Angélica Enciso L.
A unos días de que entre en vigor plenamente el capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), los agricultores mexicanos enfrentarán la apertura total de maíz y frijol en una situación difícil del mercado internacional de granos, ya que se prevé que los precios se mantendrán al alza durante 2008.
Este año los costos de los alimentos se elevaron en alrededor de 40 por ciento. A esto se suma que las reservas de granos son las más bajas en la historia.
En una evaluación sobre la situación del mercado internacional de granos, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés) señala que desde 2006 los precios de los productos básicos agrícolas subieron bruscamente:
“El alza de los precios ha sido empujada, principalmente, por los productos lácteos y los cereales, pero los precios de otros artículos básicos, con excepción del azúcar, también han subido de forma significativa.”
Indica que el nivel internacional del maíz, que se ha mantenido volátil desde febrero –cuando se registró el récord de una década. con el precio de 177 dólares por tonelada– ha subido en los pasados dos meses y durante diciembre se ha mantenido esa tendencia, ante las perspectivas de mayores necesidades de producción de biocombustibles, previstas en la futura Ley Agraria de Estados Unidos.
La organización multilateral señala que los precios altos del maíz, combinados con la escasez de trigo, han empujado al alza las cotizaciones de la mayor parte del resto de los cereales forrajeros.
En cuanto al trigo, los precios internacionales, que han repuntado desde junio pasado, continúan altos. En noviembre, este grano llegó a una media de 332 dólares por tonelada, con un ligero descenso desde su máximo en octubre, pero todavía 52 por ciento por encima del tope del año anterior.
Desde principios de este mes los precios del cereal comenzaron a subir de nuevo debido a la preocupación de que parte de la superficie destinada a este cultivo en 2008 se dedicará a la producción de soya, que rinde utilidades más altas, advierte la FAO.
Los precios de las semillas oleaginosas han subido de “forma pronunciada” entre 2006 y 2007, y las cotizaciones internacionales han alcanzado un récord absoluto, puntualiza.
Sumado a este panorama, añade, hay “niveles históricamente bajos de reservas mundiales de muchos productos básicos: se espera que las reservas de cereales, al cierre de los ciclos productivos que terminan en 2008, desciendan en unos 420 millones de toneladas, cerca de 2 por ciento por debajo de su nivel de apertura, el cual ya era bajo, y el menor desde 1983”.
La FAO estima que las reservas de trigo llegarán a 142 millones de toneladas, 11 por ciento –17 millones de toneladas– menos que en 2006, lo cual es el nivel más bajo desde 1980. Advierte que “es posible que las reservas de trigo hayan caído a su menor nivel en 47 años, según el Departamento de Agricultura de Estados Unidos”.
En relación con el maíz, calcula que las reservas lleguen a 129 millones de toneladas, 12 millones más que el año anterior, lo cual representa casi ocho semanas de consumo total y menos que la media de 11 semanas del quinquenio 2000-2005.
Por su parte, expertos de la FCStone Latin American Division presentaron al Consejo Nacional Agropecuario (CNA) un informe en el que señalaron que la “volatilidad e incertidumbre” de los precios internacionales, sobre todo del maíz, es una situación que se prevé que continuará al menos dos años más, “hasta que se defina el dilema entre alimentación y bioenergéticos”.
“La pelea por área de siembra el año entrante será determinante en los precios de los ingredientes forrajeros”, indica en un boletín informativo.
Reporta que “la política de bioenergéticos –subsidio al etanol– establecida por Estados Unidos cambió radicalmente el mercado internacional de los granos e influyó no sólo en el precio del maíz, sino de todos los granos en general”.
En su evaluación presentada hace unos días, la FAO, precisa que hay “una creciente demanda de productos básicos agrícolas para producir biocombustibles, tras los fuertes incrementos de los precios del crudo, lo cual convierte a los primeros en “sustitutos viables”.
Esta posibilidad está llevando de forma creciente al desarrollo de políticas públicas en apoyo del sector de la bioenergía, “lo cual provoca una mayor demanda de los cultivos que sirven de materia prima –azúcar, maíz, mandioca, semillas oleaginosas y aceite de palma”.
Agrega que la producción de maíz de Estados Unidos destinada a la producción de biocombustible, que se ha duplicado desde 2003, crecerá aún más, ya que se espera que pase de 55 millones de toneladas, en 2006, a 110 millones, en 2016.
En la Unión Europea, mientras tanto, se prevé que el uso de trigo para el mismo fin se multiplique por 12.
La FAO sostiene que un grupo de países, entre los que se incluye a México, además de Argentina, Azerbaiján, Bangladesh, Bolivia y China, “intentan moderar el impacto doméstico de los elevados precios internacionales mediante instrumentos de política nacional. En la mayor parte de los casos, los gobiernos imponen restricciones a las exportaciones o reducen los aranceles a los alimentos importados”.
Subraya que los altos precios de los alimentos están creando tensión social en numerosas partes del mundo; esto ocurre en países como Marruecos, Uzbekistán, Yemen, Guinea, Mauritania y Senegal, donde “los precios de los alimentos están directamente relacionados con la reciente inestabilidad política”.
Frente a la situación del mercado internacional de granos la organización internacional recomienda a los gobiernos reducir “la presión para financiar costosas importaciones de alimentos, y que puedan centrarse en soluciones a largo plazo. Es fundamental incrementar las inversiones en productividad y producción alimentaria”.
Plantea que esto se puede lograr por medio de una reducción de los costos de las transacciones y eliminando las restricciones al transporte de productos agrícolas.
Asimismo, destaca que la inversión en infraestructura rural puede incrementar el acceso de los campesinos a insumos clave, como fertilizantes y crédito, y concluye que las políticas sobre biocombustibles tienen que estar coordinadas con los esfuerzos internacionales de la lucha contra el hambre.
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