José Agustín Ortiz Pinchetti
Una pequeña confidencia: cada sábado al anochecer, regreso a la ciudad de México tras mi trabajo político en el estado de Puebla. Mientras Víctor Contreras, mi asistente, conduce a 120 kilómetros por hora y vence la niebla y las cuestas de la Sierra Nevada, mezclo un poco de whisky con Coca-cola al estilo de don Pepe Iturriaga. Me impresionan los paisajes poblanos. He recorrido todo el estado y tengo en mi mente los negros pinales de la sierra alta, y también el paisaje gris de los llanos pardos de cactus y arbustos de espina verde. Puebla, es un muestrario de todas las regiones del país salvo las costas. Me siento de buen humor y animoso.
Una pandilla de 20 gentes, la mayoría voluntarios, estamos empeñados en formar comités de apoyo al obradorismo en el estado. Mis compañeros del gobierno legítimo hacen lo mismo en otras entidades. Aquí hemos entrado en contacto con 50 municipios y encontramos una respuesta entusiasta y favorable en todas partes. Es gente que quiere incorporarse a la política, pero no está buscando candidaturas plurinominales ni huesos. Aceptan como único pago la oportunidad de colaborar en la transformación de México. Aunque parezca increíble, son centenas o miles, semillero de una nueva clase política. Los promotores cumplimos nuestro trabajo; mantener en alto la moral y organizar a nuestra gente. Contrarrestar la campaña mediática de negación y escarnio contra nuestro movimiento y contra Andrés Manuel López Obrador. La gente recibe ávida la información de la que carece y se conforta al saber que hay millones como ellos en la República.
A nosotros nos entusiasma la limpieza, el idealismo de estos ciudadanos y su excelente nivel de información. Ejemplares de La Jornada, Proceso, El Chamuco, artículos de opinión y caricaturas que se publican en la capital son copiados, leídos, comentados y transmitidos. Muchos pueblos quieren que Meyer, El Fisgón o Bartlett vayan a discutir con ellos la reforma petrolera. El nivel de conocimiento de ese tema ha subido en todas partes. Pueden estar ustedes seguros: el impulso democrático está vivo. Estos grupos recuerdan a los clubes maderistas de principios del siglo pasado.
Nosotros recibimos una terapia. En la capital se respira una atmósfera de mentiras, suposiciones y negaciones de la mayoría de los comunicadores, opinadores y políticos. Ello nos enferma y debilita. Pero al entrar en contacto con los comités poblanos, con la sencillez y la claridad política de la gente, lo concreto de sus ideas, lo eficaz de sus propuestas, con su entusiasmo y su candor, nos desintoxicamos. Tras unos días de entrevistas, reuniones y formación de comités, regresamos a México animosos y frescos.
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