Víctor Flores Olea
El capitalismo, a lo largo de su desarrollo, ha sufrido importantes cambios cualitativos y cuantitativos, y en cada una de sus mutaciones ha impuesto variadas formas de explotación y deshumanización de las relaciones sociales. Hoy, bajo la globalización neoliberal, excluye a muchos millones de hombres y mujeres en todas partes, de los beneficios de la moderna revolución científica y tecnológica. Pero su devastación alcanza también a la población rica, al encadenarla como nunca a la posesión de bienes de consumo y de riqueza: la “cosificación” de la sociedad cobra proporciones desconocidas antes. La destrucción se ha consumado arriba y abajo de la sociedad, en los dominados pero también en los dominantes.
Pero recordemos que el capitalismo ha mostrado siempre una gran capacidad de sobrevivencia. El tema de esta mesa redonda alude al fin del modelo neoliberal, y tal rechazo, como lo muestra el Foro Social Mundial, revela que la mayor parte de la población de la tierra es consciente de la honda crisis humana que ha causado el neoliberalismo, aunque debemos aclarar que las luchas sociales no se dirigen a un simple cambio del “modelo” económico, sino a una profunda transformación de las condiciones de alienación y saqueo en que vive buena parte de la humanidad.
La gran interrogante entonces es la de saber si se lucha por el fin del modelo neoliberal o, más allá, por el fin del capitalismo, que son objetivos diferentes. Pienso que tal es uno de los dilemas principales a que se enfrentan los movimientos sociales antisistémicos de nuestro tiempo.
Pero menciono algunos hechos significativos de la historia reciente, que indicarían que el capitalismo ha tendido a ampliarse y a fortalecerse. Por un lado, el desmoronamiento del bloque socialista y su reconversión al capitalismo. Por otro lado, la virtual “conversión” al capitalismo de los países del extremo Oriente y del Sureste asiático que un día se ostentaban como socialistas. La cuestión está abierta al debate, pero ya habría demasiados signos de que estos últimos países se han lanzado por el camino del desarrollo mercantilista y capitalista, guiados por partidos comunistas que aún conservan el poder, pero que en un futuro no tan lejano se verán amenazados por los intereses privados que ellos mismos contribuyen a fortalecer. Resulta un fenómeno inédito en la historia, pero esos partidos comunistas actúan para fomentar las bases del desarrollo capitalista que está ya en gran medida en manos particulares, en los cuales comienza a prevalecer el interés privado sobre las necesidades sociales.
El doble fenómeno de consecuencias mundiales, también prueba el ensanchamiento geográfico del capitalismo, al mismo tiempo que su fortalecimiento desencadena ya contradicciones de una intensidad nunca vista, agudizándose además la competencia industrial y mercantil internacional.
Subrayamos además que en los países del “nuevo” capitalismo parecen descomunales ya sus contradicciones y destrucciones naturales y sociales. En ellos resulta escandaloso el deterioro del medio ambiente y las condiciones laborales imperantes, especialmente respecto a las mujeres y a los muy jóvenes, los niños. En esos países ha sido colosal la demolición de los organismos de defensa de los trabajadores y de sus derechos. Esta situación se ha visto favorecida por la enorme reserva de fuerza de trabajo que hay, desde luego, en China. En la escala de una desenfrenada competencia mercantil internacional, la reserva de la fuerza de trabajo resulta esencial para la oferta a precios grandemente disminuidos.
Esta visión, que pudiera parecer escéptica, se propone sin embargo ser realista respecto a la inmensa tarea que espera a quienes batallan por un mundo mejor y posible: es formidable y resulta inmensa, y llevará tiempo, porque es ingenuo pensar en soluciones fáciles a corto plazo. ¿Cómo serán las luchas? Es imposible decirlo; todo indica, sin embargo, que en estos tiempos de pluralismo y diversificación social es imposible pensar en organizaciones centralizadas, con un “pensamiento único” que fijaría inapelablemente rutas y metas, lo mismo se llamen sindicatos que partidos políticos. Hay grandes probabilidades de que estas luchas sigan un curso no rígidamente establecido sino que más bien respondan a la diversidad y pluralidad social que las soporta.
La pluralidad es una gran fuerza potencial, pero también hay el peligro de la dispersión y falta de contundencia. Sin perder de vista que el fin de las luchas no es el de proporcionarle rostro humano a la globalización o al capitalismo, como a veces se ha dicho, sino precisamente trascenderlos.
El camino, para abreviar la idea, parece concentrarse en el logro de una democracia que sea cada vez más participativa y radical, con la expresión de los intereses comunitarios más diversos y de los movimientos sociales que luchan por el medio ambiente, los derechos humanos, la igualdad de los géneros, los homosexuales, la tercera edad o los más jóvenes. Es bueno que tales movimientos sean diversos tácticamente pero estratégicamente deben ser coincidentes. Podría decirse que se trata de una especie de revolución permanente que persigue obstinadamente el mundo mejor que todos deseamos.
(*) Resumen de la ponencia presentada en el Foro Social Mundial en la Ciudad de México, en la mesa redonda “Crisis civilizatoria y fin del neoliberalismo”.
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