Carlos Fernández-Vega
Aparentemente, con cualquier cantidad de bemoles todos quieren debatir el asunto petrolero, menos el inquilino de Los Pinos, mismo que casi un mes atrás exhortó a que “dialoguemos de manera abierta, objetiva y serena sobre las alternativas para fortalecer, y fortalecer de veras, a nuestra industria petrolera, y con ello fortalecer a México”.
Todos, dicen, salvo el del exhorto. Cuando menos ese es el sabor que deja la más reciente declaración de la señora que supuestamente lleva la batuta en eso de promover la “reforma” petrolera del michoacano y “convencer” sobre sus “bondades”, es decir, la siempre atinada y oportuna Georgina Kessel, secretaria de Energía, quien ayer fue enfática en este asunto: “no tenemos mucho tiempo para seguir discutiendo el tema; estamos perdiendo oportunidades para fortalecer a Pemex… (urge) tomar decisiones rápidas”.
Quién los entiende. Primero fingieron total demencia, ni siquiera querían tocar el tema petrolero, mucho menos presentar una “reforma” con la firma de Felipe Calderón, Más adelante aseguraron que se quedarían sólo en el diagnóstico y que, de existir, sería el “sistema PAN” (Creel dixit) el encargado de la iniciativa. Poco después, que no, que mejor los senadores blanquiazules harían la chamba, para de inmediato corregir que en realidad serían los diputados de ese partido los que harían el trabajo sucio. Y de la nada apareció el inquilino de Los Pinos –que ya había dicho que si de contar se trataba no contaran con él en eso de presentar la propuesta– y la presentó.
Vergonzantes, retrasaron la entrega de la iniciativa hasta el exceso; negociaron en lo oscurito con los priístas hasta creer que la tenían planchada, ocultaron, manipularon y dieron largas, y ahora resulta que les “urge de urgir”, porque “no tenemos mucho tiempo para seguir discutiendo… estamos perdiendo oportunidades”.
Y Georgina Kessel lo dice justo el día que Santiago Creel asegura que “el PAN está de acuerdo en que se realice un debate nacional amplio de 50 días consecutivos sobre la reforma energética”, aunque la propuesta surge de las huestes tricolores, comandadas por Manlio Fabio Beltrones, y se manejó el nombre de la propia secretaria de Energía para iniciar dicho debate. Así, error tras error, los blanquiazules confirman su falta de coordinación, el tú di lo que quieras que yo haré lo propio y el de enfrente también y, en resumen, el síndrome Fox que los cubre y apasiona.
Ahora que si de aferrados se trata, allí está el doctor Agustín Carstens y su tesis del “catarrito” frente a la recesión estadunidense. Resulta que al Fondo Monetario Internacional se le ocurrió la osadía de reducir su pronóstico de crecimiento del PIB mexicano en 2008 (el segundo recorte en seis meses), y ante tal falta de respeto a la “solidez” de la economía nacional, de forma por demás airada el titular de Hacienda calificó de “exagerado” tal atrevimiento.
El FMI, organismo que suele ser certero a la hora de ajustar a la baja sus pronósticos económicos, recién recortó su estimación para el caso mexicano a sólo 2 por ciento de “crecimiento” en 2008, es decir, prácticamente la mitad de lo que originalmente estimó el gobierno calderonista para ese mismo año.
Desde octubre de 2007, la institución (supuestamente) multilateral encendió los focos rojos para la economía mexicana, pues “se verá afectada por la desaceleración de Estados Unidos, y el efecto será mayor que en otros mercados emergentes, dada la estrecha vinculación de México con la economía de Estados Unidos; el efecto será mayor”. En consecuencia, recortó en casi un punto porcentual la estimación para el “crecimiento” del producto interno bruto del país.
Ahora la vuelve a reducir, para ubicarla en 2 por ciento, lo que provocó la ira del doctor Carstens, para quien la estimación a la baja del FMI “no ha tenido en cuenta todas las acciones que estamos tomando” para (se supone) hacer frente a la recesión del vecino del norte. De allí, dijo, la “exagerada” proyección del organismo, de tal suerte que el gobierno calderonista se aferra a su propio cálculo: 2.8 por ciento de “crecimiento” del producto interno bruto para 2008, de 3.7 por ciento original. “No vemos razón alguna para revisarlo”.
Así reaccionaron Vicente Fox y su secretario de Hacienda, Francisco Gil Díaz (por cierto, maestro de Agustín Carstens) cuando en los albores de 2001 el FMI y otros organismos financieros internacionales y regionales, como la Cepal, comenzaron a recortar los pronósticos económicos para México. El de las ideas cortas y la lengua larga se retorcía cada que dichas instituciones “insinuaban” (así lo calificaban) que la “sólida” economía mexicana no tenía buena pinta para ese año, y se aferraron a su pronóstico original de 4.5 por ciento (contra el 7 por ciento prometido). El resultado fue que el PIB decreció 0.3 por ciento ese año y a lo largo del sexenio del cambio el promedio anual no pasó de 2.3 por ciento.
En lugar de tomar medidas concretas para atenuar el efecto recesivo que venía del norte, Fox y Gil se la pasaron lanzando piropos a la “sólida” economía mexicana, “que está mejor que nunca” (Fox dixit) y que “muchos envidian” (Gil Díaz ídem), mientras la realidad hacía estragos.
Pocos años después la recesión estadunidense está de vuelta, aunque mucho más drástica, según los vaticinios, y el discurso gubernamental es exactamente el mismo que el utilizado en tiempos del “cambio”, no vaya a ser que los resultados también sean iguales.
Las rebanadas del pastel
Andaba el inquilino de Los Pinos muy emocionado con su “reforma” para “revolucionar” el sistema educativo del país, cuando alguien le dijo al oído que se ubicara, que por mucho que la necesite para sus enjuagues, con Elba Esther al frente del corporativismo magisterial no hay “reforma” posible y muchos menos “revolución” educativa.
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