Víctor M. Quintana S.
Los alimentos y el petróleo son, junto con el agua, la triada de los enfrentamientos planetarios. Y aunque no es casual, es nítida la similitud con que han enfrentado estos dos asuntos cruciales los últimos regímenes, más allá de su extracción partidaria. Con una diferencia: la agenda neoliberal hacia los alimentos se impuso hace más de dos décadas mientras que la reforma energética de Calderón, aunque se ha deslizado en parte subrepticiamente, es hasta ahora la que pretende imponerse a sangre y fuego. Un somero análisis de la experiencia de cuando menos tres lustros de política alimentaria neoliberal nos revela que:
1. El punto de partida para la reforma alimentaria y energética ha sido un diagnóstico parcial y amañado del sector. Se trata de diagnósticos en los que sólo se habla de consecuencias actuales, no de las causas sociales y políticas de la situación. Así como en el diagnóstico del sector agroalimentario a finales de los años 80 se dejó fuera a consecuencia de la corrupción y el corporativismo de la Confederación Nacional Campesina (CNC) en el deterioro del sector, ahora se ignora la incidencia de la corrupción y la antidemocracia del sindicato petrolero en la problemática actual que Petróleos Mexicanos (Pemex) enfrenta. Así como fue clave el apoyo de la CNC a la contrarreforma agraria y al Tratado de Libre Comercio de América del Norte, ahora los que controlan el sindicato petrolero se aprestan a apoyar la iniciativa calderonista a cambio de su impunidad y cinco lugares en el consejo de administración del nuevo Pemex.
2. Se procede a un atropello abierto o velado al artículo 27 constitucional: en 1992, antes de la alternancia y con control total del Congreso, el PRI-Salinas contradicen al Constituyente del 17 y dan marcha atrás a la reforma agraria. Ahora Calderón no se atreve a reformar directamente el 27 dada la oposición del movimiento de defensa del petróleo en las calles y del Frente Amplio Progresista en las tribunas del Congreso, pero lo intenta indirectamente con una reforma a la ley reglamentaria de dicho artículo, que según el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas “constituye un verdadero atropello a la Constitución”.
3. En el caso del sector agroalimentario la reforma implicó el desmantelamiento de los mecanismos de control estatal sobre el precio y el suministro de alimentos, además de reducir al mínimo la intervención del Estado en el mercado de los mismos. Esto ha acarreado que sean los oligopolios los que de facto fijan la política alimentaria y los precios de los alimentos básicos del país, como se demostró con la crisis de la tortilla. Pues bien, de aprobarse las reformas energéticas calderonianas, aun con la participación minoritaria de la iniciativa privada, sobre todo extranjera, en la industria petrolera la política energética del país será dictada y manejada por ellos.
4. Además, así como en materia alimentaria el Estado mexicano dejó la infraestructura clave de acopio y almacenamiento en manos de la iniciativa privada cortándose las manos para poder llevar alimentos suficientes y baratos a la población, así al permitir que la iniciativa privada intervenga en el transporte y almacenamiento de energéticos se está imposibilitando para intervenir en favor de las mayorías en situaciones de crisis energética.
5. En el sector agroalimentario la retirada parcial o total del Estado ha sido benéfica sólo para los oligopolios trasnacionales y los grandes agricultores. Por otra parte, ha significado la quiebra para cientos de miles de unidades familiares campesinas y la carestía de alimentos para los consumidores. De aprobarse la reforma energética del PRI-AN las empresas voraces aprovecharán el espacio que se le da al inicio para hincharse como sapos y hacer reventar el mercado mundial de combustibles en su favor.
6. El resultado acumulado de la reforma agroalimentaria salinista-zedillista-foxista-calderonista es la pérdida de la soberanía alimentaria y el riesgo inminente de la seguridad nacional. Dependemos del suministro extranjero para más de la mitad del consumo nacional de arroz y trigo, más de la cuarta parte de maíz y de 35 por ciento de la carne de cerdo. En materia energética ya dependemos en 40 por ciento de la gasolina importada y en una buena parte del gas extranjero; aprobar la reforma de Calderón será la entrega completa de nuestra soberanía energética a las trasnacionales petroleras.
Nos despojaron de nuestra soberanía alimentaria sin debates, con mayoriteos, con espejismos, el movimiento campesino no fue escuchado y sus movilizaciones fueron insuficientes para impedirlo. Los datos se presentan diferentes ahora: hay resistencia en las calles y en las cámaras se exige el debate, se deshacen espejismos. Todavía podemos rescatar nuestra soberanía energética.
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