Gustavo Leal F. *
Mientras la Secretaría de Salud (Ssa) seguía sin divulgar el salario de su titular, el doctor Córdova; mientras –gracias al “Seguro Popular”– los pacientes mexicanos con deficiencias visuales eran atendidos en Venezuela; mientras el Senado aprobaba reformas a la Ley General de Salud para castigar con multas hasta de 100 mil pesos a médicos que recomienden laboratorios, farmacias, tratamientos, análisis y medicinas a cambio de comisiones sin siquiera haberlos consultado, y mientras el calderonismo derogaba –justo un año después– el electorero “programa” foxista para mayores de 70 años conocido como Mecanismo de Ahorro para el Retiro Oportunidades, porque “implica una reducción del ingreso actual disponible en favor de un ingreso futuro con posibles impactos negativos en el bienestar presente”, el doctor Córdova naufragaba con sus Caravanas de la Salud.
Empezó como una ocurrencia de campaña de Felipe Calderón, que, disponiendo de 500 millones de pesos “etiquetados” para 2007, ya con Córdova se tradujo en una jugosísima “oferta”: 300 unidades móviles (licitadas para operar “principalmente” en el sur) “acercando” servicios a comunidades apartadas, “bien” equipadas con “consultorio”, pruebas de detección de diabetes, hipertensión, cáncer de mama y cérvico uterino, además de ultrasonido para apreciar el embarazo y sus complicaciones, electrocardiogramas y “vamos a insistir en la salud dental”.
Con apenas una unidad móvil, este paquete mínimo –sin garantía de continuidad en los tratamientos y remedo de las zedillistas “brigadas” del Programa de Ampliación de Cobertura– fue puesto en “marcha” por Calderón en Hueytlalpan, Puebla, el 9 de enero (2007), espléndidamente acompañado del honorable gobernador Mario Marín. Ahí garantizó que el programa alcanzaría 200 municipios en 22 estados del país.
El acto duró una hora escasa y Calderón –quien arribó en helicóptero a un punto serrano que insume cinco horas por tierra– evitó precisar el monto de recursos con que cuentan sus caravanas. Aunque en la localidad no hay teléfono y el servicio eléctrico es limitado, ofreció que la unidad móvil podrá conectarse a Puebla o la ciudad de México “en vivo, para que un especialista” atienda al paciente.
Por su parte, José Ángel Córdova reconoció que las unidades itinerantes “no son una novedad”: existen casi 2 mil operadas por el Instituto Mexicano del Seguro Social, el Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia, los servicios estatales y Oportunidades, pero “falta integrarlas en una red de servicios”.
Pero la realidad se impuso pronto. Dos meses después de estas declaraciones, Córdova reconoció que de las 300 fantásticas caravanas sólo operaba ¡una!, porque “el resto están en licitación y se espera que estén funcionando a mediados de año”. Y agregó que quedarían pospuestas “hasta junio”. Sin embargo, pocos días más tarde (9 de marzo) precisó: “el programa arranca hoy y beneficiará a Chiapas, Guerrero y Oaxaca”, con 50 millones de pesos para que “mejoren el equipo de sus unidades de salud y se creen nuevas instalaciones” (¡sic!). En efecto, las caravanas iniciaron con unidades “remodeladas” en Oaxaca.
Tan “iniciaron” que –disponiendo de quién sabe qué evidencias– Calderón se atrevió a declarar el 30 de abril que sus invisibles caravanas “ya habían beneficiado a 250 mil mexicanos en 956 comunidades remotas”.
El vía crucis de Córdova continuó en mayo. Para entonces la licitación había sido declarada desierta y apenas 16 unidades operaban en Chiapas, Guerrero y Oaxaca con coberturas nulas o limitadas. Funcionarios de la Secretaría de Salud de Guerrero confirmaban que el gobierno federal “no había enviado ningún apoyo”, aunque con recursos propios disponían de 11 brigadas que de manera “periódica recorren algunas comunidades”. Mientras, en Oaxaca, las autoridades informaban que “desde abril operan dos unidades” y que en junio dará inicio la acreditación de 105 unidades “ya existentes” del programa Brigadas Médicas Oportunidades.
Y aunque el 29 de marzo Córdova había dado el banderazo de salida “simbólico” a 82 unidades en Chiapas, responsables de salud estatales precisaron que –para finales de mayo– sólo funcionaban 14, que, por cierto, “no cuentan con consultorio”.
Finalmente quedó claro que al 23 de mayo, la Ssa sólo había adquirido seis unidades para operar una en Puebla, una en Yucatán y cuatro en Quintana Roo, con un costo total de 3 millones 700 mil pesos y con cargo a la ¡Comisión Nacional de los Pueblos Indígenas! Además, ninguna de estas entidades había reportado actividades de las Caravanas de la Salud. Se presentó incluso la situación de que, mientras “se resuelve” la adquisición de las unidades terrestres “anunciadas en enero”, Córdova dio el banderazo (24 de mayo) a la primera ¡Caravana Aérea de Salud!, en Amador Hernández, para “brindar” atención en las cañadas de Chiapas. Antes, el secretario local reconocía “dificultades en su operación en 22 mil comunidades que tienen menos de 100 habitantes”.
En junio, la Ssa redujo de 78 a siete las unidades de “lujo” que pretendía adquirir y, en septiembre, el gobierno de Chiapas tuvo que contratar taxis aéreos (de sus propios recursos) para cumplir la “promesa” calderonista, aunque aún no arribaba ninguna caravana a la selva.
El 20 de diciembre, Córdova sostuvo que “en el 10 por ciento del país no existen centros de salud a distancias accesibles”, pero que con las caravanas “se abatirá el rezago para 2012”.
Para 2008, el Congreso las premió con 520 millones de pesos, mientras ellas alcanzaban dimensión “internacional” vía la Caravana Panamericana de la Salud en Nuevo México y Belice. Si lo de Fox ya era muy malo, la continuidad calderonista es pésima. ¿Para “Vivir Mejor”?
* Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco
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