Francisco Luna Kan
Las notas de los medios informativos del país giran en torno a las cinco iniciativas, sobre petróleo, que envió el Presidente de la República a la Cámara de Senadores. En sentido estricto nuestro sistema político le confiere estructura bicamaral (Senado y Diputados) al Poder Legislativo, que representa al pueblo y la Federación Mexicana. Ahí están los legisladores elegidos por el voto universal de la sociedad nacional, incluyendo la representatividad proporcional.
No obstante, la experiencia histórica registra acuerdos legislativos aprobados por la mayoría necesaria para conferirle validez, aun cuando despierte dudas sobre la operatividad práctica, a la norma votada. Por esta susceptibilidad colectiva, basada en antecedentes históricos, se hace necesaria la captación de la opinión pública expresada al través de líderes de organizaciones sociales, instituciones docentes de diversos niveles; artistas y escritores de tendencias varias; colegios de profesionales; de hombres y mujeres; estudiantes, obreros, campesinos, artesanos y todas las personas que deseen expresar su concepción sobre la modernización de PEMEX.
De lo que se trata es que la sociedad demuestre su deseo de intervenir en la cosa pública, con la seguridad de que en ella se refleja el sentir real de la comunidad nacional. Por tanto, considerando el bienestar de la población mexicana, me afilio a quienes pugnan por una auténtica reorganización de PEMEX nacionalizado para que funcione con base en el desarrollo y bienestar poblacional.
En tal circunstancia no se puede eludir informaciones que nos recuerdan la situación prevaleciente en nuestro país. Según declaraciones del Banco Mundial (La Jornada 9-IV-08) “45 millones de mexicanos están sumidos en la pobreza”. Se añade que sólo cuatro de cada diez ciudadanos en edad de trabajar tienen acceso a la seguridad social. En el informe del B.M. se recuerda la crisis de mediados de los 90 cuando el 70% de la población cayó en situación de precariedad. El Sr. Axel Von Trotsenburg, director del Banco Mundial para México, señaló que “el progreso alcanzado por el país no se ha distribuido equitativamente, lo que constituye un reto para el desarrollo”.
Continúa la dramática descripción: para los más pobres “las oportunidad de progreso económico y social pueden ser asfixiadas por problemas de salud y la limitada cobertura y pobre calidad de los servicios de salud que necesitan”. Esta sería razón suficiente para que la economía nacional no quede en manos extranjeras como ocurriría con la venta de PEMEX o su asociación disfrazada de una nueva empresa con participación de acciones de $100.00 (CIEN PESOS) para “beneficio” de los pobres.
Parece que el presidente Calderón se metió a un callejón del que difícilmente podrá salir bien librado. Sobre todo porque está gobernando con temores, nacidos de sus indefiniciones. El caso del petróleo es una demostración. El representa la corriente de opinión de que el dinero de fuera vendría a inyectar nuevos bríos a la empresa estatal, la que por su parte tiene muy buenas ganancias pues a pesar de las torpezas del Sr. Fox, con pésimo desempeño presidencial, bajó de un cuarto sitio a una novena posición en cuanto a volumen de ganancias.
Si tales recursos generados por PEMEX se hubieran invertido en fortalecerla, la empresa mexicana hubiera conquistado su solvencia económica, pero se le hizo fácil al ranchero del Bajío encauzar tales ganancias al presupuesto nacional para tranquilizar a los gobernadores, enviándoles recursos destinados al gasto corriente. Mismo procedimiento que sigue Calderón hasta esta fecha.
El tiempo perdido no se podrá recuperar, pero hay que cuidar que el titular del Poder Ejecutivo Federal no cometa más errores y desaciertos con PEMEX, que pertenece a todos los mexicanos, como él y sus colaboradores han terminado por aceptar. Se han dado cuenta de que el petróleo no debe venderse como “crudo” como ahora se hace. El error adquiere más gravedad porque no se detuvo a tiempo y con el transcurso de éste creció la demanda de refinados, comprándolos caros para venderlos a precio del mercado nacional.
Desde hace muchos años se fue abandonando un centro de investigación creado por PEMEX, el Instituto Mexicano del Petróleo, en donde un cuerpo valioso de profesionales en la vasta serie especialidades de esa industria, dedican muchas horas de su estancia en ella para analizar los fenómenos que se dan en todas las ramas de la empresa y las posibles soluciones para aplicarlas en el proceso de adopción de nuevas tecnologías, a fin de lograr un funcionamiento más redituable de esa sección industrial.
Varios de esos profesionales forman parte del Grupo Politécnico Mexicano, cuyos integrantes nos han impresionado con sus estudios y propuestas que no se han querido adoptar por motivos inexplicables o, tal vez, usar el río revuelto del petróleo para obtener ganancias ilícitas en ese enredijo industrial que quieren seguir explotando en beneficio de unos cuantos favorecidos.
Así se ha demostrado en “el caso Mouriño” que hasta ahora continúa cobrando como secretario de Gobernación, no obstante la evidencia de sus negocios personales que progresaron ilegalmente por el uso indebido de su posición administrativa al lado de Calderón en la Secretaría de Energía, en el sexenio foxista, donde por añadidura, a éste también le heredó problemas la progenie de su esposa, que levantó cuantiosas ganancias hasta ahora “investigadas”. Igual suerte correrá la que se abrió por una Comisión Legislativa de Diputados para investigar a Mouriño.
Volviendo al petróleo, el destino de la explotación en aguas profundas, debe hacerse comprando la tecnología pero que los poseedores de ella no obliguen a la asociación “ampliada”, como se propone en alguna de las iniciativas presentadas. Por lo pronto las organizaciones y partidos políticos (PRD, PT y Convergencia) han lanzado un reto para discutir públicamente las propuestas contenidas en las iniciativas. Estas tuvieron que aflorar forzando al régimen a hacerlo porque los problemas tienen términos de duración. Quisieron usar como cortina de humo el llamado Diagnóstico de PEMEX; pero mal les fue cuando la Secretaría de Energía y el Director de PEMEX la presentaron a la diputación del PRI en el Salón de Legisladores de la República. El buscapié no le dio resultado positivo. En términos médicos como ese de “diagnóstico”, no resultó esclarecedor porque ignoraron que con él se denomina el acopio de signos y síntomas que inducen a pensar qué exámenes de gabinete deben solicitarse en función de una actitud de acercamiento a la identificación de la enfermedad. Aun contando con ello, habría que establecer uno de tipo diferencial y sólo entonces se podría determinar la terapéutica a usar, que pudiera ser de carácter médico o quirúrgico, analizando los riesgos de aplicar uno u otro en función del pronóstico, si fuera posible establecerlo, para salvar la vida del paciente (en este caso la empresa).
No pudieron presentar una sintomatología clara y en tal caso no podía establecerse la identificación de la enfermedad. Como practicantes de la medicina económica que requiere el paciente (el pueblo mexicano) demostraron, otra vez, grave ignorancia. Ni como hechiceros, ni como curanderos obtendrían el pase. Reprobaron una vez más, hasta que el pueblo aguante. Y no debe abusarse de su paciencia.
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