Gabriela Rodríguez
Un clima de miedo universal cubre al planeta entero. El magnicidio de Benazir Bhutto es expresión del fanatismo religioso musulmán al servicio del totalitarismo, como lo es el mesianismo de los cristianos en Estados Unidos y la revangelización de América Latina. Tres linajes que pueden trabajar localmente, pero que hacen alianzas estratégicas con miras más regionales.
Es políticamente correcto no tocar el tema de la religión ni a sus jerarcas, mientras ellos aniquilan y denigran. Apenas esta semana el obispo Briseño –auxiliar y sustituto de Norberto Rivera– se atrevió a despreciar a las madres que trabajan y a compararlas con el emperador y peor de los tiranos romanos: “Herodes se presenta en la mentalidad de muchas mujeres que desprecian o minusvaloran su papel de amas de casa y abandonan el cuidado de una familia en aras de una vida de más confort y de una realización personal al margen del esposo y de los hijos. El poder económico se levanta como un nuevo Herodes, destruyendo vidas inocentes, en algunos casos antes de nacer, en otros no dando a los niños la posibilidad de desarrollarse”.
Para alimentar la revangelización es posible que el papa Benedicto XVI visite México en 2009 –casualmente en el año de nuestras elecciones intermedias de diputadores y senadores– para inaugurar la Jornada Mundial de las Familias y así matar varios pájaros de un tiro: fortalecer la estructura familiar tradicional y desplazar en las madres sumisas importantes responsabilidades del Estado como son educar a los infantes y cuidar a enfermos y ancianos; de paso se merma la demanda laboral al sacar a las mujeres del mercado y se apoya la campaña del partido católico, actual usurpador del Poder Ejecutivo. De otra parte, el obispo de Saltillo, Raúl Vera, líder de los derechos humanos, hoy levanta la voz en favor de las mujeres que trabajan. Hay que cuidarlo porque contradice la agenda del Vaticano.
El escritor y actor nigeriano Wole Soyinka, quien fue arrestado por escribir un artículo en el que aboga por un armisticio, caracteriza al mundo actual como un clima de miedo. El también Nobel de Literatura 1986 afirma sin tapujos que “prefiere el discurso políticamente incorrecto a la incineración políticamente correcta u otras formas de complicidad. ¡Tenemos que hablar de religión! Es cierto que el problema es el fanatismo, pero eso no exonera a la madre –la ideología secular o el adoctrinamiento religioso– de los pecados del hijo. Tenemos que reconocer, mejor dicho, que recalcar el lugar de la injusticia, ya sea localizado o mundial, como abono fácil para los mortales brotes de fanatismo. Sin embargo, los motores de la violencia mundial de hoy se lubrifican con lo que se extrae de los profundos pozos del fanatismo, aun cuando puede que también los pongan en marcha las manos calculadoras de políticos o gente hambrienta de poder […]. Con todo, es en gran parte la raza religiosa la que sigue atormentando al mundo, un tipo pertinaz que anida en los órganos vitales de la humanidad desde los primeros órdenes sociales, como la suerte que corrió Sócrates nos advierte eternamente. Sócrates era un amante obsesivo del diálogo, que nos recuerda que es de la dialéctica del pensamiento de donde se extrae la verdad, y no del monólogo. Por desgracia el monólogo continúa dominando la estela de muerte que dejaron sucesivas religiones: principalmente el cristianismo y el islamismo […]. El problema del siglo XXI es claramente el de la religión, cuyas cínicas manipulaciones contribuyen en no poca medida al clima de miedo [...] porque se funda en la doctrina de la sumisión, desdeña cada vez más a la humanidad, caracterizándose por la arrogancia, la intolerancia y la violencia, casi como una recompensa vengativa inconsciente por su aprendizaje dentro del principio espiritual de la sumisión”.
¿En qué medida los representantes de la justicia reproducen la sumisión religiosa? Ahí está el reciente caso de exoneración de un gobernador que violentó los derechos de Lydia Cacho, de una periodista insumisa. Y vamos a ver si ahora la Suprema Corte de Justicia de la Nación sostiene el derecho al aborto en la ciudad de México o si recurre a los argumentos religiosos con que la Procuraduría General de la República y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos consideraron anticonstitucional una reforma que permite a las mujeres ejercer el derecho a decidir.
Al respecto Soyinka también se pronuncia: “Los cruzados que irónicamente se proclaman defensores del ‘derecho a la vida’ y que se conoce sencillamente por el nombre de militantes antiabortistas cuentan con una red de apoyo a sus asesinos y su fervor por convertir mentes les exige que maten a tiros a médicos, escoltas policiales y algún otro paciente o transeúnte. El fanático que nace de esta escritura dogmática de lo inefable, la religión, es el ser más peligroso de la tierra”.
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