sábado, mayo 03, 2008

Un verdadero partido progresista

Francisco Estrada Correa

Por el lado que se vea, la crisis en la que está metido el PRD, como resultado de sus elecciones internas, es una inmejorable oportunidad. Y no sólo para hacer una depuración en sus filas, sino para reorientarlo programática e ideológicamente, pero en serio, como hace mucho lo está necesitando.

Asumiendo el hecho de que es indispensable la existencia de un contrapeso para la derecha, la gran pregunta que desde 2006 nos venimos formulando es: ¿qué clase de partido de izquierda necesita este país?, pues, como es más que evidente, el partido fundado en 1989 por Cuauhtémoc Cárdenas ya se agotó.

Hasta hace poco, la corriente predominante en el PRD, la de los 'Chuchos', pretendía que éste se definiera socialdemócrata, una propuesta muy a modo a la condescendencia con la derecha; así que de ellos fue la tesis de que la izquierda mexicana debía ser 'moderada', en contra de la tesis, de la otra corriente del PRD, la de los 'radicales', que no han querido transar con Felipe Calderón y pretenden reivindicar – o al menos así lo han dicho – la tradición de los Liberales 'Puros' de la Reforma: nada con la derecha.

La verdad es que no hay una sola tradición de izquierda, y uno de los retos del PRD en el futuro tiene que ver precisamente con eso, con la capacidad de suma y de convocatoria que reúna el mayor número posible de voluntades en torno a un gran proyecto partidista de todas las corrientes que pudiéramos calificar como 'de izquierda', es decir, socialistas, neomarxistas, socialdemócratas, priístas nacionalistas, liberales, centristas, etc., muchos de los cuales nunca cupieron en el PRD.

El problema del partido es que se creó para dar sentido a un caudillismo, o sea que era el caudillo el que definía el programa y el ideario, muchas veces en función de intereses coyunturales o meras conveniencias personales, así que mientras no exista un pacto de grupos y de corrientes en torno a una idea y a un programa la única forma de cohesionar será la promesa del reparto de plurinominales, de cargos y de recursos: el acuerdo de la mafia.

Por eso fracasó el PRD. Porque un partido que no es capaz de convocar mas que a su clientela, y cuando esa clientela lo único que busca es una tajada del pastel, es un partido que tarde o temprano se suicida.

Está de más decir que la izquierda que necesita México no es la izquierda 'light' que quieren los derechistas y sus 'compañeros de viaje', pero tampoco es la izquierda porril que nos heredó el stalinismo y la estrategia de las secretarías de Gobernación priístas: partidos dizque de oposición para aparentar libertades y lucha de ideas, atomizadores del voto, proclives al colaboracionismo con el poder.

Por eso, más que de izquierda, hay que hablar de un partido progresista, por lo que de incluyente y amplio implica. Ya lo decía hace años José María Luís Mora, que en México solamente había dos partidos, el del Retroceso y el del Progreso. Entonces, un partido progresista ideal sería el que se asumiera hoy como una plataforma de fuerzas diversas, sean estas de la tendencia que sean, a condición de que defiendan y asuman como propio un mismo programa de verdadero avance.

El partido del Progreso que, sería deseable, surgiera de la crisis perredista, tendría por delante varias tareas: la primera, hacer un análisis histórico y autocrítico serio para corregir la herencia cardenista que nos ha marcado en, por lo menos los últimos 60 años y, a partir de eso, definir si quiere seguir representando a la izquierda priísta y a sus programas, si pretende ser heredera de la tradición del PCM sometido al gobierno o a 'la cola' del gobierno; la de Carrillo Puerto, Gonzalo N. Santos, Vicente Lombardo y Jorge Cruishank y Aguilar Talamantes. O bien, la corriente liberalsocialista-comunista independiente, la que no se sometió ni al gobierno ni a la Comintern; la de hombres como Ricardo Flores Magón, Salvador Alvarado, Francisco Cervantes, Lázaro Gutiérrez de Lara, Francisco J. Múgica, Víctor Manuel Villaseñor y José Revueltas. O a ambas, pero acotando márgenes.

