Ricardo Andrade Jardí
Es curioso escuchar y ver toda la promoción telecrática, verdadero poder político del México post- fraude, ante la ineptitud del desgobierno usurpador con relación al respeto a las "instituciones de la democracia"; curioso resulta por el hecho de que quienes pretenden mostrarse como gobernantes "democráticos" son, precisamente, los que más violan las leyes emanadas de esas instituciones, a las que pretenden que el resto las respetemos, al igual que el dúopolio televisivo, que hoy es un gran "defensor de la libertad de expresión", aunque en realidad lo que defiende es la "obligación" de que se le pague por cualquier comentario que permisionarios quieran hacer sobre política; la telecracia no defiende lo que jamás ha defendido, sino que pretende que con dinero público o privado se sigan pagando las denigrantes campañas del odio que la derecha empresarial tiene destinadas al país para seguir sometiendo al miedo de una parte importante de la población que se alimenta, ante la falta de recursos, de las mentiras enajenantes de la telebasura.
La democracia en México no es más que una palabra, de buenas o malas intenciones, según de donde venga la pedrada.
Si el movimiento ciudadano de resistencia civil habla de democracia, es inmediatamente censurado por quienes se siente la voz autorizada para hablar y promover la democracia, su democracia, la de ellos y sólo la de ellos, que es la misma "democracia" que se niega al ejercicio bien pero bien democrático del recuento de votos ante un proceso electoral dudoso y plagado de inconsistencias incluso certificadas, aunque avaladas, por sus propias instituciones, la que desprecia la inteligencia ciudadana y desacredita el ejercicio democrático de la consulta popular, consagrada en la Constitución Política, aún vigente, en los asuntos que son de interés nacional (como sucede en cualquier democracia real del planeta).
"Su democracia" es la que viola sistemáticamente la ley otorgando contratos de servicios prohibidos por la Constitución e incluso por la ley, de ellos mismos, la que convierte en deuda pública la deuda privada de los "grandes" empresarios, la que adiestra a las policías (aunque la ley lo prohíba) en técnicas de humillación y tortura, la que prefiere darle de comer a los autos, antes que a las personas, la que al hablar de competitividad, piensa en maquiladoras y no en un campo fuerte y sustentable y que sea capaz de alimentar a las zonas urbanas, después de alimentarse a sí mismo, como sí, sucede en otras geografías, tan admiradas por ellos; "su democracia" se cimienta en la doble moral, en la mediocridad intelectual, en el abuso del poder, en la ambición desmedida, en la mentira, ante la incapacidad de convencer con la verdad, en la persecución de la diferencia y de la disidencia, en la desinformación, en la falta de ética, en el entreguismo absoluto, el de la censura de todo aquello que no sea sometido al control del dinero, en la incapacidad de ver más allá de su adiestramiento "educativo" carente de memoria, incapaces de imaginar las consecuencias de su presente en las probabilidades de su futuro.
La injusticia, la rapacidad, la mediocridad y la opresión, son el costo de la imposición usurpadora que "su democracia", la de ellos, la de la impunidad oligarca con todas sus variantes pretenden imponernos, vendernos…
Están equivocados, el pueblo de México merece un mejor futuro y sabrá, como lo ha hecho en otros históricos momentos, construir, desde el Despertar Ciudadano, una democracia con justicia y dignidad, una democracia de todos y para todos, lejos muy lejos de "su democracia" de pacotilla, de usurpaciones, de mentiras…
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