Víctor Flores Olea
Cuando hace unos días el virtual candidato del Partido Republicano a la Casa Blanca, John McCain, afirmó que Latinoamérica había sido descuidada por las últimas administraciones de EU nos pusimos a temblar. Sobre todo sabiendo que sus principales asesores en materia internacional son cubano-estadounidenses que no ocultan sus inclinaciones.
¿Más de lo mismo? Sí, pero agravado por el hecho de que el Imperio reduce su influencia global y ve en América Latina uno de sus últimos reductos, lo cual nos hace pensar en la doctrina Monroe hiperactualizada. América Latina se ha corrido a la izquierda, nos dice Immanuel Wallerstein en un estupendo artículo publicado en La Jornada (20/05/08), pero hoy despiertan al tema los conservadores más fundamentalistas de las filas republicanas. Si no fuera por otras razones, habría que agradecer la distracción forzada de Estados Unidos y su virtual derrota en Irak que le ha propinado la insurgencia de ese país.
La razón latinoamericana nos lleva a poner nuestras preferencias políticas del lado demócrata en la justa por la Presidencia en EU, sin demasiado calor porque en materia de intereses transnacionales tampoco han sido favorables las experiencias demócratas. Sin olvidar que el ímpetu del cambio, que lleva ya a la nominación a Barack Obama, con el apoyo de los más jóvenes del vecino país, pudiera en algún punto flexionar la montaña de los intereses establecidos. Lo esperamos, sin demasiado entusiasmo, pero también atendiendo al aserto de Wallerstein: que Estados Unidos se ha corrido algo a la izquierda, después del catastrófico gobierno de George W. Bush.
Pero no pensemos que el gobierno Bush ha estado tan “ausente” de América Latina como lo sugiere su candidato presidencial: con sus recursos militares, en primer lugar, y sin menospreciar en su estrategia global a ciertos “líderes” de nuestros países que se han revelado como serviles cortesanos a sus órdenes. Digamos primero que en los últimos años EU ha organizado un andamiaje de intervención militar en América Latina, con más de 10 bases militares en la región y con ejercicios conjuntos con fuerzas armadas de varios países del continente, a veces abiertamente militares y otros disfrazados de misiones humanitarias, de ayuda social o de investigación médica y ecológica.
Con un ojo en el Amazonas y en la región andina, y con bases en el Caribe y en otras regiones de Sudamérica, Estados Unidos se proponen el control militar de las zonas con grandes reservas de agua y petróleo (el Amazonas y el Orinoco). Y básicamente, a través de las prácticas con otros ejércitos, “desnacionalizar” ideológicamente a los militares del continente, además adiestrándolos bajo las doctrinas generadas en Washington. Por supuesto, se trata sobre todo de ejércitos para la represión, ya que se preparan para un campo de batalla compuesto por civiles, organizaciones no gubernamentales y agresores potenciales.
Pero en Estados Unidos surgen ya también corrientes que ven de manera distinta la relación. Hace apenas dos días apareció un informe del influyente “Council on Foreign Relations” en que se asumen otros puntos de vista: por ejemplo, se postula el levantamiento del embargo impuesto por Estados Unidos a Cuba hace 46 años e iniciar negociaciones con ese país sobre asuntos de interés común.
Propone además ese Consejo tratar en ámbitos multilaterales los problemas con el gobierno del presidente venezolano Hugo Chávez, aunque sin cerrar los canales bilaterales. "No deberíamos intentar aislar a Chávez", dijo Charlene Barshefsky, representante comercial de Estados Unidos durante la presidencia de Bill Clinton (1993-2001) y copresidenta del equipo que elaboró el informe. "Eso sólo lo fortalecería", agregó.
Estados Unidos también debería aceptar que las naciones latinoamericanas saben qué es lo mejor para ellas y que, a causa de sus crecientes lazos con potencias ajenas a América, fundamentalmente Unión Europea y China, no aceptarán automáticamente la dirección o el consejo de Washington. "La política hacia la región —afirma—, no puede continuar sobre la noción de que Estados Unidos es el actor externo más importante para América Latina… “Si hubo una era de hegemonía estadounidense en América Latina pertenece al pasado, pero el marco de toma de nuestras decisiones políticas no ha cambiado lo suficiente como para reflejar la nueva realidad”.
El estudio fue realizado por un equipo de expertos presidido por Barshefsky y el general James T. Hill, ex jefe del Comando Sur. Para lograr la atención de los dos partidos mayoritarios, el gobernante Republicano y el opositor Demócrata, el equipo estuvo integrado por ex altos funcionarios de ambos partidos. Así como resulta obsoleta la noción de la hegemonía de Estados Unidos en América Latina, “el énfasis puesto después de la Guerra Fría en el comercio, la democracia y la lucha contra las drogas se ha convertido en una plataforma inadecuada para las relaciones con la región”.
¿La moneda está en el aire? Pero lo más importante reside en la capacidad de lucha independiente de los pueblos latinoamericanos. En realidad somos nosotros el factor decisivo para que la moneda caiga en el perfil más favorable a América Latina, terminando para siempre la insoportable presión imperial.
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