lunes, julio 23, 2007

Descomunal, la diferencia entre ricos y pobres

Carlos Fernández-Vega

El ingreso para 10% de mexicanos con más carencias aumentó $16.48 al día; para los de mejores ingresos subió $1,175 diarios

Una alentadora cuan festiva encuesta de los hogares intenta convencer que en el periodo 2004-2006, "todos los deciles de hogares mexicanos aumentaron sus ingresos, sobre todo en los dos primeros deciles, donde los incrementos fueron de 23.8 y 28.1 por ciento respectivamente".

Lo anterior, en un país en el que 60 por ciento de la población (63 millones de mexicanos) se queda con el 27.6 por ciento del ingreso corriente; 30 por ciento (31.5 millones) con el 36.7, y 10 por ciento (10.5 millones) con el 35.7 por ciento.

Aumento generalizado del ingreso corriente (INEGI dixit), que se traduce en lo siguiente: el incremento en el 10 por ciento de la población más pobre se tradujo en 16.48 pesos diarios, mientras el registrado en el 10 por ciento más rico fue equivalente a mil 175 pesos. Es decir, una diferencia de 71.3 veces entre la "mejoría" de uno y otro estrato.

Nada mal para un país que, según la versión oficial, "supera rápidamente" la pobreza. Pero, ¿qué tanto "avanza" México en este renglón? Por cortesía de la Cepal (Visiones del desarrollo en América Latina, junio 2007) va un paseo por la región:

En América Latina la desigualdad económica es muy alta: el decil (10 por ciento) más rico recibe 48 por ciento del ingreso, y el decil más pobre, 1.6 (30 veces de diferencia). En los países avanzados las cifras son de 29.1 y 2.5 por ciento ("sólo" 11.64 veces), respectivamente.

En Guatemala el decil más alto recibe 59 veces más ingreso que el decil más bajo. En Europa el país que muestra una diferencia mayor es Italia, y la cifra es de 12. Los niveles de desigualdad en la distribución de los ingresos en América Latina son más altos que en otras partes del mundo y, además, en términos generales la desigualdad ha ido en aumento en las últimas tres décadas del siglo XX, si bien dicho crecimiento fue más pausado en los noventa.

La desigualdad en desarrollo humano también es alta. Por ejemplo, en México el 20 por ciento más pobre tiene, en promedio, 3.5 años de escolaridad, mientras la cifra es de 11.6 años para el 5 por ciento más rico. El municipio con el índice de marginación más alto (Metlatónoc, Guerrero) tiene una tasa de mortalidad infantil mayor a 60 por cada mil niños nacidos vivos (comparable a la de Sudán y Nepal) mientras el municipio más rico (San Pedro Garza García, Nuevo León) tiene niveles similares a los de Europa.

En Brasil los niños que nacen en hogares que se encuentran en el quintil (5 por ciento) más bajo tienen una probabilidad tres veces mayor de morirse antes de los cinco años, que los niños que nacen en hogares del quintil más alto. También es elevada la desigualdad en el acceso a servicios. En Guatemala, por ejemplo, el hogar que está en el quintil más pobre tiene una probabilidad igual a 47 por ciento de estar conectado a agua corriente y a 49 por ciento de tener electricidad; el hogar que se encuentra en el quintil más alto presenta cifras iguales de 92 y 93 por ciento, respectivamente. Sin embargo, en contraste con la distribución del ingreso, el acceso a servicios y los indicadores de salud y nutrición han experimentado "mejoras notables". Aunque existe menos información y consenso sobre cómo medir las dimensiones de acceso a seguridad y gozar de los derechos ciudadanos, la desigualdad en estos factores también es patente.

La desigualdad económica y social en América Latina es persistente y se origina en las características de la organización económica, social y política, cuyas simientes, probablemente, "fueron colocadas durante la conquista". Se mantiene a lo largo de los siglos por la fuerza política de las elites y la resistencia de instituciones y normas sociales, económicas y políticas que, en lugar de reducirla, la reproducen.

En América Latina, la desigualdad es ofensiva porque la riqueza coexiste con la miseria. Además, la desigualdad está asociada a factores raciales y étnicos que tienen sus raíces históricas en el tratamiento que se dio a ciertos grupos a lo largo de los siglos. La desigualdad también es ofensiva porque se perpetúa a través de mecanismos inmorales como la corrupción, el tráfico de influencias, la discriminación y la capacidad de controlar la agenda de políticas públicas para beneficio propio por parte de la población adinerada o de grupos corporativos poderosos (México reúne todos los requisitos, aunque la referencia es la región en conjunto).

Más allá de los aspectos éticos, la desigualdad en América Latina es disfuncional. A mayor desigualdad, menor es la elasticidad de reducción de la pobreza que corresponde al crecimiento del ingreso per cápita. Asimismo, la influencia del crecimiento del ingreso promedio en la reducción de la pobreza depende en gran medida de cómo se distribuye el ingreso adicional generado por el crecimiento. Si el crecimiento va acompañado de un aumento en la proporción del ingreso obtenido por los más pobres, por definición los ingresos de los pobres aumentarán más rápidamente que el promedio. De la misma forma, si el crecimiento va acompañado de un descenso de esa participación, el crecimiento de los ingresos de los pobres se retrasará con respecto a la media.

Las rebanadas del pastel

Por cierto, dice la Cepal que en América Latina la desigualdad económica "parece ser inmune al régimen político o al modelo económico que se aplique", pero al mismo tiempo destaca que "el único caso relativamente reciente en que hubo un cambio radical en los niveles de desigualdad económica es el de Cuba". Hasta allí el reconocimiento, porque de inmediato matiza: "prácticamente a nadie se le ocurriría proponer una revolución armada para instalar un régimen socialista como solución a la desigualdad".

Ocurrencia que ante las evidencias no parece tan descabellada.

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