Hernán González G.
Entre tantas tonterías que se inculcan a nuestros niños y jóvenes en las escuelas públicas y privadas, ¿no habría manera de que recibieran clases, cursos o talleres, si no de tanatología propiamente, porque la ideología sigue prevaleciendo sobre la biología, por lo menos de maneras estratégicas de desprenderse y soltar a diario, de aceptar lo inevitable, de acompañar o de fluir con las pérdidas irreparables?
En poco tiempo la actitud del mexicano urbano ante la muerte empezaría a modificarse, y aflorarían los beneficios existenciales de darle menos peso al dolorismo con o sin sentido y más juego lúcido a la aceptación desafiante; de otorgarle más valor al aquí y al ahora que a las amedrentadas previsiones para el futuro, tan incierto como lejano pero provechoso, ya, para aseguradoras y banqueros.
Cuando jerarcas de diversos credos, médicos, conductores de radio y televisión o alarmados editorialistas confunden eutanasia con suicidio asistido, o aclaran enjundiosos que no hay que identificar tanatología con eutanasia, o que lo tanatológico debe ser siempre "en favor de la vida", o que reflexionar sobre el derecho a la muerte digna es traer a Hitler de vuelta, o que matar por odio está justificado, mientras que matar por compasión es inadmisible.
O cuando se constata el escaso rigor de algunos legisladores a la hora de lanzar precipitadas iniciativas de ley sobre eutanasia pasiva a pacientes terminales o desahuciados, ignorando no sólo el proceso de morir y la idiosincrasia prevaleciente, sino la legalización del testamento vital o documento de voluntades anticipadas como condición sine qua non para la posterior legalización de la eutanasia, se entiende mejor el juego siniestro entre educación y poder, entre consumismo y salud pública, entre verdades eternas y represión.
Obviedad: el que acumula dinero o cosas, antes que talento e inventiva, padece la obsesión de no soltar y menos de compartir.
Poco se ha investigado acerca del apego y sus vertientes, incluida la inclinación hacia o el regodeo en el dolor y en el sufrimiento. Casi nada sabemos de la complacencia sorda provocada por la ausencia de alguien o del placer inconfesable si no es que "monstruoso" que nos puede causar la pérdida de un ser ya no tan querido.
Término poco conocido es el de mistanasia (de inmediato esa noble mula de molino que es la computadora alarmada subraya en rojo vocablo tan extravagante), con el que se define el "hecho de abandonar al enfermo por agotamiento de los familiares". Es decir, la familia y sus lazos también ante la muerte suelen ser frágiles, sobre todo cuando cada día aumenta, junto con el creced y multiplicaos, el número de adultos mayores sin que existan políticas económicas, sociales y de salud ni menos la infraestructura hospitalaria que garantice los mínimos de atención adecuada. Volveremos sobre este tema, más candente aún que el encarecido calentamiento global.
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