Aires, las izquierdas partidarias de la "unidad" concurrieron a las urnas en nueve agrupaciones. Los resultados de la primera vuelta fueron:
Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST): 2.94 por ciento.
Partido Buenos Aires Para Todos (PBsAsPT): 2.70 por ciento.
Partido Humanista (PH): 0.94 por ciento.
Partido Obrero (PO): 0.90 por ciento.
Frente de Izquierda Socialista Revolucionario (FISR): 0.37 por ciento.
Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS): 0.36 por ciento
Partido Socialista Auténtico (PSA): 0.35 por ciento.
Partido Movimiento al Socialismo (MAS): 0.20 por ciento.
Partido Convergencia Socialista (PCS): 0.13 por ciento.
El Partido Comunista (que aún existe) votó por el oficialismo. Y de un gran total de un millón 722 mil 529 votos (98 por ciento de las mesas escrutadas), el conjunto de la izquierda porteña obtuvo 133 mil 30 votos (incluidos blancos y nulos), equivalentes a menos de 9 por ciento del total.
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