Allá por el año de 1913, Rafael Pérez Taylor publicó un libro que hoy resulta interesante, 'El socialismo en México'. El valor principal del mismo radica en presentar una faceta general de la manera como pensaban el socialismo los hombres que hicieron la Revolución Mexicana.

Pérez Taylor, que fue un político maderista y fundador de la Casa del Obrero Mundial, hablaba de un socialismo 'intelectual, masónico, anárquico y doctrinario', y lo caracterizaba como una clase de socialismo que busca hacer la revolución en el campo del debate parlamentario y las leyes; que surgió de la tendencia libertaria de las logias, que reivindica el liberalismo roussoniano y el radicalismo jacobino, el de la Revolución Francesa que pugna por la ilustración de las masas y se manifiesta en el cooperatismo o cooperativismo como alternativa práctica al comunismo, por utópico e impracticable. Y esto último lo decía 80 años antes de la caída de la URSS.

Muchos esfuerzos se han hecho por tener en México un gran partido de izquierda y unificar a las múltiples corrientes afines a ese pensamiento.

El primer empeño, la convocatoria al Congreso Socialista Nacional de 1919, abortó por culpa de Luís N. Morones, quien, al fin agente del callismo, manipuló la asamblea e hizo imposible una alianza, así que lo que de ahí surgió no fue uno sino tres partidos: los dos primeros comunistas y el Partido Laborista, de corte socialdemócrata. El segundo empeño lo acaudilló Francisco J. Múgica a fines del gobierno cardenista. Él pretendía crear el Partido de las Izquierdas de la Revolución para ser su abanderado en las elecciones de 1940, deslindándolo de la consigna gubernamental y la que imponía la Comintern staliniana, sólo que Lázaro Cárdenas y Lombardo le salieron al paso, frenaron su candidatura presidencial y el PCM se alineó dentro del PRM oficial. Luego de eso, muchos más han sido los intentos unificadores de la izquierda y las fuerzas progresistas, pero hay una tradición de desunión y enfrentamiento – una maldición –, a veces natural, casi genética entre nuestros izquierdistas, pero otras empujado desde la fila de enfrente, que impide todo acuerdo.

En 1945 Lombardo hablaba de un 'Partido Único de la Clase Trabajadora', pero trabajaba en realidad para hacer un partido de izquierda a modo del gobierno del PRI, así que fracasó. De la 'Mesa Redonda de los marxistas mexicanos' que se celebró en 1947, no surgió tampoco un gran partido de las fuerzas progresistas, sino el PPS, financiado por el alemanismo, propagandista de López Mateos y Díaz Ordaz. En 1952 hubo otro intento para unificar a los grupos progresistas, que fracasó también por culpa de Lombardo, comprometido a tras mano con la candidatura de Ruiz Cortines. Y así hasta 1962, cuando Lázaro Cárdenas convoca al Movimiento de Liberación Nacional, logrando sumar en él a casi todas las fuerzas progresistas, incluso al PPS, cuando todo parecía marchar sobre ruedas y se constituyó en 1963 el Frente Electoral del Pueblo para lanzar un solo candidato presidencial, Lombardo se deslindó y Cárdenas volvió al redil priísta, dejando colgados a sus seguidores.

Después de eso vino un esfuerzo más, el del PSUM, que fracasó. En 1987 el del PMS, que también fracasó. Hasta 1989, cuando Cárdenas, hijo, lanzó la convocatoria para el PRD que hoy vemos fenecer.

Es decir, que sí hace falta replantear al PRD, pero más que reorganizarlo, lo que se necesita es reinventarlo como la plataforma amplia que el polo progresista necesita para expresarse y actuar... ¿Se romperá la maldición?

francescomx2000@yahoo.com.mx


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