Víctor Flores Olea
El fondo de la cuestión, a que nos encaramos casi a diario los ciudadanos cuando necesitamos hacer una pregunta de orientación o trámite, es el de una policía cuya actitud no sólo no es servicial sino frecuentemente hostil y hasta majadera. Para ellos resulta siempre una distracción inoportuna, y hasta molesta y ajena a la función. ¡Tolerancia 0 para ese bicho ciudadano que los molesta y hace perder el tiempo!
Si esto ocurre en la vida diaria ¡qué esperar de un "operativo" como el realizado en la delegación Miguel Hidalgo! ¡Los videos lo muestran bien! Actitudes prepotentes frente a una ciudadanía que ha de ser eventualmente protegida por los cuerpos policíacos. Sí, tal es el principio de la "criminalización de los jóvenes" o de la ciudadanía entera, que explica también la tragedia de hace dos semanas en la discoteca.
Si a eso sumamos la información y las escalofriantes imágenes difundidas en estos días, por la prensa y la TV, en las que se nos muestra el "entrenamiento" policiaco para la tortura, en el municipio de León, Guanajuato, nos damos cuenta de cuál es el "clima" moral y mental prevaleciente en nuestras "fuerzas de seguridad". Una moral y un clima de hostilidad hacia la ciudadanía que se expresa, decíamos, a la menor provocación, es decir, cuando apenas nos acercamos a un policía para pedir el mínimo auxilio.
Es verdad, los policías han sido maltratados excepcionalmente en los últimos tiempos por el llamado "crimen organizado". Pero su reacción, ¿estimulada por los "procedimientos"?, es en primer lugar contra la ciudadanía, y consiste en esa "criminalización" de los jóvenes y de los no tan jóvenes que se ha establecido como normal modus operandi de las "fuerzas del orden". Amnistía Internacional y otras organizaciones internacionales de defensa de los derechos humanos han advertido ya del inadmisible deterioro que el tema tiene en nuestro país.
Seguramente es verdad que en la tragedia de la discoteca faltaron o fallaron los "manuales de procedimiento". Pero eso no hace sino confirmar lo dicho: el abandono en que ha caído la ciudadanía por unos cuerpos policíacos y sus jefes a quienes les interesa más, a ojos vistos, la "criminalización" ciudadana que la objetividad y el limpio proceder. Por eso, inevitablemente, se piensa en la corrupción de unos y otros, policías y bandidos, o si usted quiere, "autoridades" y dueños de las discotecas-antros.
Hay, antes que nada, una difícil, magna tarea de educación y de mínima elevación de la condición mental y educativa de nuestros cuerpos policíacos.
Pero eso sí, también resulta absolutamente inadmisible que lo anterior, con el más escandaloso oportunismo, se aproveche para atacar a funcionarios como el Jefe del Gobierno del Distrito Federal que ha mostrado honestidad, imaginación, entrega a su trabajo y popularidad política.
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