Conjeturas
Por Alvaro Cepeda Neri
La putrefacción política, en un charco de total impunidad, está arrasando la vida pacífica en la entidad oaxaqueña, donde la inestabilidad e ingobernabilidad son dos de los ejes que mezclan violencia y criminalidad. Dos sexenios sembraron mayor caos. El de Diódoro Carrasco, ayer priÍsta y ahora panista. Y, sobre todo, el nefasto paso como (des)gobernador de José Nelson Murat Cassab, quien no acaba de irse del PRI y se la pasa amenazándolo con irse a otro partido. Murat de plano hundió a los oaxaqueños en un constante baño de sangre, maniobró para obligar al cierre del periódico Noticias, silenció la crítica e información y entregó a su sucesor una Oaxaca incendiada.
El de Ulises Ruiz no ha sido, enfilado ya a su cuarto año, un sexenio blanco. Sigue siendo rojo. No paran los homicidios, particularmente para quitar de en medio a indígenas que defienden, con su miseria a cuestas, lo poquísimo que les han dejado tras los despojos, sobreviviendo con lo que les envían sus esposos e hijos que emigran más allá de nuestra frontera Norte. La gobernabilidad para impone el imperio de la ley por encima de los gobernantes, quienes más abusan del poder, y para mantener la convivencia social, apenas si existe. Lo que hace que prevalezca la “ley del más fuerte”.
Son ya, más que cientos, miles de asesinatos en una atmósfera de impunidad. Dos indígenas: Teresa Bautista Merino y Felícitas Martínez, mujeres triquis, que regresaban de su trabajo como comunicadoras en ejercicio de las libertades de prensa, como periodistas orales, fueron vilmente asesinadas. Habían salido de las instalaciones de la emisora comunitaria La voz que rompe el silencio, instalada en San Juan Copala. Y se dirigían a cubrir la información al evento “Encuentro estatal por la defensa de los derechos de los pueblos de Oaxaca”. Con ellas, resultó gravemente herido un matrimonio y su hijo.
Los intereses de tierras y riqueza, apropiadas a la mala, están utilizando paramilitares en Oaxaca (como pasa en Chiapas y Guerrero) para eliminar a quienes se atreven a defender a las comunidades indígenas, con la complicidad o indiferencia de la administración estatal y la de los municipios, rebasados por el poder para matar de la delincuencia al servicio de los hombres de presa que violentamente se apoderan de cuanto se les antoja. Tan es así que los presuntos autores intelectuales del doble homicidio, informa el reportero Alberto López, serían los caciques Heriberto Pazos, Merino Zárate y Marcelino Bautista. Las mandaron asesinar “porque despertaban la conciencia del pueblo” (El Universal: 16/IV/08). La libertad de expresión en la mira de sicarios a sueldo de caciques y a cubierto de la impunidad oaxaqueña.
cepedaneri@prodigy.net.mx
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