Carlos Fernández-Vega
Esquina del mercado Nasdaq en Nueva York, el cual registró una ganancia neta de 79 millones de dólares o 52 centavos por acción en el cuarto trimestre, que significó un aumento de 25 por ciento con respecto al mismo lapso de 2006 Foto: Ap
La presunción gubernamental sobre la “solidez” del campo mexicano y los “beneficios” del TLCAN es igual al agujereado “navío –económico– de gran calado”, que más allá del micrófono oficial no soportó la primera prueba.
La megamarcha campesina de ayer no fue precisamente una muestra de apoyo a la política oficial en materia agropecuaria, comenzando por la negativa de renegociar el TLCAN, ni mucho menos a las declaraciones gubernamentales sobre que el campo nacional “se beneficia” con la apertura total.
Bien hubieran hecho las organizaciones campesinas si la movilización se hubiera dado mucho antes de que se cumpliera el calendario teleciano en materia agropecuaria, porque el deterioro ha sido constante a partir de 1994. Pero bueno, ya tomaron las calles y anuncian una serie de actos tendientes a tapar el hoyo una vez ahogado el niño.
En vía de mientras, otros que no actúan con prontitud son partidos políticos y legisladores, que ahora simplemente se suman al reclamo para sacar raja. Estos últimos no atienden los justos reclamos de los campesinos ni corrigen las enormes desventajas que para ellos representa el TLCAN, pero sí elaboran estudios sobre la problemática del campo mexicano.
Uno de esos análisis subraya que desde su origen, el capítulo agropecuario del TLCAN fue negociado en condiciones de grandes asimetrías entre los tres países, particularmente por la brecha en los niveles de productividad del sector agropecuario de Estados Unidos, Canadá y México. “La enorme desventaja que enfrentan los productores agropecuarios mexicanos frente a los productores estadunidenses ha venido desplazando a los primeros, lo que ha llevado a tener que depender más de las importaciones de alimentos para cubrir el consumo interno. Así, las importaciones de alimentos de México pasaron de 2 mil 755.7 millones de dólares en el periodo 1980-1982, a 14 mil 309.9 millones de dólares en el periodo 2004-2006”.
El desequilibrio entre los tres países también se refleja en los recursos que cada uno de ellos destina para estimular la producción agrícola y apoyar las exportaciones de los bienes agropecuarios, subraya el estudio de la Cámara de Diputados. En general, los compromisos que se pactaron en el capítulo agropecuario del TLCAN no reflejaron plenamente el menor nivel de desarrollo de la agricultura mexicana comparada con la de sus socios comerciales, ni en plazos de desgravación ni en niveles de mercado.
Con la entrada en vigor del TLCAN en 1994 se aceleró la apertura del sector agropecuario mexicano a la competencia externa, por lo que los precios internos de los bienes agropecuarios se han vinculado más estrechamente a los precios externos, ante lo cual los productores locales respondieron elevando la producción y los rendimientos, sin que ello lograra neutralizar totalmente el impacto de los precios sobre el valor total de la producción y de los ingresos. Así, “después de 15 años de haber entrado en vigor el TLCAN, la productividad del sector agropecuario mexicano no logró mejorar lo suficiente como para acortar la brecha con los países socios de dicho tratado; tampoco se logró mejorar el nivel de ingreso ni los salarios de los trabajadores del campo”.
Además, se ha reducido la participación del sector agropecuario en el producto interno bruto total, ya que de representar 7.9 por ciento en 1988, para 2005 su participación fue de solamente 3.4 por ciento, lo que ha agravado el desequilibrio estructural de la economía mexicana y se refleja en los bajos ingresos agropecuarios y la escasa dinámica de los mercados internos.
En general, durante estos 15 años de operación del TLCAN, se presentaron algunos cambios en las relaciones de intercambio entre los países signatarios. Por una parte, en México se registró un crecimiento de las exportaciones de frutas y hortalizas, principalmente hacia Estados Unidos; por otra, se incrementaron a un mayor ritmo las importaciones de granos y otros alimentos originarios del vecino del norte, y en menor medida de Canadá, por lo que se ha mantenido en estos últimos años el déficit de la balanza comercial agroalimentaria, y aumentó el abasto externo del consumo aparente nacional de alimentos.
Las ventajas arancelarias que aparentemente recibió México de sus socios comerciales del TLCAN gradualmente se erosionaron por diversos factores: la revaluación cambiaria, el aumento de los subsidios que otorgan los gobiernos de Estados Unidos y Canadá a sus productores agrícolas, y los diversos acuerdos comerciales que Estados Unidos fue suscribiendo durante los años de operación del TLCAN con países cuyas producciones agropecuarias compiten con las mexicanas.
Por lo anterior, puntualiza el estudio de la Cámara de Diputados, México comenzó a perder presencia en las importaciones agropecuarias totales de Estados Unidos, incluyendo aquellos productos en los cuales fue un exportador neto de elevada competitividad, como el tomate, el café y las frutas, entre otros. Sin embargo, han sido las barreras no arancelarias y las prácticas desleales de comercio (dumping y subsidios) que utilizan los gobiernos y productores agrícolas de los socios comerciales de México, los que más han afectado el desarrollo de nuestro sector agropecuario, ya que esas prácticas han generado una competencia desleal entre los productores de los tres países, en detrimento de los agricultores mexicanos.
Las rebanadas del pastel
Qué desesperados estarán en Los Pinos que hasta en programas televisivos verdaderamente patéticos, como los matutinos de “entretenimiento” en el canal de las estrellas (Hoy), insertan, sin responsable aparente (con el estilo de la propaganda negra de 2006), “cápsulas informativas” sobre el TLCAN, que convierten a Andrea Legarreta en una balbuceante “experta” que “convence” a las somnolientas amas de casa que la ven sobre la maravilla que es el tratado.
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