Dicen las sagradas escrituras que por los frutos se conoce al árbol, frase de la que puede deducirse que la escandalosa corrupción reinante en los gobiernos latinoamericanos tiene alguna relación con la forma en que se ha predicado por estas latitudes el evangelio.
Es lo que se deduce de las últimas revelaciones sobre las campañas políticas de dos obispos signados por la proximidad geográfica y de sus respectivas circunstancias, Joaquín Piña -en la provincia argentina de Misiones- y Fernando Lugo, en el vecino Paraguay.
La denuncia del descomunal desfalco perpetrado por los colaboradores del obispo Piña para financiar su campaña política, denunciado ante el Episcopado argentino, reveló el manejo irregular de fondos de la Pastoral Social y Cáritas, destinados a las elecciones provinciales del año 2006 en Misiones.
El caso sólo es una muestra más de que la sotana por sí sola no protege de la corrupción del entorno ni siquiera a los hombres de Dios. También nos demuestra que el obispo Fernando Lugo, cuyos oscuros vínculos con el derechista gobernador del estado brasileño de Paraná, Roberto Requiao, empiezan a ver la luz, no está solo en la sagrada empresa de corromper almas por la voluntad de Dios. Curiosamente presentado por la prensa como un izquierdista teólogo de la liberación, en realidad este obispo paraguayo no ha sido muy selectivo a la hora de seleccionar sus colaboradores. Entre ellos se encuentran pervertidos propagandistas del neoliberalismo, favorecidos de la embajada norteamericana de Asunción, políticos con nefastos antecedentes en materia administrativa y hasta miembros de bandas de forajidos acusados de asesinar a la hija del ex presidente de Paraguay, Raúl Cubas.
Cuando en varios de mis artículos denuncié la farsa que se había montado para presentar en la prensa a Fernando Lugo como una candidatura adscripta al socialismo del siglo XXI y a la izquierda latinoamericana, siendo que su entorno está salpicado por agentes del embajador norteamericano James Cason, los partidarios del obispo respondieron haciendo circular panfletos cargados de insultos y difamaciones hacia mi persona en Internet. Para colmo con seudónimos en prueba de cobardía e intolerancia. Como buen representante de una institución que ha sido la eterna enemiga de la libertad de pensamiento y de la democracia, la candidatura de Lugo jamás fue sometida a una consulta popular y es más, quienes opinaron que debía someterse a una votación para legitimarse, fueron expulsados en forma inmisericorde de la Alianza que hoy promueve en Paraguay al candidato de Dios.
Ambos casos, Piña y Lugo, son ejemplos de que siguen vigentes los deslices de Lucifer en las cuentas de los hombres pertenecientes a la única institución que se mantiene en pie desde tiempos del emperador romano Tiberio.
Los denunciantes de Piña, a su vez, han acusado a los hombres del obispo misionero como gente que ha tomado la iglesia como mera fuente de trabajo, y lugar donde fácilmente pueden introducirse en las comunidades para comunicar y esparcir ideologías, que por lo general distan mucho de lo bíblico. No es posible negar que muchos religiosos en América Latina transforman las casas parroquiales en comités políticos, desde donde ideologizan a la gente con mensajes perversos que hacen pasar por mensajes de la iglesia, usando el dinero e infraestructura de la misma. Mucha de la estructura de la iglesia hoy en Paraguay está empeñada en la perversa lucha por el poder, abriendo sus confesionarios a una conjura urdida en la embajada norteamericana de Asunción, significativamente colindante a la nunciatura.
De hecho, la Iglesia Católica ha sido la primera multinacional organizada de la era cristiana, con el forzado monopolio de la religión del que se apoderó por el terror para acrecentar sus bienes y sus riquezas, y que se esforzó en conservar sin escatimar sangre, fuego, crímenes ni genocidios. A ese monopolio agregó la exclusividad de hacer pactos con el diablo, algo que corresponde ciertamente a subproductos de una historia que se reconoce a sí misma como una sucesión ininterrumpida de corrupción y actos inescrupulosos en el ejercicio del poder. Vale decir, si predican con el ejemplo, son los principales incitadores de la mafia y la corrupción, que no ha sido otro el ejemplo que han dado a lo largo de su historia.
Sin temor a equívocos, puede sentenciarse que quienes buscan redimir gobiernos corruptos apelando a miembros de la cofradía católica, se arrojan de la sartén al fuego. Algunos de los más extendidos males que aquejan a la política paraguaya como el clientelismo o el nepotismo llevan siglos enquistados en el seno del catolicismo.
El papa Borgia (Alejandro VI), uno de los papas que más enfatizó el perfil político del pontificado, reemplazó en la gestión vaticana el nepotismo de sus antecesores por el paternalismo, dado que poseía tantos hijos como para llenar con ellos todos los lucrativos ministerios que estaba en sus manos conceder. De madre desconocida tenía por hijos a Girolama, Isabel y Pedro Luis, este último el primer duque de Gandía. Siendo ya cardenal, mantuvo como amante a Vannozza Cattanei que le dio tres hijos: Lucrecia, César y Godofredo. Otros tantos vástagos fueron producto de otra de sus amantes estables, Julia Farnesio.
Toda la numerosa descendencia papal se abocó a los asuntos políticos del papado, entre ellos César fue ejecutor de las sangrientas campañas militares libradas por voluntad de Dios, y Lucrecia constituyó el señuelo para engatusar amantes por intereses políticos de acuerdo a la circunstancias.
Cuando el Papa Leon X quiso construir la Iglesia de San Pedro en Roma, no tuvo inconvenientes en conmutar ayunos, peregrinaciones y demás sanciones religiosas que la religión impone por los pecados cometidos, por donaciones de fuertes sumas de dinero, en lo que constituyó algo así como la invención de la coima. La venta de indulgencias fue dotada de un carácter publicitario y comercial tan evidente, que hasta llegó a encargarse a banqueros como los Fugger para los cobros correspondientes. Ya en ese tiempo el Vaticano se había involucrado en operaciones bancarias irregulares, hábito que con el tiempo la llevaría a ser protagonista de uno de sus mayores escándalos del siglo XX con la quiebra del banco Ambrosiano.
La corrupción que Martín Lutero denunciara en las 95 Tesis que clavó en la puerta de la iglesia del Palacio Wittenberg el 31 de Octubre de 1517, con respecto a la venta de indulgencias, puede considerarse como una de las precursoras del moderno tráfico de influencias en el poder político. La respuesta inicial del Papa León X a las quejas de Lutero, no tuvieron nada que envidiar a las diatribas que pudiera lanzar hoy en día un gobernante acusado de corrupción por la oposición. Su Santidad calificó a Lutero de ser un vulgar borracho, que cambiaría de opinión cuando recupere la sobriedad.
Mucha agua y vino –la sangre de Cristo- ha pasado bajo el puente desde la reforma protestante, y las tesis de Lutero han dado paso a cada vez más virulentas condenas. Las cosas han llegado al punto que ante el escándalo por abuso sexual de niños por parte de sacerdotes en Estados Unidos, una revista de Seattle se preguntaba en tapa con una foto del Papa tomándose la cabeza: ¿La iglesia tiene salvación?
Desafortunadamente para nosotros los pecadores, debo admitir que la única respuesta que se me ocurre por el momento es un rotundo NO. (Luis Agüero Wagner)
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