Ricardo Andrade Jardí
Ha empezado el año al mismo tiempo que la violencia. En Kenia, la barbarie "post colonial" ha dejado más de 200 muertos a partir de los "comicios" recientes, en los que, al igual que en América, el fraude se presenta y la usurpación se impone.
Europa y nuestro vecino imperialista hacen como que se preocupan por la situación de aquel país africano, que fuera colonia inglesa.
La preocupación, por supuesto, muy poco tiene que ver con el humanismo y mucho con los intereses comerciales que, el usurpador gobierno de Kenia, garantizó durante mucho tiempo en beneficio de las empresas europeas y las corporaciones trasnacionales (gringas en su mayoría).
Mientras tanto, hacia el Lejano Oriente, Pakistán, con todo y sus ojivas nucleares, se sume en la guerra civil contra el aliado gobierno autoritario del imperio a raíz del asesinato de la más reconocida lideresa opositora.
El año empieza, una vez más, con la sombra decadente del imperio que arrastra en su crisis a diversas naciones y los totalitarismos, avalados por la trasnacional "Democracia Corporation S.A.", revientan al planeta.
En el México de la usurpación, el TLCAN invade el territorio con los productos agrarios subsidiados y modificados genéticamente, de Estados Unidos y Canadá, y pone en riego por un lado, nuestra soberanía alimentaria y, por otro, el equilibrio ecológico del país y del continente, con todas las consecuencias que eso tendrá para el futuro.
Millones de campesinos transitan por la cuerda floja y la sordera usurpadora, incapaz de ver más allá de sus chatas narices, sin ninguna respuesta de apoyo institucional. Centenares de familias enfrentan el fantasma del desempleo, de la miseria y de la migración, como última respuesta posible ante su realidad concreta de generar adquisición económica que los ayude a sobrevivir.
Pero el futuro del campo mexicano es igual de negro que el futuro de las grandes ciudades. El TLCAN será igualmente agresivo con todos los sectores mayoritarios de la sociedad mexicana, y la soberanía alimentaría y la alimentación chatarra de patente serán la constante de nuestras citadinas mesas, a lo que tendremos que sumar la escalada de aumentos como parte de una política que sólo beneficia a los grandes empresarios, que son justamente los verdaderos dueños del poder, en un país enfrascado en el enajenante confort de la mediocridad pasiva y la amoralidad ética del "quítate tú para ponerme yo".
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